Sobredosis de realidad y lipotimias
A m¨ª una vez me dio una lipotimia. Estaba cenando con unos amigos y de repente me pareci¨® que entre sus gestos y sus voces hab¨ªa cierta descoordinaci¨®n. El descoordinado era yo, claro, que percib¨ªa la realidad a saltos, como si le faltaran fotogramas. Esto del desmayo, al principio, te da mucha verg¨¹enza porque no sabes qu¨¦ van a pensar de ti cuando te desplomes sobre la sopa de ajos, de manera que te defiendes haciendo gestos absurdos con los que intentas aparentar que no te pasa nada. Esta fase dura muy poco: en seguida notas que no tiene ning¨²n dominio sobre el movimiento de tus brazos y luego comienzas a caer por un pozo de dicha que conduce a la p¨¦rdida de la conciencia. Los segundos que preceden a esa p¨¦rdida son de una felicidad insufrible, por eso quiz¨¢ te desmayas, porque es que no se puede soportar tanto gozo. La lipotimia es, pues, una peque?a muerte de la que vuelves con la verg¨¹enza de haber dado el espect¨¢culo, pero descansado de las impurezas que la provocaron. Porque yo creo que esa bajada de tensi¨®n, esa muerte provisional, constituye una defensa del organismo frente a las sobredosis de realidad.La cuesti¨®n es que Madrid llevaba ya una temporada padeciendo unos excesos de realidad insoportables, de manera que esta semana no pudo m¨¢s y sufri¨® tambi¨¦n una ca¨ªda de tensi¨®n, una lipotimia. De s¨²bito, el Metro se detuvo, los sem¨¢foros cerraron sus p¨¢rpados, y Madrid se muri¨® el tiempo que dura una lipotimia. En realidad, no fue nada grave, aunque todas las emisoras de radio se pasaron el d¨ªa hablando de caos.
Para caos el que se organiz¨® cuando la ciudad abri¨® otra vez los ojos. Lo primero que vimos fue a Javier Ripoll¨¦s, uno de los huelguistas del 0,7%, en una camilla camino del hospital. Llevaba 18 d¨ªas sin comer y se desprendi¨® de la huelga como las hojas de los ¨¢rboles. Enseguida, se puso tambi¨¦n en marcha el debate sobre el estado de la regi¨®n y daba pena o¨ªr a los contendientes. Yo creo que les pasa lo que a algunos invitados a programas de radio nocturnos, que creen que no les escucha nadie y no dicen m¨¢s que tonter¨ªas. Pues eso: que los insomnes lo escuchamos todo, hasta los debates sobre el estado de la regi¨®n, de manera que un poco m¨¢s de ingenio, por favor.
Del Ayuntamiento no digo nada, porque me han contado que Matanzo estuvo ese mismo d¨ªa a punto de votar a favor de una moci¨®n socialista, y aunque s¨¦ que es verdad prefiero no creerlo, no sea que me desmaye antes de acabar el art¨ªculo. Y, en fin, por si todo esto pareciera poco caos, esa tarde Alfonso Guerra y Mart¨ªn Villa presentaron las memorias de Carrillo en un hotel de lujo y se oyeron cosas que invitaban al suicidio. Al de ellos.
Y, a partir de ah¨ª, todo lo que ustedes se puedan imaginar: por ejemplo, que llegaron unos locos y arrancaron sin venir a cuento un peque?o pinar, situado frente a la plaza de toros de las Ventas, que constitu¨ªa el ¨²nico refugio verde para la mirada de los edificios colindantes o que a Ricardo Solfa le hab¨ªa dado un infarto mientras cantaba Coraz¨®n loco. No obstante, lo que m¨¢s me doli¨® de ese despertar fue la noticia de que los libros del Ateneo de Madrid ten¨ªan el lomo y las costillas llenos de hongos que han empezado a destruir sus contenidos inmateriales. Viendo los rostros carcomidos de esos libros podemos aventurar un diagn¨®stico del estado de la regi¨®n: yo creo que padece una micosis defoliadora que le hace perder las hojas de los libros y las de los pinos, pero tambi¨¦n las de la solidaridad, en un proceso que ya parece irreversible. Frente a tal panorama, no es raro que se le caiga la tensi¨®n, que se desmaye de vez en cuando, que se entregue, en fin, con vicio a la lipotimia. Lo malo empieza siempre cuando se despierta.
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