Mineros de placa y pistola
70 policias patrullan a diario por los 3.000 kil¨®metros de cloacas y alcantarillas de Madrid
Son las diez de la ma?ana; da igual. Llueve; da igual. Son las cuatro de la madrugada y no hace fr¨ªo: sigue dando igual. A 15 25 o 50 metros bajo tierra, lo ¨²nico que importa es que la linterna no se apague, o no pisar una rata para que no se revuelva y te muerda, o no resbalar en la porquer¨ªa, o no despe?arse por un pozo estrecho y largo (30 metros) cuando se baja por una escala port¨¢til y no se ve absolutamente nada de lo que le espera a uno all¨¢ abajo.Los 70 polic¨ªas nacionales de la Brigada del Subsuelo que patrullan diariamente las alcantarillas de Madrid se han acostumbrado ya al submundo que conforman 3.000 kil¨®metros de cloacas, en donde moran oscuros buscadores de oro, gatos, millones de ratas y, de cuando en cuando, atracadores que olvidan en la huida las joyas en la mugre.
Estos polic¨ªas especiales trabajan siempre en equipos de cuatro personas como m¨ªnimo. Dos quedan arriba y dos bajan. La coordinaci¨®n entre ambas parejas debe ser perfecta, porque los que se arrastran por los t¨²neles no tienen forma humana de comunicarse con el exterior: en el est¨®mago de Madrid, las radios no funcionan. La t¨¢ctica es la de "a tal hora, en tal alcantarilla, y si no estamos es que algo pasa".
Y algo ocurri¨® el d¨ªa en que el subinspector Chamorro, que lleva 17 a?os en este cuerpo, y su compa?ero no aparec¨ªan por donde ten¨ªan que aparecer. Los compa?eros que esperaban en la superficie se imaginaron que se hab¨ªan perdido en un laberinto de pasadizos. Y era cierto. "Las pasamos moradas hasta que encontramos un colector [cauce de aguas residuales] conocido. Estuvimos casi media hora perdidos por t¨²neles en los que empezaba a faltar el ox¨ªgeno, con un poco de miedo a que se agotara la bater¨ªa de las linternas", cuenta Chamorro.
Un d¨ªa cualquiera se descuelgan por un pozo el subinspector Jes¨²s Ni?o, que lleva un a?o en la brigada, y Bernardino Rubio, un polic¨ªa veterano con m¨¢s de veinte a?os, al que le ha pasado de todo en sus cotidianos viajes al centro de la tierra. Dos compa?eros quedan a pie de alcantarilla con la radio y se desplazar¨¢n en coche hasta el punto de encuentro en la superficie, dentro de dos horas. Hoy todo es f¨¢cil, rutinario. Se trata de un reconocimiento t¨ªpico, un paseo por el subsuelo, cuyo objetivo es, simplemente, descubrir lo an¨®malo. Un paquete que no estaba hace os d¨ªas, una caja, una bolsa: en las alcantarillas, todo lo que no estaba ayer es sospechoso, y estos hombres conocen tan bien los cables de alta tensi¨®n y las tuber¨ªas de hace 50 a?os como sus colegas que patrullan en la calle por los edificios del distrito.
"Enseguida nos damos cuenta de si hay algo extra?o", comenta Ni?o. "A veces tengo la sensaci¨®n de que nos sabemos las alcantarillas de memoria", a?ade. Todos los agentes subterr¨¢neos han hecho un curso sobre explosivos, ya que otra de sus misiones consiste en trillar bajo tierra los recorridos que en la superficie realizan los asistentes a un congreso internacional. Por debajo de los coches oficiales, la Brigada del Subsuelo se pasea para abortar un posible atentado.
El subinspector Ni?o y el polic¨ªa Rubio han llegado a un viaje de agua (antigua canalizaci¨®n hoy en desuso). Se trata de un t¨²nel relativamente limpio, construido con ladrillo en el siglo XVIII. En la pared se adivina una inscripci¨®n que a la luz de la linterna tiembla: "Reinando Fer
Mineros de placa y pistola
nando VI, 1770". La siguiente etapa de la patrulla ser¨¢ recorrer una galer¨ªa de servicios situada a escasos metros de la superficie, cuatro o cinco, iluminada y de una anchura suficiente como para permitir a los agentes caminar erguidos uno al lado de otro. En una palabra, toda una autopista en este universo subterr¨¢neo.Hace 10 o 15 a?os hab¨ªa quien se met¨ªa en estas galer¨ªas de servicios y se llevaba los remates de plomo que coronan algunas de las tuber¨ªas. Ahora, ya no. El precio del plomo ha bajado y a nadie se le ocurre en 1993 arriesgarse a quedarse electrocutado en un cable desprotegido por un par de miles de pesetas.
Buscadores de oro
Pero si los ladrones de plomo pasaron a la historia de las alcantarillas, los personajes m¨¢s misteriosos de este escenario de silencio, oscuridad y mierda todav¨ªa existen. Son los buscadores de oro, los que viven de las joyas que uno pierde por el lavabo o el retrete. Estos buscas (as¨ª es como se les conoce en la jerga del subsuelo), por lo general personas de bastante edad, tambi¨¦n trabajan por parejas. Con 20 metros de tierra y asfalto por encima, pocos se atreven a bajar solos. Una vez dentro, se instalan en un remanso de la corriente en zonas de grandes hoteles. Levantan, a la luz de las linternas, una presa diminuta y con una criba de alba?il remueven el agua almacenada y rescatan anillos, pulseras, dientes de oro.
"Yo vi una vez uno que hab¨ªa encontrado una dentadura entera", dice el polic¨ªa Rubio. "Cuando vienen ser¨¢ porque ganan algo", comenta Ni?o. Cuando los miembros de la Brigada del Subsuelo descubren a los buscadores de oro, los llevan a comisar¨ªa, ya que deambular por las alcantarillas est¨¢ prohibido, pero, si no tienen antecedentes, salen a los pocos minutos en libertad.
La patrulla del subinspector Ni?o y el polic¨ªa Rubio termina en un colector de aguas residuales. Aqu¨ª hay que avanzar agachado, a veces en medio de un r¨ªo de inmundicia. La corriente del agua resuena en las paredes, produciendo un estruendo considerable. Tres ratas han huido en cuanto han visto el centelleo de las linternas. Pero que huyan no es lo normal. Hay polic¨ªas que las pisan en cuanto tienen ocasi¨®n; hay quien, como el subinspector Chamorro, las ignora. Pero el ejemplo mayor de estoicismo y sangre fr¨ªa pertenece al polic¨ªa Rubio. En una patrulla, una rata se le trep¨® por dentro de la pernera del pantal¨®n, casi hasta la ingle. "Me qued¨¦ quieto, casi inm¨®vil, al principio. No la agarre, porque me hubiera mordido. Despu¨¦s sacud¨ª un poco la pierna hasta que se cay¨®", cuenta.
Otra misi¨®n de los polic¨ªas del subsuelo es atrapar a los ladrones de bancos que excavan t¨²neles para acceder a las c¨¢maras del dinero. En una ocasi¨®n, seg¨²n cuenta el inspector jefe de la un?dad, Victoriano Gallego, les avisaron de un robo en una joyer¨ªa. Los ladrones, que se dieron cuenta de que hab¨ªan sido descubiertos nada m¨¢s acabar el robo, se precipitaron a desandar a gran velocidad el camino de alcantarillas usado para llegar a la tienda. Los polic¨ªas, que les persegu¨ªan a poca distancia, encontraron un reguero de joyas en los pozos y en los arroyos de aguas sucias.
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