Las grietas de las 'Mil y una noches'
Los Emiratos Arabes se mantienen unidos en la riqueza petrolera y en el temor al poderoso vecino Ir¨¢n
Bajo un t¨®rrido calor de invierno, m¨¢s de 35 grados cent¨ªgrados, decenas de trabajadores procedentes de los pa¨ªses -m¨¢s diversos del Tercer Mundo se afanan sudorosos por culminar los ¨²ltimos detalles de una gigantesca tribuna blanca en una de las avenidas de Abu Dabi. All¨ª se celebrar¨¢ el 2 de diciembre la fiesta nacional. Un rito que se repite machaconamente cada a?o como si de la costumbre fuera a surgir una naci¨®n. La federaci¨®n de los Emiratos ?rabes Unidos (EAU), el pa¨ªs con mayor renta per c¨¢pita del mundo, en realidad no existe. Los 22 a?os que le separan de la vida beduina apenas han logrado generar un sentimiento de unidad.Abu Dabi, que aporta el 801/6 del petr¨®leo de los EAU y Dubai, que posee casi el 20% restante, no se soportan desde 1830. Pese a proceder de la misma tribu, la Bani Yas, se comportan como rivales altaneros. El temor a Ir¨¢n y el no menor respeto que inspira Arabia Saud¨ª y sus supuestas ambiciones territoriales, les mantienen unidos. Los otros cinco emiratos que componen los EAU, (Sharya, Ras al Jaimah, Um al Qaiwain, Achman y Fuchaira) no aportan apenas riqueza. Su pobreza les mantiene ligados a los dos principales.
No hay partidos pol¨ªticos ni cauces para la disidencia. El Consejo Federal de la Naci¨®n, el Parlamento, tiene 40 miembros designados por los siete jeques gobernantes. No hay elecciones, ni planes de celebrarlas. No est¨¢ en la tradici¨®n del desierto votar en una urna a los jefes de la familia o de la tribu. Casi tres a?os despu¨¦s del final de la guerra del Golfo nada ha cambiado. Los problemas, pese a los espectaculares avances operados en la zona, siguen resolvi¨¦ndose en los Majlis (consejos), especie de audiencias en las que el jeque arbitra en las disputas como si fuera un rey Salom¨®n.La vida del imigrante
Hasan, un paquistan¨ª de 45 a?os de la regi¨®n de Baluchist¨¢n, es un mero espectador de la riqueza de los EAU. Es uno de los 1,6 millones de inmigrantes que trabajan en el pa¨ªs. Malvive sentado en un taxi naranja. Conduce por Dubai 17 horas diarias, siete d¨ªas por semana. Cada medio a?o vuelve a casa cuatro meses "para poder dormir un poco", asegura. En ¨¦poca de trabajo gana 5.400 pesetas, lo que cuesta uno de los ramos de flores frescas importadas desde Holanda que adornan los hoteles de lujo de Abu Dabi. Hasan paga mensualmente tres veces esa cantidad por una habitaci¨®n cutre que comparte con otros cuatro tan pobres como ¨¦l. Cada mes env¨ªa a casa 54.000 pesetas, una fortuna con la que viven su mujer y siete hijos. Su vida es de esclavo, pero en su pa¨ªs las cosas est¨¢n mucho peor.
Otros inmigrantes proceden de la vieja Europa, o de Estados Unidos. Unos trabajan en hospitales como especialistas, otros, los menos, disfrutan de contratos millonarios con empresas intemacionales o desarrollan importantes funciones de asesoramiento local. ?stos son la ¨¦lite de la segunda divisi¨®n.
En el elegante barrio de Maharba, en Abu Dabi, los jovenes de 17 a?os Sane, Said y Abdehamed, nunca han o¨ªdo hablar de la pobreza. Caminan embuchados en deshdashas (t¨²nicas) con un majestuso halc¨®n de tres anos, llamado Grae (calvo, en ¨¢rabe) prendido en el brazo. Van a jugar a un descampado. All¨ª, el p¨¢jaro aprende a cazar matando palomas atadas de una pata. Ellos son los locales. La ¨¦lite. Son parte de los 400.000 ciudadanos que tienen como privilegio la nacionalidad de los EAU, una clase herm¨¦ticamente cerrada a los advenedizos.
En los EAU apenas existe una docena de casos de sida que afecten a locales. ?stos se hallan aislados del resto de la comunidad, bien en hospitales o en sus hogares, en una especie de arresto domiciliario. Siempre bajo vigilancia. No pueden salir libremente a la calle, ni relacionarse con otros. Los enfermos que no poseen la nacionalidad de los EAU tienen otra soluci¨®n: son inmediatamente expulsados del pa¨ªs. Cada inmigrante que llega a los EAU pasa un reconocimiento m¨¦dico obligatorio. En este chequeo se le efect¨²a la prueba del sida sin solicitar su autorizaci¨®n. "Tampoco se pide permiso a un entiermo para obtener una radiografia" afinna el primer asesor del ministro de Sanidad.El 'dinero negro' se seca
El dinero del petr¨®leo, que durante a?os reg¨® generosamente las finanzas de los EAU y que sirvi¨® para arrancar del desierto enormes y bellos jardines, carreteras y autopistas deltes carriles adornadas con ¨¢rboles con riego individualizado, casonas de m¨¢rmol blanqu¨ªsimo, comienza ya a dar los primeros s¨ªntomas de cansancio grave. El precio del petr¨®leo, que podr¨ªa llegar a caer por debajo de los 10 d¨®lares si Irak se reintegra en el mercado internacional sin una reorganizaci¨®n previa de las cuotas, ha obligado al ministro de Finanzas, Hanidam. bin Rashid, a urgir a sus compa?eros de Gabinete recortes en el gasto de 1994.
Los EAU insisten en diversificar sus fuentes de ingresos fuera del sector petrolero. El turismo, una de sus m¨¢s recientes apuestas, se topa con enormes dificultades: el clima, dur¨ªsimo en verano, y los elevados precios que lo convierten en altamente selectivo. En Dubai, las autoridades han construido la zona franca de Jabal Al¨ª, el puerto artificial m¨¢s grande del mundo, con la esperanza de convertirse en el nuevo Hong Kong. Cien kil¨®metros cuadrados esperan, con todas las instalaciones terminadas, la llegada de las empresas extranjeras.
Sin embargo, el futuro pol¨ªtico de los EAU es una gran inc¨®gnita. El pa¨ªs se mantiene, con algunos sobresaltos, en torno a su presidente, el jeque Zayed bin Sultan An Nahyan, quien supera con creces los 70 a?os. Nadie quiere hablar del despu¨¦s. Ir¨¢n, con el que tiene una pugna diplom¨¢tica por la soberan¨ªa de la estrat¨¦gica isla Abu Musa, en las puertas del golfo P¨¦rsico, es su principal y m¨¢s grave amenaza exterior. Para defenderse de ella, dependen del poder¨ªo militar de Estados Unidos. Petr¨®leo y defensa han logrado el milagro: todos pueden hacer negocios sin tener que hablar de democracia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.