?Val¨ªa Ia pena tanto esfuerzo?
M¨¢s all¨¢ de su desenlace, la larga batalla por el Acuerdo de Libre Comercio de Norteam¨¦rica (NAFTA, en EE UU) dejar¨¢ huellas profundas en, por lo menos, dos de los tres pa¨ªses a los que afecta. O mejor dicho, debido a la forma en que se dio dicha batalla en Estados Unidos, marcar¨¢ por mucho tiempo tanto a esa naci¨®n como a M¨¦xico. En las secuelas de la honda divisi¨®n que provoc¨® el NAFTA en la sociedad, la pol¨ªtica y la cultura norteamericanas conviene buscar los efectos m¨¢s duraderos y significativos de lo que al inicio era s¨®lo un convenio comercial.Por lo menos desde la d¨¦cada de los treinta y las grandes reformas del Nuevo Trato de Franklin D. Roosevelt -sistema de pensiones, legislaci¨®n del derecho de huelga y de contrataci¨®n colectiva, salario m¨ªnimo-, la contienda por el Acuerdo o Tratado de Libre Comercio (TLC, en M¨¦xico) es la primera disputa en Estados Unidos que adquiere una clara connotaci¨®n de clase. Tradicionalmente y a diferencia de Europa, por ejemplo, o de Am¨¦rica Latina, en Estados Unidos los grandes cortes y debates eran de ¨ªndole tem¨¢tica o ideol¨®gica, mas nunca revest¨ªan un car¨¢cter de clase contundente. En las terribles divisiones que sufri¨® la sociedad norteamericana en torno a la guerra de Vietnam, o m¨¢s recientemente con relaci¨®n al aborto, por ejemplo, en ambos bandos figuraban pobres y ricos, obreros y patrones, blancos y negros, dem¨®cratas y republicanos, etc¨¦tera.
No es el caso en lo tocante al TLC. Por primera vez, las ¨¦lites norteamericanas se hallan completamente unificadas: a favor del libre comercio con M¨¦xico est¨¢n dem¨®cratas y republicanos, empresarios, ex presidentes y ex secretarios de Estado, premios Nobel y juntas editoriales de los grandes medios, banqueros y pol¨ªticos destacados. A la inversa, en contra del convenio se han unificado las masas en su totalidad: todos los sindicatos, todos los grupos de defensa del consumidor, las m¨¢s nutridas agrupaciones ecologistas, las organizaciones negras y los diputados y senadores m¨¢s directamente vinculados en t¨¦rminos electorales a esos sectores. Las Iglesias, los grupos de base, la vieja izquierda estadounidense: todo lo que se acerca a lo popular, lo pobre, lo excluido, se encuentra tan unificado en contra del tratado como lo est¨¢n a favor los sectores m¨¢s poderosos del pa¨ªs. S¨®lo el multimillonario Ross Perot, exc¨¦ntrico representante de un electorado obrero y de clase media desplazada, constituye una excepci¨®n parcial, acompa?ado por algunos empresarios del textil aislados y vilipendiados por sus pares incluso dentro de la misma industria.
Es esta caracter¨ªstica la que le ha impuesto un giro in¨¦dito al debate sobre el NAFTA en Estados Unidos. Ha provocado divisiones m¨¢s hondas, heridas m¨¢s dolorosas y pasiones m¨¢s encendidas que otras disputas, y en proporciones que rebasan de lejos lo que los atributos intr¨ªnsecos del asunto realmente ameritan. Ha opuesto a un presidente a su partido, a una ¨¦lite que siempre pudo ocultar su existencia a masas que nunca se configuraron como tales en una contienda pol¨ªtica, intelectuales dizque progresistas con sus antiguos aliados de la lucha contra las guerras de Vietnam, de Nicaragua, de El Salvador.
Si se tratara ¨²nicamente de un problema interno de Estados Unidos, las repercusiones ser¨ªan, despu¨¦s de todo, s¨®lo asunto de los americanos. Pero como el convenio es entre tres, y sobre todo con M¨¦xico, de manera inevitable las peculiaridades de la discusi¨®n inciden en las ventajas y los inconvenientes del pacto para el pa¨ªs vecino. Aqu¨ª yace el aspecto m¨¢s tr¨¢gico quiz¨¢s de toda la aventura para M¨¦xico. En la medida en que las coaliciones tradicionales de Estados Unidos para lograr la aprobaci¨®n de acuerdos internacionales se desvanecieron, el presidente Bill Clinton tuvo que ir consiguiendo voto por voto la ratificaci¨®n. Y esta t¨¢ctica de menudeo legislativo implic¨® concesiones mexicanas a cada diputado norteamericano, producto por producto, sector por sector, Estado por Estado.
De tal suerte que las autoridades mexicanas se vieron obligadas a compromisos posteriores a la negociaci¨®n del tratado propiamente tal, y que destruyeron el fr¨¢gil equilibrio anteriormente logrado, ya de por s¨ª sesgado a favor de Estados Unidos. En una serie de rubros en los que M¨¦xico pod¨ªa resultar competitivo en Estados Unidos -o dentro del mercado mexicano- fue preciso realizar concesiones que satisficieran las necesidades pol¨ªticas de los legisladores norteamericanos. Fue el caso del jugo de naranja, a las exportaciones del cual M¨¦xico acept¨® fijar un tope, para complacer a los diputados del Estado de Florida. Fue el caso del az¨²car de ca?a: se acept¨® un techo a las ventas a futuro al mercado norteamericano a cambio del voto de los diputados de Luisiana. E, indirectamente, fue tambi¨¦n el caso de las exportaciones de hortalizas estacionales mexicanas a Estados Unidos. Del mismo modo, el Gobierno del presidente Carlos Salinas se vio obligado a acelerar la desgravaci¨®n -es decir, facilitar el acceso al mercado mexicano- de productos americanos exportados a M¨¦xico que enfrentaban una verdadera competencia: vidrio plano, vino, enseres electrodom¨¦sticos, productos oleaginosos. Y en los ¨²ltimos d¨ªas previos a la votaci¨®n en Washington hubo que entablar negociaciones sobre las tradicionales exportaciones de jitomate al mercado norteamericano, y, peor a¨²n, sobre la repatriaci¨®n forzada de los presos mexicanos encarcelados principalmente en California para cumplir su sentencia en M¨¦xico, a costa del erario mexicano.
Debido a esta din¨¢mica del uno por uno, las ventajas del TLC para M¨¦xico fueron mengu¨¢ndose y el coste paulatinamente se elev¨®. Cada vez m¨¢s, result¨® necesario renunciar a logros anteriormente conseguidos, y pagar a precios onerosos las conquistas que se pudieron conservar. Como todo indica, este proceso mediante el cual las ventajas del tratado para M¨¦xico van siendo carcomidas como resultado de la lucha interna norteamericana no concluye con la votaci¨®n por el Congreso de Washington, la duda queda abierta: ?val¨ªa la pena tanto esfuerzo, tanto tiempo y tribulaci¨®n para alcanzar tan poco?
es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico.
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