Historia de una erosi¨®n
SERGU?I PARJ?MENKOEl articulista describe en este texto el car¨¢cter ca¨®tico e imprevisible de los numerosos cambios habidos en el equipo del presidente Yeltsin durante su mandato.
No hab¨ªa pasado ni una semana desde el aplastamiento de la sublevaci¨®n montada por los partidarios del disuelto Parlamento, cuando en Mosc¨² comenzaron a circular muy activamente rumores de que fue planificada y provocada por el equipo de Bor¨ªs Yeltsin. A estas suposiciones, como a muchas parecidas, se les puede contraponer un solo argumento, b¨¢sico: el equipo de Yeltsin es incapaz de elaborar y, mucho menos, de realizar un plan as¨ª. M¨¢s a¨²n: el presidente de Rusia no tiene ning¨²n equipo, si entendemos por ello un n¨²cleo consolidado y capaz de actuar.Por pura casualidad, fui el ¨²nico periodista que tuvo la posibilidad de contemplar los sucesos del 3-4 de octubre desde el interior de la principal sede administrativa del Krenilim. Muchos de los funcionarios presidenciales se pusieron furiosos cuando el peri¨®dico Segodnia (Hoy) public¨® mi reportaje: mostraba uas horas de confusi¨®n, que dejaron perplejo al aparato presidencial en un momento tr¨¢gico de crisis. La reacci¨®n de los funcionarios presidenciales es injusta, pues aquella debilidad, aquella falta de coordinaci¨®n y el car¨¢cter ca¨®tico de sus acciones les sirve ahora de mejor coartada contra las acusaciones de perfidia.
En una de sus obras tempranas, Graham Greene describi¨® las villas y palacios del anta?o espl¨¦ndido malec¨®n de La Habana. En un siglo y medio bajo la acci¨®n del viento salado del mar, los suntuosos edificios parec¨ªan haberse convertido en una cadena de rocas, carcomidas por la erosi¨®n y m¨¢s parecidas a una formaci¨®n natural que a la obra de manos humanas. En mi opini¨®n, algo parecido ocurri¨® con el Krenilin -no con sus murallas sino con las personas que lo llenan- desde que Bor¨ªs Yeltsin, en verano de 1991, ocup¨® el cargo de primer presidente de Rusia. Este equipo tambi¨¦n fue sometido a la implacable y violenta fuerza de la erosi¨®n. Pero esta vez fue la erosi¨®n pol¨ªtica..
Por supuesto, el equipo de Yeltsin no estuvo siempre en una situaci¨®n tan deplorable. Su formaci¨®n inicial -antes de la toma de posesi¨®n del presidente- se subordin¨® a una l¨®gica bastante estricta y a unas tradiciones de formaci¨®n de cuadros bastante racionales. Los analistas distingu¨ªan en aquel entonces en el entorno presidencial dos clanes diferentes y en ciertos puntos rivales, cuya existencia ten¨ªa un sentido claro y natural.
El primer clan sol¨ªa llamarse el grupo de Sverdlovsk, al cual pertenec¨ªan las personas que acompa?aron a Yeltsin durante todo el curso de su carrera administrativa y pol¨ªtica. Estuvieron a su lado cuando era el primer secretario del comit¨¦ regional del PCUS (Partido Comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica) de SverdIovsk (lo que significa el due?o omnipotente de la m¨¢xima regi¨®n industrial). Se trasladaron con ¨¦l a Mosc¨² cuando fue nombrado jefe del comit¨¦ del partido de Mosc¨² (lo que significa el soberano omnipotente de la capital-megal¨®polis de 10 millones de habitantes). Sobrevivieron con Yeltsin la ca¨ªda en desgracia y la dureza de los caudillos del partido con aquel que result¨® ser el ¨²nico hereje en la c¨²spide del PCUS en el comienzo de la perestroika.
El segundo clan, llamado el grupo de Mosc¨², estaba formado por las personas m¨¢s destacadas de los c¨ªrculos intelectuales reformistas de la capital, los disidentes, las primeras organizaciones democr¨¢ticas que se atrevieron a pretender una influencia pol¨ªtica m¨¢s o menos seria en la entonces escasa y desorganizada oposici¨®n parlamentaria a la mayor¨ªa comunista. Apostaron por Yeltsin en 198889, cuando atisbaron que tras la apariencia de t¨ªpico general del partido hab¨ªa un hombre lleno de energ¨ªa y de ambiciones sanas, capaz de hacer estallar el sistema comunista, ya debilitado por las reformas de Mijail Gorbachov.
El tiempo ha demostrado ya que el grupo de Mosc¨² no era el partido de Bor¨ªs Yeltsin, sino el de Andr¨¦i S¨¢Jarov, el aut¨¦ntico l¨ªder moral y la autoridad indiscutible para la ¨¦lite intelectual que se rebel¨® contra el r¨¦gimen totalitario del PCUS. Pero el premio Nobel muri¨® inesperadamente en diciembre de 1989 y Yeltsin pareci¨® ser el sucesor evidente del difunto l¨ªder.
El siglo de oro de la historia del equipo presidencial, su periodo m¨¢s activo y fruct¨ªfero, va desde diciembre de 1990, cuando Bor¨ªs Yeltsin present¨® en p¨²blico su Consejo Presidencial (aunque a¨²n no era presidente). Los l¨ªderes de ambos grupos trabajaban all¨ª codo a codo, y quien encabez¨® este "n¨²cleo pensante" fue Guennadi B¨²rbulis.
B¨²rbulis, el m¨¢s poderoso consejero de Yeltsin, alcanz¨® la cima de su carrera e influencia cuando llev¨® al poder al Gobierno reformista de Yegor Gaidar, en diciembre de 1991. Lo hizo con el apoyo del grupo de Mosc¨² y a pesar de la resistencia del grupo de Sverdlovsk, que desde entonces odi¨® a B¨²rbulis, tach¨¢ndole de "tr¨¢nsfuga".
El equipo de Gaidar, cuya fuerza principal consist¨ªa precisamente en que estaba unido, rode¨® densamente al presidente, colaborando con los moscovitas. La rivalidad entre los dos clanes en la Administraci¨®n adquiri¨® formas abiertas y fren¨¦ticas, pero la guardia de Sverdlsvsk se vio en minor¨ªa y empez¨® a retroceder. Salieron del juego Yuri Sk¨®kov y Oleg L¨®bov, cuya autoridad se hab¨ªa basado en la influencia entre los adalides del complejo militar industrial. Poco a poco lograron sacar del Kremlin a Yuri Petrov, el jefe del aparato presidencial. Se redujeron los poderes de los ayudantes y secretarios m¨¢s cercanos a Yeltsin, tales como Lev Suj¨¢nov o V¨ªktor Ilitishin.
Pero en esta etapa, cuando el resultado de la lucha parec¨ªa ya casi determinado, intervino una fuerza exterior con un desmedido potencial destructivo: el Parlamento ruso. Su mayor¨ªa conservadora rechaz¨® rotundamente la ideolog¨ªa de la reforma econ¨®mica de Gaidar y declar¨® una aut¨¦ntica guerra exterminadora no s¨®lo al Gobierno de los chicos de Ch¨ªcago, sino tambi¨¦n a todos los que les apoyaban. La presi¨®n parlamentaria oblig¨® a Yeltsin a aceptar varias rebajas en el rango de B¨²rbulis, que fue perdiendo la mayor¨ªa de sus derechos y competencias. Mija¨ªl Poltoranin, la figura central de los moscovitas supervivientes, se convirti¨® en blanco de los duros ataques de los conservadores.
Entre tanto reapareci¨® Sk¨®kov, que logr¨® crear en el coraz¨®n de la administraci¨®n presidencial un omnipotente superministerio de la pol¨ªtica -el S¨®viet de la Seguridad-. Oleg L¨®bov le sustituy¨® poco despu¨¦s como secretario de este s¨®viet.
La expulsi¨®n final de B¨²rbulis y de Poltoranin del Olimpo presidencial se adelant¨® un poco a la destituci¨®n, por la votaci¨®n en el Congreso de los Diputados Populares, de Yegor Gaidar en diciembre de 1992. Y al nombramiento del moderado V¨ªktor Chernomirdin como primer ministro, tras la disoluci¨®n del Gobierno reformista por gerentes pr¨¢cticos m¨¢s o menos conservadores de escuela socialista, sigui¨® la derrota completa de los restos del grupo moscovita.
Para ser justo, hay que se?alar que B¨²rbulis y Poltoranin, al perder los puestos oficiales, conservaron la posibilidad del contacto personal con Yeltsin. Y en la tradici¨®n pol¨ªtica rusa, la "cercan¨ªa al o¨ªdo del se?or" siempre era el m¨¢ximo privilegio.
Al final de una historia llena de intrigas, Yeltsin vio su equipo reducido a ruinas. Pero la pol¨ªtica no aguanta el vac¨ªo. Y las lagunas en el entorno presidencial empezaron a llenarse r¨¢pidamente. En primer lugar, aumentaron exageradamente las competencias de los veteranos supervivientes del entomo de Yeltsin. En su puesto de primer ayudante del presidente, V¨ªktor Iliushin adquiri¨® una enorme influencia sobre la agenda de Yeltsin.
Otra de las consecuencias parece muy l¨®gica, teniendo en cuenta que la estrategia presidencial en la pol¨ªtica interior durante casi un a?o se redujo al enfrentamiento con la intransigente mayor¨ªa parlamentaria. Los altos puestos del Gobierno, claves para toda la Administraci¨®n presidencial, y los del mismo aparato del Kremlin iban siendo ocupados por los diputados disidentes. Vlad¨ªmir Shumeiko y Yuri Yarov, ex vicepresidentes del S¨®viet Supremo, se convirtieron en vicepremiers del Gobierno. Sergu¨¦i Fil¨¢tov, el principal rival del presidente del Parlamento, Rusl¨¢n Jasbul¨¢tov, fue nombrado jefe de la Administraci¨®n presidencial.
Todos resueltos y, a su modo, con talento y fieles al presidente, pero, por muy buenas que sean sus intenciones, no pueden formar una tripulaci¨®n com¨²n. El ejemplo que evidencia el car¨¢cter ca¨®tico de las infinitas inauguraciones y traslados de muebles en el Kremlin es la historia de la creaci¨®n en la primavera del nuevo Consejo Presidencial, ya el segundo en dos a?os de la estancia de Yeltsin en el puesto del jefe del Estado. Evgueni Kiseliov, autor y presentador del famoso programa de televisi¨®n Resumen- (Itogui), recibi¨® inesperadamente una llamada del jefe del servicio de prensa del Kremlin. ?ste le pidi¨® que le mandara urgentemente por fax la lista con los nombres y tel¨¦fonos de los expertos que sol¨ªan analizar los sucesos pol¨ªticos para el programa. Dos d¨ªas despu¨¦s, Kiseliov encontr¨® su fax en las p¨¢ginas de los peri¨®dicos, reproducido en su integridad en el decreto presidencial de creaci¨®n del nuevo ¨®rgano de consulta. No se puede dudar de la agudeza, competencia y responsabilidad de los polit¨®logos Gueorgui Sat¨¢rov y Andranik Migrani¨¢n, de Leonid Smimiagu¨ªn, un experto ¨²nico de la geograf¨ªa pol¨ªtica de los territorios rusos, del etn¨®logo Emil P¨¢in y de sus colegas. Pero todos ellos son conscientes de la casualidad, provisionalidad e inseguridad de su estancia en el Kren-din. All¨ª son forasteros.
Igual de forastero es Yuri Baturin, el actual consejero m¨¢s cercano de Yeltsin de las cuestiones legislativas, jurista brillante que debe su nombramiento al misno programa Resumen. En su curr¨ªculo est¨¢ la democr¨¢tica ley de prensa, en su tiempo acogida triunfalmente por la opini¨®n p¨²blica. En los ¨²ltimos meses, Baturin fue autor de varias leyes y decretos que movieron la pol¨ªtica rusa en un nuevo cauce. Su mano se percibe en el texto del tr¨¢gico Decreto 1.400 de disoluci¨®n del Parlamento ruso, que apret¨® el gatillo de la crisis de octubre. Y aqu¨ª viene la imagen que habla por s¨ª sola: en aquella noche, cuando Mosc¨² se vio en las manos de los insurgentes dementes, el estado mayor presidencial recobr¨® fuerzas y se puso a funcionar s¨®lo despu¨¦s de que el retirado Poltoranin y el expulsado B¨²rbulis tomaran la iniciativa.
Vuelve a las filas la numerosa guardia pretoriana del presidente, cuyos combatientes se vieron obligados a abandonar el campo de batalla pol¨ªtico. El important¨ªsimo proyecto del decreto que determin¨® la f¨®rmula del estado de excepci¨®n en la capital fue redactado por el consejero Baturin y las personas que se encontraban por casualidad a las puertas de su despacho: Mija¨ªl Fed¨®tov (despedido del cargo de ministro de Prensa y nombrado representante de Rusia en la Unesco), Ernst Amet¨ªstov Guez del Tribunal Constitucional que un d¨ªa antes present¨® su dimisi¨®n), Guenri R¨¦znik (abogado cuya presencia en el Krenilin es una inc¨®gnita) e Ili¨¢ Shablinski (el secretario t¨¦cnico de la Comisi¨®n Constitucional del reci¨¦n disuelto Parlamento).
es un comentarista pol¨ªtico ruso.
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