Siente un pobre a su mesa
Ya he escrito de ¨¦l varias veces, en ocasiones distintas y a prop¨®sito de asuntos muy diversos, pues Bernardo, el vaga bundo-jefe de la plaza de la Vi lla de Par¨ªs, es un fil¨®sofo de v¨ªa estrecha, pero muy polifac¨¦tico. Sus opiniones sobre la Expo o sobre la guerra del Golfo, que fueron premonitorias de lo que luego acabar¨ªa sucediendo, as¨ª lo demuestran.Bernardo vive en un banco, justo enfrente de la Audiencia, desde hace ya 10 a?os por lo menos. Apareci¨® un buen d¨ªa sin previo aviso y sin decir de d¨®nde ven¨ªa y ya no se ha vuelto a mover de all¨ª, salvo para ir al bar a por vino o al hospital en las dos ocasiones en las que lo llevaron por la fuerza: la vez en que se qued¨® dormido con las botas metidas en la lumbre, de fr¨ªo y de borrachera (se le quemaron los pies y tuvieron que amputarle varios' dedos), y el d¨ªa en que le atropell¨® un coche cruzando la calle de G¨¦nova y que le supuso medio a?o de hospital y un mont¨®n de tomillos en los huesos, aunque a Bernardo le consol¨® saber, cuando recobr¨® el conocimiento, que, como el que conduc¨ªa era el otro, fue a ¨¦ste al que le hicieron la prueba de la alcoholemia.
Con esa resignaci¨®n y con su particular sentido de la supervivencia, que incluye la amistad y el cari?o de todos los vecinos (¨¦l nunca pide; le dan), no es extra?o que Bernardo sea feliz sentado bajo los ¨¢rboles y viendo pasar el tiempo. Nada hay mejor en la vida, me confes¨® ¨¦l mismo un d¨ªa, que un cigarro, una fogata, una botella de vino y una tertulia de amigos, "bien sea sobre mujeres, bien sobre hembras, bien sobre putas".
..Pero, por encima de todo, Bernardo es un hombre digno. Aunque pobre de solemnidad y sin otro porvenir que seguir bebiendo vino, Bernardo nunca pierde los papeles, ni se queja, y, por encima de todo, mantiene siempre la compostura. Recuerdo un d¨ªa de Nochebuena, har¨¢ ahora cuatro a?os, en que me lo encontr¨¦ en la plaza intentando prender fuego a unos cartones para combatir el fr¨ªo. Estaba solo, fumando, inm¨®vil entre la niebla como una esfinge. Le pregunt¨¦ por curiosidad -o por sentimentalismo, no s¨¦- que d¨®nde iba a cenar esa noche. ?l me mir¨® muy serio, bebi¨® otro trago de vino, sonri¨® con escepticismo y me dijo: "Pues mira. Me ha invitado la se?ora de Mengano, la de Fulano, la del 15 de esa calle, la del 12 de la otra, la due?a del bar de enfrente y hasta la del restaurante de la esquina... Pero, ?sabes lo que te digo? Que es una noche tan ¨ªntima que prefiero cenar solo".
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