El arpa amable

El suizo Andreas Wollenweider comenz¨® su actuaci¨®n con un nuevo aire pop, que es la apuesta del m¨²sico en su ¨²ltimo disco, E¨®lian minstrel. M¨¢s bien parec¨ªa un recital de Eliza Gilkyson, la cantante que acompa?a a Wollenwaider, con los dem¨¢s m¨²sicos como acompa?antes de lujo.A su izquierda, el arpista con su mano izquierda en el papel de contrabajo y la derecha arpegiando los acordes. Detr¨¢s, Eberhard Hann a los vientos dando el toque ¨¦tnico andino (con la quena), irland¨¦s (tin whistle), australiano (diggeridoo) o m¨¢s convencional (saxos y flauta). La guitarra, teclados y bater¨ªa, ahondando en el pop.

La interpretaci¨®n y el sonido, excelentes. La consistencia de la m¨²sica fue otro cantar. Las composiciones de Wollenweider son tan evidentes, presumibles y sin misterio que la sorpresa apenas existe, y en m¨²sica, cuando la sorpresa desaparece, el aburrimiento acecha. Fue el signo de la primera parte del concierto.

En la segunda, vari¨® algo el panorama. Comenz¨® con aires a lo Mike Oldfield, y un solo de arpa subi¨® la temperatura. Con mayores dosis de riesgo, Wollenweider cogi¨® el cheng, instrumento oriental, para lograr los mejores momentos del recital, aunque con sus defectos caracter¨ªsticos: composiciones que parece que nunca superan el estado del preludio, sin ahondar en el n¨²cleo del tema. Despu¨¦s recordaron a Stivell, antes de acabar con el punto m¨¢s misterioso de una noche irregular, marcada por un arpa amable.