El m¨²sculo del ordenador
Mister Universo 1972 es ahora un alto ejecutivo bancario
Ochenta y cuatro kilos de peso, 44 cent¨ªmetros de brazo, 122 de pecho y una fuerte dosis de voluntad bastaron a Baldo Lois en 1967 para ce?ir su p¨¦treo t¨®rax con la banda de Mister Madrid. Este hombre, hoy m¨¢s canoso pero igual de fornido y ¨¢gil, consigui¨® dos a?os m¨¢s tarde el t¨ªtulo nacional, y en 1972 se alz¨® con el segundo puesto de Mister Universo. "?No todo van a ser misses!-, comentaba jocosa una conocida revista de la ¨¦poca.Ahora, a los 50 a?os, Baldo reparte sus d¨ªas entre su cargo como responsable de las terminales punto de venta del Banco Bilbao Vizcaya (BBV), su gimnasio en Pueblo Nuevo donde ayuda a esculpir a j¨®venes promesas, y una familia numerosa, a la que dedica, "sobre todo, los fines de semana".
Pese a haber hecho trizas con su ejemplo el t¨®pico de que tras tanto b¨ªceps s¨®lo se esconde una cabeza hueca, Baldo est¨¢ harto de comentarios socarrones, de la falta de una mirada seria por la prensa y de la frivolidad con que se enjuicia el culturismo, un deporte que para muchos todav¨ªa no es m¨¢s que un grupo de forzudos y sansones exhibicionistas. "Cuando te invitaban a fiestas de gente muy importante sab¨ªas que lo hac¨ªan un poco como si fueras un buf¨®n, sent¨ªas una cierta sorna a tu alrededor. Yo iba para demostrarles que, en todo caso, los bufones eran ellos", afirma mientras muestra un pu?ado de revistas extranjeras que todav¨ªa no le han olvidado y siguen incluyendo su nombre entre los mejores. Son publicaciones americanas, inglesas y, sobre todo, ¨¢rabes: "En los pa¨ªses ¨¢rabes y Turqu¨ªa existe una afici¨®n incre¨ªble.Creo que es por el culto que tienen al cuerpo y por el que tienen al hombre".
La chispa de inspiraci¨®n siempre le ha acompa?ado para salir airoso de los retos que se ha impuesto a s¨ª mismo. El primero fue convertirse en Mister Espa?a despu¨¦s de que un serio problema pulmonar le vetara de por vida para el deporte. La cercan¨ªa de las piscinas del Moscard¨® y el deseo de no verse marcado como in¨²til, le guiaron primero a la nataci¨®n, despu¨¦s a la gimnasia y le aparcaron definitivamente en el culturismo. Luego, desafiando a su destino de chico normal de clase media, se fue a Londres. "Entonces casi nadie viajaba y yo quer¨ªa vivir y conocer mundo. Ten¨ªa otras ambiciones". Para pagarse la vida y los entrenamientos lav¨® coches, fue funcionario de la embajada y jardinero.
Pero Londres le permiti¨® tambi¨¦n alternar con los ases mundiales del culturismo, convencer al entonces Mister Universo Rick Wayne para que le entrenara personalmente y cobijar varios meses a Arnold, Schwarzenagger por supuesto, que entonces no era m¨¢s que un austriaco con la mirada puesta en Estados Unidos. Es una amistad que todav¨ªa perdura. La competici¨®n la abandon¨® por esa inspiraci¨®n que le impidi¨® cegarse con el fogonazo de la fama. Adem¨¢s estaban las servidumbres del estrellato:los anabolizantes, las presiones de las firmas comerciales, los tejemanejes de los campeonatos. "No quer¨ªa nada de eso, para m¨ª el culturismo es una forma de conocerte a ti mismo y a tu propio cuerpo".
Su porte y su preparaci¨®n f¨ªsica le abrieron la puerta trasera del cine. Tras llevarse, como doble, los mamporros destinados a los protagonistas de Los titanes, La ca¨ªda del imperio romano o 55 d¨ªas en Pek¨ªn, donde le escogieron porque el resto de los extras no sab¨ªan morir y se tiraban de culo a las colchonetas, dijo no sin remordimientos al mejor papel. "Me ofrecieron hacer de Algarrobo, el compa?ero de Curro Jim¨¦nez, porque quer¨ªan que fuese un personaje muy acrob¨¢tico, muy ¨¢gil. Pero acababa de entrar en el banco y lo rechac¨¦".
El pasado se escapa de su malet¨ªn negro de ejecutivo rebosante de recortes amarillentos, convocatorias para campeonatos, y sobre todo fotos con Rick Wayne, con Arnold, con Lou Ferrigno, la famosa Masa, que atestiguan cada una de sus palabras. Al cerrar el malet¨ªn, vuelve a la realidad de hombre pluriempleado y padre de familia numerosa, con el coraz¨®n repartido entre pesas y ordenadores. El vicio de retarse a s¨ª mismo le embala al contar su sue?o m¨¢s pr¨®ximo: aprovechar el ordenador para sustituir en todos los bolsillos la calderilla y las llaves por c¨®modas tarjetas. "Puede parecer de locos, pero ya lo creo que es posible".
A las once de la noche sale del gimnasio, sin preocuparse por qui¨¦n lo cerrar¨¢. Dentro, media docena de j¨®venes siguen sacando pecho. "De aqu¨ª ha salido ya una veintena de campeones. S¨®lo en este a?o van dos t¨ªtulos nacionales, y uno que es tercero de Europa y tercero del mundo". Es la despedida orgullosa de alguien que sabe que le han cogido el testigo.
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