Irlanda gana en la calculadora
El choque de Belfast fue intenso, pero de baja calidad
Los irlandeses son gente de ideas simples y fantas¨ªas complicadas. Lo de ayer, en Belfast, fue una mezcla de ambas cosas. En el c¨¦sped, un mont¨®n de ideas fijas. En la grada, un delirio de fantas¨ªa aritm¨¦tica: diferencias y porcentajes hasta que, en el minuto 90, la calculadora dijo que s¨ª. Que la Rep¨²blica de Irlanda estaba en Estados UnIdos,con Espa?a.Los jugadores de Jackie Charlton tardaron en comprender las se?ales que les hac¨ªan desde el banquillo, con profusi¨®n de dedos y manos abiertas. En cuanto son¨® el silbato final, Quinn, el gigantesco delantero de la Rep¨²blica, corri¨® hacia la banda y se abalanz¨® sobre un grupo de reporteros radiof¨®nicos para hacer una pregunta muy esclarecedora sobre el partido: "?Qu¨¦ ha pasado?". La Rep¨²blica de Irlanda, que no hab¨ªa perdido ninguno de los diez primeros partidos de clasificaci¨®n, fracas¨® en el und¨¦cimo contra Espa?a y roz¨® el desastre en el ¨²ltimo. Entre Hierro en Sevilla, un gol tard¨ªo y la magia de los n¨²meros, todo acab¨® felizmente, con la Rep¨²blica clasificada, Irlanda del Norte con el orgullo a salvo y las calles sin disturbios.
El partido hab¨ªa comenzado con una sonrisa secreta. Cosas como el gol de San Marino a Inglaterra, a 15 segundos del saque de centro, hacen una cierta gracia en todos los confines de Irlanda. Pero la sonrisa oculta se borr¨® muy pronto. En su lugar quedaron la mueca nerviosa de la Rep¨²blica y los dientes apretados de los del norte. Los priMeros, los del sur, acostumbrados a jugar sin la presi¨®n de ser favoritos, notaban esta vez la responsabilidad.
Los norirlandeses estaban ya eliminados, pero quer¨ªan ganar a toda costa. Por despedir al viejo t¨¦cnico Billy Bingham y, sobre todo, por el enfrentamiento pol¨ªtico-religioso.
La primera parte, completa, fue un asunto t¨ªpicamente norirland¨¦s. Sudor, voluntad, desorden y mucho drama. De f¨²tbol, poquito, y casi siempre en las botas del norte. Algo muy ¨¢spero debi¨® decirles Charlton a sus jugadores durante el descanso, porque se les pas¨® el embotamiento. Los primeros diez minutos fueron una asfixia para los norirlandeses, atrincherados en su ¨¢rea. El banquillo del sur, puesto en pie, ya casi bailaba la danza del gol cuando se llev¨® el gran susto. Dowie, un novato que llevaba pocos segundos en el c¨¦sped, centr¨® un bal¨®n al ¨¢rea y JimmyQuinn, con una volea sin miramientos, rompi¨® la red. Bonner, el veteran¨ªsimo portero de la Rep¨²blica, se qued¨® como congelado en su palomita. Mientras el estadio enloquec¨ªa, Charlton y su gente empezaron a sacar las calculadoras. Las cuentas no sal¨ªan. Hac¨ªa falta un gol.
La Rep¨²blica de Irlanda tard¨® s¨®lo tres minutos en conseguirlo. McLougHlin, otro reci¨¦n llegado al terreno de juego, recogi¨® el rechace de una falta y, de un patad¨®n, volvi¨® a poner en orden la aritm¨¦tica. Con el 1-1 en el marcador y a falta de 13 minutos, el asunto qued¨® terminado.
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