El miedo
Despert¨¦ a media noche sorprendido de no tener miedo. Me sent¨ªa como amputado de algo y al mismo tiempo con la extra?eza que precede a las modificaciones importantes de la realidad. De hecho, adem¨¢s de miedo, ech¨¦ en falta el.paquete de tabaco que suelo dejar en la mesilla Me levant¨¦ a oscuras, me asom¨¦ a pasillo y durante un rato estuve escuchando los ruidos de la casa pero, al contrario que otras veces los catalogaba sin esfuerzo: la cisterna del vecino, el motor de la nevera, el contador de la luz... Por lo general, a esas horas todos los ruidos parecen proceder del infierno.Avanc¨¦ por el pasillo en busca de mi miedo, pero no lo hall¨¦ en ning¨²n sitio, ni en el tel¨¦fono oscuro, que no era m¨¢s que un objeto macizo, intrascendente, sin doble intenci¨®n, ni en los pomos de las puertas. Entr¨¦ en la cocina y me enfrasqu¨¦ en la contemplaci¨®n del horno. Me gusta imaginar que el horno est¨¢ lleno de esos insectos que habitan tambi¨¦n en el del¨ªrium tr¨¦mens, pero esta vez me pareci¨® una oquedad inocente y limpia; lo abr¨ª con la indiferencia de un bostezo y no sali¨® ning¨²n animal de sus rendijas.
Me mir¨¦ en el espejo, pero vi un tipo normal, un poco desali?ado si quer¨¦is, aunque nada inquietante. Una paz de domingo invad¨ªa la casa. Dios m¨ªo, pens¨¦, algo grave va a ocurrir; conozco esta clase de tranquilidad y es la que precede a las grandes cat¨¢strofes: un minuto antes de que Europa estallara, por ejemplo, la gente bailaba el vals en Viena, lo he le¨ªdo; y el ¨²ltimo d¨ªa que fui feliz, al regresar a casa, estaba muerto el canario. De s¨²bito o¨ª un ruido en la puerta, como si alguien manipulara la cerradura. Me qued¨¦ quieto, paralizado por el terror, hasta que comprob¨¦ que el ruido proced¨ªa de otro piso. De todos modos, sent¨ª que hab¨ªa recuperado el miedo y volv¨ª a la cama m¨¢s tranquilo.
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