El debate sobre elecciones en Italia suscita un clima de guerra civil
"Ladr¨®n", "cornudo", "chisgarab¨ªs" "doblar¨¢s, el espinazo" "cogeremos las armas" y otras expresiones similares se est¨¢n integrando en el lenguaje cotidiano de la pol¨ªtica italiana. Como los supuestos golpes de Estado, las amenazas de escisi¨®n del pa¨ªs y otras muestras de intolerancia, los insultos reflejan el abismo entre los partidarios de que se celebren elecciones cuanto antes y los que querr¨ªan aplazarlas. Es tan profunda la sima, que se habla de clima de guerra civil. Pero la casi totalidad de la calle est¨¢ por ir a las urnas. Por eso, la guerra se limita a la clase pol¨ªtica.
Probablemente, todo quedar¨¢ como un exceso de ret¨®rica de un pa¨ªs que es capaz de cultivarla incluso con el peor gusto para luego reencontrar el equilibrio en el consenso y en nuevos repartos de poder. A fin de cuentas, Italia lleva a?o y medio de revoluci¨®n sin que caigan fortunas ni m¨¢s cabezas que las metaf¨®ricas de la pol¨ªtica. Pero nadie puede excluir a prior? la posibilidad de que la tensi¨®n se propague y que el fuego prenda fuera de la clase pol¨ªtica.La tensi¨®n surge de un Parlamento con frecuencia vocinglero, donde crece alimentada por sectores de la Administraci¨®n, como los servicios secretos, que no est¨¢n dispuestos a pagar el pato de las ilegalidades acumuladas durante a?os de tolerancia. Esa tensi¨®n entra en los hogares a trav¨¦s de la televisi¨®n, que la hincha en debates donde, adem¨¢s de a los pol¨ªticos, se da a c¨¦lebres periodistas o a militares desenfrenados oportunidad de insultar.
Luego, los diarios funden todo esto con la cr¨®nica cotidiana de los ¨²ltimos rumores incontrolados de golpe o desestabilizaci¨®n, y con el interminable relato de qui¨¦n corrompi¨® a qui¨¦n, una saga trufada de an¨¦cdotas que unas veces parecen salidas de la pluma de Bocaccio y otras de las actas de un proceso estalinista. Al cabo de a?o y medio de investigaciones, pese a que el relato tiende a la monoton¨ªa de un Kamasutra de las relaciones desviadas de los negocios con la pol¨ªtica, muchos italianos lo siguen con el mismo entusiasmo que la in fatigable magistratura.
El resultado de semejante bombardeo es una confusi¨®n deseada y provocada capaz de poner a prueba a los esp¨ªritus m¨¢s templados. Y este ambiente de confusi¨®n es, precisamente, el primer argumento que oponen a la celebraci¨®n de elecciones democristianos y socialistas. El segundo es que Italia saldr¨¢ de las urnas dividida en un norte geogr¨¢fico dominado por la Liga, un centro del Partido Democr¨¢tico de la Izquierda (PDS, ex comunista) y un sur controlado por la Democracia Cristiana (DC).
Las amenazas de Bossi
Umberto Bossi, el l¨ªder de la Liga Norte, despierta los peores fantasmas que puede suscitar ese panorama con sus reiteradas amenazas de escindirse y abandonar las instituciones de Roma si no se convocan elecciones. Bossi es el colmo de la tensi¨®n verbal en esta situaci¨®n deteriorada. Impreca, escupe insultos desmedidos y hasta amenaza con que "la revoluci¨®n" cortar¨¢ la cabeza de un juez que se ha atrevido a investigar a un correligionario de la Liga.
Frente a las bravatas de Bossi, Mino Martinazzoli, el secretario de la DC, incapaz de dar la menor se?al renovadora, propone "tomar las armas". Un carabinero le respondi¨® en un reciente debate televisivo que las fuerzas armadas no seguir¨¢n las consignas de los que ya han destrozado Italia.
El PDS, por su parte, se esfuerza por razonar fr¨ªamente los datos b¨¢sicos del problema: m¨¢s de la mitad de los parlamentarios actuales, sobre todo los democristianos y socialistas, est¨¢n investigados por corrupci¨®n; las pr¨®ximas elecciones no dar¨¢n probablemente una nueva mayor¨ªa, pero s¨ª unas c¨¢maras menos sospechosas, m¨¢s capaces de afrontar la soluci¨®n pol¨ªtica del problema de la corrupci¨®n sin ser acusadas de autoabsoluci¨®n y m¨¢s adecuadas para garantizar una estabilidad que, en las circunstancias actuales, no pueden ofrecer ni el Gobierno ni el presidente de la Rep¨²blica.
El Partido Socialista Italiano (PSI), que perder¨ªa en las urnas casi todo el centenar de diputados que tiene, y, sobre todo, la DC dejan al PDS solo junto a la Liga.
Pero socialistas como Bettino Craxi y democristianos como Giulio Andreotti o Antonio Gava, que ha quedado implicado junto a su colega Vincenzo Scotti en la apropiaci¨®n de fondos de los servicios secretos, seguir¨¢n confluyendo en los intentos de implicar en la corrupci¨®n al jefe de Estado mientras se muestre dispuesto a disolver el Parlamento en enero para que, en marzo, los italianos vayan a las urnas.
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