El brit¨¢nico inquieto
Pocas cosas le quedan por intentar a John McLaughlin con la guitarra. La ha acariciado con la mente puesta en los ragas indios y la ha exigido sin compasi¨®n hasta alcanzar el cl¨ªmax caracter¨ªstico de los punteos psicod¨¦licos de Jimi Hendrix. Le ha servido para cortejar, con aristocr¨¢ticos modales, a la pianista cl¨¢sica Katia Labeque, y para peregrinar, junto a Paco de Luc¨ªa, en pos del duende flamenco. McLaughlin tambi¨¦n ha tocado guitarras de todos los or¨ªgenes y formas. L¨®gicamente, en este proceso el brit¨¢nico inquieto se ha hecho popular entre aficionados de g¨¦neros muy diversos. Los seguidores de su faceta jazzistica deben remontarse a 1969, a?o en que debut¨® discogr¨¢ficamente a su nombre con un extraordinario trabajo llamado Extrapolation, para encontrarse con el McLauglilin de cierto peso hist¨®rico en este campo.Da la sensaci¨®n de que el guitarrista se toma de vez en cuando la licencia de montar grupos sin prop¨®sito. definido, s¨®lo para disfrutar. Este, que debut¨® en territorio nacional en el pasado Festival de San Sebasti¨¢n, presenta un aspecto ambiguo, una cara de p¨®quer verdaderamente inescrutable. Por su configuraci¨®n instrumental podr¨ªa suponerse que apuesta fuerte por recrear el ambiente t¨®rrido de los t¨ªpicos tr¨ªos de ¨®rgano, guitarra y bater¨ªa que hicieron furor en los a?os cincuenta, pero enseguida se comprueba que la banda aspira a ganar m¨¢s de un envite.
John MeLaughlin
John McLaughlin (guitarra), Joey Defrancesco (¨®rgano y trompeta), Dennis Chambers (bater¨ªa). Teatro Monumental. Madrid, 2 de noviembre.
En el concierto hubo un poco de todo. McLaughlin altern¨® destellos de correoso guitarrista de rhythm & blues con fantas¨ªas inspiradas en eminentes compa?eros de cuerda estil¨ªstica, como Pat Metheny o John Scofield. Un acorde ¨¢spero y juvenil daba paso a una l¨ªnea de endiablada rapidez, como si la mano se transformase, alternativamente, en pesado sapo panzudo y en ratoncillo corret¨®n. No se parec¨ªa al McLaughlin que acaba de editar un disco ac¨²stico en dulce y emotivo homenaje a la m¨²sica del inolvidable Bill Evans. Esta vez, el guitarrista no ten¨ªa previsto darse reposo y busc¨® la compa?¨ªa de otros dos enamorados del v¨¦rtigo.
Pericia y clich¨¦s
Joey Defrancesco dio la impresi¨®n de ser un ferviente consumidor de comida r¨¢pida y un ¨¢vido devorador de manuales del legendario modelo B-3 de ¨®rgano Hammond. S¨®lo as¨ª se explica que a sus 21 a?os haya alcanzado tal pericia t¨¦cnica y se haya cargado con tal lastre de clich¨¦s. Por su parte, Dennis Chambers dio la raz¨®n a quienes le consideran una especie de Elvin Jones del funk. Atesora fuerza cicl¨®pea y agilidad centelleante que le convierten en un verdadero prodigio t¨¦cnico". S¨®lo le falta desprenderse de cierto concepto industrial y megal¨®mano de la percusi¨®n para convertirse en un gran m¨²sico. Suyos fueron los momentos m¨¢s aplaudidos de la noche, y, en Una vistos¨ªsima demostraci¨®n f¨ªsica, ofreci¨® la traducci¨®n literal de la intensidad que Mc Lauglilin esperaba de ¨¦l.
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