Dram¨¢tica entrega de Angel de la Rosa
Un volteret¨®n espantoso le peg¨® el sexto toro a ?ngel de a Rosa. Y el caso es que se ve¨ªa venir. El toro probaba la embestida y se quedaba sin fijeza en el centro ee la suerte. La falta de fijeza era un peligro a?adido, pues unas veces se orientaba hacia los espacios abiertos, otras hacia el propio torero y le tiraba el derrote sin m¨¢s miramientos. ?ngel de la Rosa no se afligi¨® por eso, y segu¨ªa porfi¨¢ndole derechazos. Hay distintos pases, abundantes recursos en la tauromaquia cl¨¢sica para toros as¨ª, pero la tauromaquia moderna no los contempla, los toreros de hoy no los conocen, los taurinos no los valoran, y el dram¨¢tico empe?o del joven diestro era sacar derechazos como fuera al toro remiso y derrot¨®n, ganar de esta forma las orejas y salir a hombros por la puerta grande.Por la puerta grande o por la enfermer¨ªa, era la disyuntiva. Y entre ga?afones, entre los gritos del p¨²blico, aterrado por la tragedia que se sustanciaba all¨ª, con un valor rayano en la temeridad, ?ngel de la Rosa continu¨® porfiando y aguantando acosones, hasta conseguir lo que se cre¨ªa imposible: que embistiera el toro. Parec¨ªa un milagro que el toro, al fin, tomara la muleta, que siguiese hasta el cabal remate todo el recorrido de los pases. Consumada la proeza, s¨®lo cab¨ªa cuadrar y matar. Sin embargo ?ngel de la Rosa volvi¨® a instrumentar derechazos, y en uno de ellos, el toro le peg¨® el espeluznante volteret¨®n. Conmocionado y herido lo llevaron a la enfermer¨ªa y no bien abr¨ªan la puerta cuando se zaf¨® de las asistencias, regres¨® a la arena, reclam¨® los trastos toricidas, y aunque estaba visiblemente maltrecho, liquid¨® al toro.
Guardiola/ Espl¨¢, Soro, Rosa
Toros de Guardiola Dom¨ªnguez, cuatro tercidos, 5? y 6? con cuajo, pobres de cabeza; encastados. Luis Francisco Espl¨¢: estocada (petici¨®n, ovaci¨®n y salida a los medios); pinchazo y estocada trasera (oreja). El Soro: estocada corta atravesada y tres descabellos (palmas); pinchazo, bajonazo y rueda de peones (oreja). ?ngel de la Rosa: estocada tendida ca¨ªda saliendo trompicado (oreja); media- tendida trasera -aviso-, estocada ca¨ªda y tres descabellos (ovaci¨®n y saludos). Fue intervenido quir¨²rgicamente en la enfermer¨ªa de cornada menos grave en cara externa de un muslo.Plaza de Valencia, 10 de octubre. Tercera y ¨²ltima corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
No hubo finalmente puerta grande, mas poco importa. ?ngel de la Rosa demostr¨® que tiene valor sobrado para ser torero. Que tambi¨¦n tiene arte, ya se sab¨ªa. No precisamente por el que exhibi¨® en su primera faena, pues puso en ella m¨¢s afectaci¨®n que sentimiento. El influjo de Ponce est¨¢ haciendo estragos. Toreros de una torer¨ªa reconocida, renuncian a su estilo propio para imitar unos ademanes que en nada encajan con su personalidad. De un tiempo a esta parte proliferan cadereos, mohines aflamencados, piernas estiradas a la manera ca?¨ª, dengues y cursiler¨ªa. Lo que en Ponce es connatural -y por eso gusta-, en las versiones imitativas resulta absolutamente rid¨ªculo.
?ngel de la Rosa sabe hacer un toreo hondo, muy distinto a la extra?a faena que le aplic¨® a su primer toro, cuya nobleza demandaba suertes sustanciosas instrumentadas desde la naturalidad y no ese empe?o que puso en componer posturas poncistas hasta la exageraci¨®n. Le dieron una oreja, s¨ª; una de esas orejas que se dan en Valencia, donde el p¨²blico est¨¢ atacado de orejismo galopante, y se pone furioso si el presidente no las concede. Menuda le armaron por no darle a Luis Francisco Espl¨¢ la del primer toro. Galopaba ya el segundo por el redondel y a¨²n segu¨ªan peg¨¢ndole gritos al presidente.
Lo curioso es que, ocupado el p¨²blico en abroncar al presidente, se olvidaba de aplaudir a Espl¨¢, y hubo de ser este quien saliera a provocar la ovaci¨®n que no acababa de llegar. Sali¨®, por cierto, haciendo gestos despectivos hacia el palco. A?os atr¨¢s un torero se pon¨ªa a hacerle gestos despectivos al presidente y acababa en la comisar¨ªa. Ahora, en cambio, lo toreros se encaran con el lucero del alba. En esta misma corrida unos banderilleros azuzaban al toro desde el burladero para sujetarlo all¨ª, no importaba que se descornara contra las tablas, y cuando unos aficionados les llamaron la atenci¨®n, se volvieron indignados preguntando,: "?Qui¨¦n ha sido?".
Espl¨¢ mulete¨® por ambas manos con t¨¦cnica dominadora al toro de la oreja intacta, que sac¨® genio -de ah¨ª su m¨¦rito-, y al cuarto le dieron la oreja deseada despu¨¦s de una faena tan vistosa como movida. El Soro ahog¨® la embestida del segundo y al cuarto le recet¨® un muleteo algo astroso, que asimismo fue premiado con oreja. Ambos diestros banderilearon con espectacularidad y acierto, principalmente El Soro, cuyos vertiginosos cuarteos al molinillo o corriendo hacia atr¨¢s enardecieron al p¨²blico.
Hubo emoci¨®n en estos tercios, y generalmente en todos, pues los toros ten¨ªan casta, que es el fundamento de la fiesta. Y cuando al final ?ngel de la Rosa busc¨® dram¨¢ticammente el triunfo con encoraginada entrega, aquello ya empez¨® a ser no apto para cardiacos.
Babelia
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