La paz como reto
La comunidad internacional empieza a mirar m¨¢s all¨¢ del conflicto en la ex Yugoslavia y a ser crecientemente consciente de la real magnitud y gravedad de los conflictos ¨¦tnicos y pol¨ªticos que se est¨¢n produciendo en la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica. El problema es acuciante.Las disputas en el Transc¨¢ucaso, Asia Central y en otros lugares de la antigua URSS est¨¢n causando grandes sufrimientos a los involucrados en ellas, y constituyen una fuente de leg¨ªtima preocupaci¨®n para los rusos, alarmados por esos enfrentamientos que se producen cerca de sus fronteras. Tambi¨¦n les preocupa la seguridad de los rusos que viven en esos pa¨ªses y las consecuencias econ¨®micas y sociales provocadas por los que huyen a Rusia (cuyo n¨²mero puede llegar a dos millones de personas).
Piensan que los problemas existentes en algunas de las ex rep¨²blicas sovi¨¦ticas no se tienen en cuenta o son malinterpretados. Los rusos temen que si ellos no act¨²an, los conflictos empeorar¨¢n y, probablemente, se extender¨¢n. Argumentan que es leg¨ªtimo su inter¨¦s por resolver los conflictos que amenazan su seguridad. Se preguntan por qu¨¦, si la comunidad internacional est¨¢ comprometida en hacer y mantener la paz en numerosos lugares conflictivos del mundo, no se realizan esfuerzos similares en los puntos calientes cercanos a ellos.
Estos conflictos tambi¨¦n constituyen una preocupaci¨®n leg¨ªtima para el Reino Unido, sus socios occidentales y la comunidad internacional en su conjunto, tanto por razones humanitarias como porque estos focos de tensi¨®n amenazan con desestabilizar toda la regi¨®n. A no ser que se controlen, constituyen una serie de amenazas para la seguridad europea, entre las que figuran el creciente tr¨¢fico de drogas y armas, as¨ª como el terrorismo internacional. Las crisis en los pa¨ªses reci¨¦n independizados de Rusia pueden tambi¨¦n complicar las relaciones de este pa¨ªs con Occidente: a menos que sean cuidadosamente tratadas, conllevan el riesgo de perjudicar nuestras emergentes relaciones.
A veces Occidente desconf¨ªa de la actitud de Mosc¨². No existen diferencias sobre la necesidad de resolver estos conflictos, pero s¨ª sobre c¨®mo hacerlo. El Gobierno brit¨¢nico no respaldar¨¢ una intervenci¨®n rusa a menos que est¨¦ seguro de que las tropas destinadas a velar por la paz no se convertir¨¢n en fuerzas de ocupaci¨®n. Tampoco los pa¨ªses que se aseguraron su independencia cuando se disolvi¨® la URSS desean que Occidente otorgue a Mosc¨² el mismo papel que desempa?aba en el imperio sovi¨¦tico. Temen que ello comprometa su soberan¨ªa y exigen que, en los casos en los que est¨¢n dispuestos a aceptar que las tropas rusas desempe?en un papel pacificador, exista cierta forma de control internacional. Por ello, Occidente, aun cuando no posee los recursos para intervenir directamente en esos conflictos, se ha mostrado reacio a dar la impresi¨®n de que apoya la intervenci¨®n rusa, por si ¨¦sta conlleva tendencias imperialistas.
Si hemos de dise?ar un enfoque com¨²n por parte de Rusia y Occidente al problema del mantenimiento de la paz en la antigua URSS, debemos tener en cuenta todos estos temores. Est¨¢ claro que a Rusia le corresponde desempe?ar un papel relevante. Si los rusos aspiran a un reconocimiento internacional y a un apoyo m¨¢s activo por parte de la comunidad internacional, Occidente, a su vez, necesita garant¨ªas de que Rusia no interpretar¨¢ el reconocimiento de su intervenci¨®n como una carta blanca para actuar en la antigua URSS. Como en cualquier otro lugar, el mantenimiento de la paz en la antigua URSS debe atenerse a los principios reconocidos internacionalmente. Hay que estudiar caso por caso, y el respeto por la soberan¨ªa de los nuevos pa¨ªses independientes debe ser una cuesti¨®n primordial.
Coincidimos en que los principios en los que deber¨ªan basarse las operaciones pacificadoras rusas, de la CEI o de la comunidad internacional, tendr¨ªan que incluir: el estricto respeto de la soberan¨ªa del pa¨ªs implicado, una invitaci¨®n por parte del Gobierno en cuesti¨®n, el consentimiento de las partes en conflicto, un compromiso para la inmediata apertura de negociaciones pol¨ªticas, un claro mandato que especifique el papel de las fuerzas pacificadoras (que han de tener, siempre que sea posible, un car¨¢cter internacional), as¨ª como una estrategia de retirada para dichas fuerzas.
Estos principios deben de ayudar a estimular un di¨¢logo y un acuerdo pol¨ªtico entre las partes en conflicto, as¨ª como a concentrar la atenci¨®n y, siempre que sea posible los recursos, en la resoluci¨®n de los conflictos en la antigua URSS.
Todo esto ayudar¨¢ a mejorar la actividad pacificadora de Rusia. Si bien ni la Conferencia sobre Seguridad y Cooperaci¨®n en Europa ni Naciones Unidas disponen de suficientes recursos para desplegar por s¨ª mismas amplios contingentes de fuerzas de paz, s¨ª pueden sugerir medidas para garantizar la transparencia de las operaciones y controlar el proceso de paz. Ampliar la cooperaci¨®n en el seno del Consejo de Cooperaci¨®n del Atl¨¢ntico Norte, as¨ª como entre Rusia y la OTAN, podr¨ªa ayudar a una mejor formaci¨®n de las fuerzas pacificadoras rusas. ?sta es un ¨¢rea en la que deber¨ªamos profundizar m¨¢s.
Asimismo, debemos volcarnos mucho m¨¢s en la diplomacia preventiva. Una de las formas en las que podemos ayudar a prevenir conflictos es reforzando las instituciones democr¨¢ticas en los pa¨ªses reci¨¦n independizados. En este sentido, la CSCE y otras instituciones internacionales podr¨¢n desempe?ar un importante papel empujando a las nuevas rep¨²blicas a desarrollar un di¨¢logo m¨¢s activo sobre las formas de promocionar los valores y principios democr¨¢ticos. Debemos intentar encontrar formas de controlar y resolver tensiones antes de que ¨¦stas estallen. No ser¨¢ f¨¢cil, pero debemos intentarlo. Los c¨®cteles potencialmente explosivos de las animosidades ¨¦tnicas y pol¨ªticas podr¨ªan propagar f¨¢cilmente el fuego de la intolerancia a otros pa¨ªses y regiones.
Debemos afrontar el problema juntos, con un esp¨ªritu de colaboraci¨®n, y hacerlo urgentemente. Nuestra seguridad es indivisible y debemos garantizarla con esfuerzos vigorosos e imaginativos, encaminados no s¨®lo a fomentar la paz para todos, sino tambi¨¦n a proteger los derechos de todos.
Douglas Hurd y Andrei K¨®zirev son los ministros de Asuntos Exteriores del Reino Unido y de Rusia.
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