El Papa en pol¨ªtica,
Desde los tiempos, de P¨ªo XII, no se recordaba una intervenci¨®n tan directa en la pol¨ªtica de un pa¨ªs como el documento que acaba de enviar el Papa Wojtyla a los obispos italianos en defensa de la vieja Democracia Cristiana y en contra de los jueces de Mil¨¢n, que est¨¢n poniendo en el banquillo de los acusados a la clase pol¨ªtica m¨¢s corrupta de Italia.El documento ha aparecido contempor¨¢neamente a la noticia de que est¨¢ a punto de salir un nuevo diario nacional conservador bendecido y apoyado econ¨®micamente por simpatizantes del Opus De?, y cuando se rumorea que el l¨ªder de la Liga Lombarda, Umberto Bossi, podr¨ªa ser recibido en audiencia por Juan Pablo II.
El diario La Repubblica afirma que "nunca el Papa polaco se hab¨ªa atrevido a tanto". Y eso que ya Craxi en los a?os ochenta hab¨ªa acusado al Papa Wejtyla, en pleno Parlamento, de peligrosa injerencia en los asuntos internos del Estado italiano. Pero entonces se trataba de un ataque del Papa a la ley que legalizaba el aborto. Esta vez Juan Pablo II ha ido m¨¢s lejos: ha entrado directamente en la batalla pol¨ªtica tratando de impedir la desaparici¨®n del partido confesional, gravemente enfermo de corrupci¨®n. Y lo ha hecho en un momento que dificilmente puede evitar la acusaci¨®n de oportunismo pol¨ªtico, ya que Italia se halla en v¨ªsperas de las elecciones m¨¢s importantes de su historia republicana.
El Papa polaco ha pedido a los cat¨®licos italianos la unidad en el voto, cosa que el Vaticano no so?ar¨ªa pedir, por ejemplo, a los franceses, alemanes o norteamericanos sin que se levantasen en armas los mismos obispos. Porque, ?qui¨¦n puede ya defender en estos tiempos que un cat¨®lico est¨¢ obligado a votar por un partido confesional en un Estado democr¨¢tico y pluralista? El portavoz del Papa, el opusde¨ªsta Joaqu¨ªn Navarro Valls, ha calificado el documento de Juan Pablo II como "un hecho completamente in¨¦dito" en su pontificado.
Pero cuando el Papa resulta m¨¢s desafortunado es al atreverse a criticar abiertamente la acci¨®n que est¨¢n llevando a cabo los jueces milaneses en la operaci¨®n Manos Limpias, aplaudida con calor por la parte m¨¢s limpia y m¨¢s sana de la sociedad italiana, tanto conservadora como progresista. Una sociedad que est¨¢ viendo en la acci¨®n valiente del fiscal Di Pietro la ¨²nica posibilidad de recuperaci¨®n ¨¦tica y pol¨ªtica de un pa¨ªs tan vivo y fundamental para Europa como Italia.
Sin dud¨¢lleva raz¨®n el Papa cuando afirma que una sociedad "bien organizada no debe dejar su suerte en manos de la autoridad judicial". Pero ?qu¨¦ otra salida ten¨ªan los jueces ante la flagrante y difuminada corrupci¨®n de la clase pol¨ªtica? Y adem¨¢s, es por lo menos sospechoso el que el Papa Wojtyla ataque a los jueces de Manos Limpias precisamente en el momento en que dicha autoridad judicial est¨¢ indagando tambi¨¦n sobre un nuevo esc¨¢ndalo financiero de comisiones ilegales por parte del Banco Vaticano (IOR), cuya cuenta n¨²mero es la personal del Papa Wojtyla. Sobre todo, cuando existe ya el precedente del anterior esc¨¢ndalo de dicho banco vaticano en tiempos de monse?or Marcinkus, cuando la Santa Sede puso todo su poder para impedir que otros jueces milaneses los que indagaban entonces sobre la quiebra del Banco Ambrosiano del suicida Ro berto Calvi- juzgase al responsable del banco papal.
A cambio, el Vaticano acept¨® desembolsar como contribuci¨®n voluntaria a la quiebra del banco m¨¢s de 200 millones de d¨®Iares. Cabr¨ªa preguntarse qui¨¦n est¨¢ en este momento aconsejando al Papa Wojtyla en su presunto af¨¢n por conquistar votos para la maltrecha Democraci¨¢ Cristiana. Porque le hubiese resultado seguramente m¨¢s eficaz, incluso en la l¨ªnea de dicha estrategia pol¨ªtica, apoyar la acci¨®n de los jueces de Mil¨¢n, lo que le habr¨ªa acarreado la simpat¨ªa de la opini¨®n italiana m¨¢s seria.
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