Una Europa a la carta
Europa a la carta, de varias velocidades, de geometr¨ªa variable o de c¨ªrculos conc¨¦ntricos son denominaciones de algo que ha venido present¨¢ndose como intr¨ªnsecamente perverso. Con ligeras variantes se trata de denominar una Uni¨®n Europea en que unos van por delante de otros y es posible adaptar el grado de integraci¨®n a la voluntad y a la disposici¨®n de cada pa¨ªs.El tratado de Maastricht lo preve¨ªa de forma clara, aunque limitada. El Reino Unido, por ejemplo, ha quedado excluido de la Europa social y no participar¨¢ ni quedar¨¢ afectado por las decisiones que sobre la materia tomen los otros once.
Se reserva tambi¨¦n el derecho a no participar en la llamada tercera fase de la UEM (Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria), cuesti¨®n reconocida en el propio texto del Tratado. Por si alguien pensaba que los otros once estaban obligados a incorporarse a la moneda ¨²nica en cuanto se cumplieran las condiciones, dos circunstancias han venido a reforzar la geometr¨ªa variable en lo monetario. En primer lugar, las aclaraciones al Tratado aprobadas en el Consejo Europeo de Edimburgo en diciembre de 1992, que extienden a Dinamarca la posibilidad de evitar la moneda ¨²nica. En segundo lugar, la sentencia del Tribunal Constitucional alem¨¢n, que no considera inevitable el camino a la moneda ¨²nica e impide pasar del marco al ecu sin una nueva decisi¨®n del Bundestag.
La UEM, considerada por todos como el n¨²cleo de Maastricht, es uncplato que cada uno puede escoger. Los criterios de convergencia exigibles para integrar el ecu (inflaci¨®n limitada, d¨¦ficit y deuda reducidos y tipos de inter¨¦s similares) har¨¢n otra selecci¨®n entre los pa¨ªses que cumplen con las condiciones y los que quedan fuera. Espa?a, Grecia y Portugal son candidatos a quedarse rezagados.
El men¨² dan¨¦s no se limitaba a la moneda, sino que tambi¨¦n se extend¨ªa a la defensa com¨²n y al llamado tercer pilar de la Uni¨®n (pol¨ªtica judicial y policial). En todas estas excepciones Dinamarca apur¨® la letra del tratado, de la que efectivamente se puede deducir que cada uno de sus grandes platos es optativo. El problema es que los daneses han dado un ejemplo pr¨¢ctico de c¨®mo sacar la m¨¢xima varie-dad de la cocina de Maastricht en el preciso momento en que cuatro pa¨ªses m¨¢s (Austria, Finlandia, Suecia y Noruega) llaman a la puerta y barruntan c¨®mo eludir ciertos guisos.
Tambi¨¦n otros niveles de cooperaci¨®n europea exteriores a la CE se organizan a la carta. El acuerdo de Schengen sobre fronteras, en el que no est¨¢n Irlanda, Dinamarca y Reino Unido. El Eurocorps o Cuerpo de Ej¨¦rcito Europeo, formado por Alemania, Francia y B¨¦lgica y con posibilidades de pr¨®xima presencia espa?ola. Y si se apura el concepto, la Alianza Atl¨¢ntica, en la que Francia tiene un estatuto especial y no est¨¢ Irlanda. Conclusi¨®n: en el restaurante Uni¨®n Europea que abre hoy sus puertas se come seg¨²n el bolsillo y las ganas de cada uno.
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