Espa?a pierde el tren
El ponente en una conferencia europea toma la palabra. Su lengua es el holand¨¦s, pero hablar¨¢ en ingl¨¦s. El p¨²blico es en su mayor parte espa?ol, y hay quien escucha la traducci¨®n simult¨¢nea, por unos auriculares.Esta escena de la reciente conferencia Lengua y Tecnolog¨ªa 2000 compendia muy bien los problemas sobre los que intento reflexionar. En un medio tan diverso como el europeo, las lenguas menos difundidas -o menos defendidas- est¨¢n quedando fuera del proceso de comunicaci¨®n, desplazadas por las hegem¨®nicas. Por otra parte, los procesos de traducci¨®n son enojosos, caros y exigen personal especializado. La Europa del mercado ¨²nico ser¨¢ a¨²n m¨¢s ut¨®pica si los ciudadanos de Estados con lenguas minoritarias deben hacer un esfuerzo suplementario para acceder a la informaci¨®n o para intervenir en proyectos comunes.
?La soluci¨®n? La traducci¨®n autom¨¢tica es la zanahoria que desde hace d¨¦cadas hace caminar -con presupuestos enormes- proyectos empresariales y gubernamentales. Desdichadamente, la idea de un aparato por uno de cuyos extremos se habla en italiano para que por el otro salga en holand¨¦s est¨¢ a¨²n muy lejos: ahora se prev¨¦ para dentro de otro cuarto de siglo. Sin embargo, no hay que desesperar: el reconocimiento del habla o su s¨ªntesis, la b¨²squeda de una sintaxis sin ambig¨¹edades o la creaci¨®n de bases de datos para terminolog¨ªas espec¨ªficas han experimentado un desarrollo considerable. Tal vez la situaci¨®n actual en este terreno se pueda caracterizar como el abandono de las utop¨ªas para aprovechar cuanto de realmente ¨²til se ha ido generando durante estos a?os.
Existe el marco comunitario para que la investigaci¨®n en este campo no se detenga. Pero la situaci¨®n para el espa?ol -la segunda lengua occidental m¨¢s difundida del mundo- dista de ser ideal. Ya existe una masa notable de proyectos de instituciones oficiales o privadas, que precisamente conferencias como Lengua y Tecnolog¨ªa 2000 intentan poner en contacto. Pero falta una pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica que armonice las distintas partes implicadas, evite duplicaci¨®n de esfuerzos, forme a los investigadores necesarios y sobre todo aproveche el impulso de toda una comunidad de naciones hispanohablantes.
El caso franc¨¦s es a este respecto mod¨¦lico: el Consejo Superior de la Lengua Francesa (en el que est¨¢ representada su Academia de la Lengua) depende de la m¨¢xima instancia gubernamental, hace recomendaciones a los distintos ministerios y cuenta con una delegaci¨®n que vela por que ¨¦stas se coordinen y cumplan. Toda la francofon¨ªa se beneficia de esta acci¨®n unificada, que cuenta con observatorios ling¨¹¨ªsticos, incluso fuera de Francia, atentos a las actividades empresariales y de investigaci¨®n.
Comp¨¢rese con nuestra situaci¨®n: un Instituto Cervantes en engorrosa dependencia multiministerial y escas¨ªsimo de fondos; la Academia, empresas y universidades trabajando sin coordinaci¨®n, y una Am¨¦rica hispan¨®fona cuya lengua y terminolog¨ªa siguen en gran - medida su propio camino. En un mundo en que el creciente negocio generado por el espa?ol (tratamiento de textos, ayudas a la escritura, traducci¨®n y documentaci¨®n) est¨¢ mayoritariamente en manos extranjeras, podemos pagar muy caro la falta de un ¨®rgano coordinador, al m¨¢s alto nivel, que potencie uno de nuestros escasos recursos naturales: una lengua mundial.
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