En el avi¨®n
La angustia se reflejaba en el rostro empapado en sudor de aquel pasajero. Su nerviosismo iba en aumento y no paraba de moverse en el asiento. Finalmente, llam¨® a la azafata."Qu¨¦ desea", pregunt¨® la azafata. El caballero le hizo gestos para que se agachara y comenz¨® a contarle el motivo de su preocupaci¨®n en voz baja: "Este se?or que est¨¢ sentado a mi lado me est¨¢ metiendo mano". La azafata dio un respingo y, sonrojada, mir¨® al horizonte como si no hubiera escuchado nada. Lentamente volvi¨® la cabeza hacia el acusado y vio que se trataba de un caballero de aspecto oriental, no s¨®lo por la oscuridad de su piel y sus ojos sino tambi¨¦n por el turbante de color amarillo que luc¨ªa orgulloso. Al cruzar su mirada con la de la azafata, el oriental sonri¨® generosamente descubriendo unos blanqu¨ªsimos dientes, entre los que destacaban los incisivos superiores que eran de plata.
La azafata se inclin¨® hacia el caballero y dijo: "No s¨¦ qu¨¦ hacer, yo...". "Usted es responsable de la seguridad de los pasajeros", argument¨® el caballero.
"Pero, ?est¨¢ usted seguro de lo que dice", replic¨® la azafata. "Completamente, se?orita. Tengo una gran sensibilidad en la zona objeto de los tocamientos". "Ver¨¢... para m¨ª esta situaci¨®n es nueva", dijo la azafata. "Y para m¨ª tambi¨¦n. No estar¨¢ insinuando que estoy acostumbrado a este tipo de relaciones", protest¨®. "No, disc¨²lpeme. Dar¨¦ parte al resto de la tripulaci¨®n".
El avi¨®n aterriz¨®. Antes de ser desalojado, un azafato se acerc¨® al caballero y dijo: "Si lo desea, puede hacer una denuncia en la oficina de la polic¨ªa". "No creo que sea necesario. Debe tratarse de un enfermo mental". "Sin duda, pero tenemos obligaci¨®n de dar parte de los incidentes antes de atravesar la barrera internacional, compr¨¦ndalo", coment¨® el azafato. "Como usted quiera"
Al llegar a la terminal, el caballero y el azafato, acompa?ados de un par de polic¨ªas, se acercaron al pasajero oriental. Los polic¨ªas se lo llevaron por un pasillo sin que en ning¨²n momento dejara de sonre¨ªr.
El pasajero acosado sali¨® a la calle y se subi¨® en un autom¨®vil. Entreg¨® su malet¨ªn a un individuo y coment¨®: "Hoy no he podido controlar mis nervios. He tenido que servirme de un pasajero". El acompa?ante abri¨® el malet¨ªn y extrajo una bolsita que conten¨ªa un polvo blanco. Tras examinarla coment¨®: "Todos perdemos facultades con la edad, pero ha merecido la pena, ?no crees?". Y acto seguido entreg¨® a nuestro hombre un grueso fajo de billetes. "S¨ª, desde luego", contest¨®, mientras miraba complaciente el dinero.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.