No jugar y perder
JUAN HORMAECHEA, presidente de Cantabria, jug¨® sus bazas y gan¨®. El socialista Jaime Blanco, que present¨® una moci¨®n de censura contra el anterior, jug¨® las suyas y perdi¨®. El Partido Popular (PP) no jug¨®, pero tambi¨¦n perdi¨®, y m¨¢s que nadie: sigue uncido al caudillo c¨¢ntabro.A partir del 2 de febrero, y durante tres d¨ªas a la semana, el presidente de Cantabria se sentar¨¢ en el banquillo para responder de los delitos de malversaci¨®n de fondos p¨²blicos y prevaricaci¨®n de que est¨¢ acusado. La acusaci¨®n es consecuencia del traslado a la judicatura de los resultados de una investigaci¨®n parlamentaria sobre supuestas irregularidades en relaci¨®n con adjudicaciones administrativas dudosas, gastos de dif¨ªcil justificaci¨®n y endeudamiento imprudente. Puede que sea condenado o puede que no, pero ni siquiera esa eventual absoluci¨®n modificar¨ªa las opiniones que sobre la gesti¨®n de Hormaechea han venido expresando los dirigentes locales y nacionales del PP desde su (¨²ltima) ruptura: arbitraria, contraria a los intereses de los c¨¢ntabros, distorsionadora de los m¨¦todos democr¨¢ticos, etc¨¦tera.
El compromiso de Aznar de anteponer la dignidad al poder no pas¨® la prueba de la pr¨¢ctica cuando Hormaechea sac¨®, en las auton¨®micas de 1991, siete diputados m¨¢s que los ocho obtenidos por la lista del PP. El argumento del PP para sostener a Hormaechea fue entonces el de la necesidad de facilitar la gobernabilidad en una regi¨®n en la que exist¨ªa una clara mayor¨ªa de centro-derecha. Ello es cierto, pero tambi¨¦n que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar se proclam¨® incompatible con los m¨¦todos y estilo de Hormaechea, y que esa incompatibilidad fue solemnemente reafirmada por el congreso del PP de febrero pasado. Por lo dem¨¢s, hablar de gobernabilidad es un sarcasmo cuando, desde la ruptura de su grupo, el Ejecutivo que preside Hormaechea est¨¢ apoyado por apenas la quinta parte de los parlamentarios de la Asamblea regional: 8 de un total de 39.
Una mayor¨ªa incapaz de articularse podr¨¢ ser una mayor¨ªa social, pero no es ya una mayor¨ªa pol¨ªtica. Por ello, el criterio de la existencia de una mayor¨ªa de centro-derecha en Cantabria habr¨¢ de ser tenido en cuenta, pero no podr¨¢ ser el ¨²nico criterio a considerar; sobre todo, no puede ser una excusa para no hacer nada mientras la situaci¨®n se degrada a ojos vista. En la famosa macroencuesta del CIS de fines de 1992, el Gobierno c¨¢ntabro era, de entre los de las 17 autonom¨ªas, el peor valorado por sus propios ciudadanos en honradez, eficacia, estimaci¨®n global de la gesti¨®n y calificaci¨®n de su presidente. Hab¨ªa, por tanto, buenos motivos para intentar la sustituci¨®n de Hormaechea antes de que se inicie su juicio, y el PP era, en teor¨ªa, el m¨¢s interesado en que ello ocurriera.
Jaime Blanco lo ha intentado y ha fracasado al no contar con el apoyo del PP. El argumento del candidato socialista ha sido que la situaci¨®n era insostenible. Seguramente lo era, pero en pol¨ªtica todo argumento subjetivo necesita el apoyo objetivo de los votos, y si no contaba con los de los diputados del PP su iniciativa era m¨¢s bien aventurera. Pero del PP precisamente, y no s¨®lo de ese par de tr¨¢nsfugas cuyos votos, al parecer, esperaba (ilusamente, como se ha visto). Cualquier salida que no implicase el compromiso del PP habr¨ªa estado viciada de origen, por lo que el principal objetivo debi¨® ser conseguir ese compromiso, planteando para ello, si fuera necesario, f¨®rmulas como la de un Gobierno de gesti¨®n u otras. Escarmentado por la experiencia de Arag¨®n, Felipe Gonz¨¢lez tuvo inter¨¦s esta vez en hacer conocer su oposici¨®n a la aventura de Blanco. El empecinamiento de ¨¦ste tiene alg¨²n atenuante. La pasividad del PP, por el contrario, ninguno.
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