Colecci¨®n
Puede que se hunda la General Motors, pero la belleza de los bosques de Pensilvania seguir¨¢ ardiendo siempre con el mismo esplendor, pensaba yo mientras las diversas oleadas de amarillos, violetas y rojos flam¨ªferos del oto?o se dilu¨ªan en un incendio que mi autom¨®vil iba absorbiendo camino de Filadelfia, donde hab¨ªa sido invitado a visitar una famosa colecci¨®n privada de pintura. En su palacete de tres plantas me esperaba mister Evans. Para llegar hasta ¨¦l hab¨ªa salido de Nueva York esa ma?ana en que el peri¨®dico daba la noticia de una ca¨ªda grav¨ªsima de la Bolsa y de otros presagios nefastos para la econom¨ªa. A pesar de tantas calamidades, el paisaje permanec¨ªa intacto con toda su elegancia, y lo mismo pude comprobar de mister Evans, que era un tipo refinado, hijo de una familia de conserveros totalmente arruinada. Antes de mostrarme su colecci¨®n, mister Evans propuso que tom¨¢ramos un oporto, y en aquella saleta hab¨ªa dos cuadros de Matisse que soportaron inc¨®lumes nuestra conversaci¨®n acerca de la cat¨¢strofe econ¨®mica que al parecer va a acabar con la hegemon¨ªa de Occidente. Despu¨¦s, el caballero me fue abriendo sucesivos salones. En las paredes hab¨ªa obras de Paul Klee, varios picassos de la ¨¦poca cubista, algunos lienzos de Braque y de Kandinsky, pero este coleccionista, cuyas empresas estaban en quiebra, era famoso por poseer los mejores cuadros de Mir¨®, que guardaba en una habitaci¨®n de la ¨²ltima planta. Abri¨® para m¨ª aquella estancia y con un dedo muy delicado fue indicando cada una de las obras maestras que all¨ª estaban colgadas. Hab¨ªa tambi¨¦n esculturas de Brancussi y un desnudo de Modigliani junto a una cama met¨¢lica que ocupaba una anciana tapada con un plexigl¨¢s transparente, rodeada de cables, monitores y m¨¢scaras de ox¨ªgeno. Entre dos constelaciones de Joan Mir¨®, el coleccionista mister Evans tambi¨¦n se?al¨® con exquisita desgana aquella cama diciendo: "Es mam¨¢, que est¨¢ agonizando". Y sigui¨® mostr¨¢ndome su colecci¨®n impasible en medio de la belleza y de la ruina.
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