Trastienda
Recuerdo un d¨ªa, y no era la infancia, en que el teatro empezaba a las once de la noche y al salir los bares no hab¨ªan apagado la cafetera. Eran tiempos dif¨ªciles, pero tal vez las dulzuras del desarreglo horario compensaban la amarga realidad de un pa¨ªs cafre y reprimido. Se dec¨ªa que eso no pod¨ªa durar, pero mientras corr¨ªa el vino, se daban palmas al raso y era posible ver de madrugada personas paseando sin ponerse inyecciones en los brazos. Pierdan miedo los avanzados: esto no es el art¨ªculo de un nost¨¢lgico del viejo r¨¦gimen. Cualquier tiempo pasado en este pa¨ªs bajo la dictadura fue infernalmente peor que el presente, pero eso no quiere decir que el avance de nuestra dignidad, de nuestro apetito cultural, de nuestro parque rodante, haya hecho nuestra vida diaria m¨¢s feliz. En medio del grotesco quiero y no puedo europeo que se advierte, por ejemplo, en el trato de las ventanillas oficiales o en la compostura de la polic¨ªa, el Gobierno actual pretende hacer progreso europe¨ªsta cayendo en el ordenancismo m¨¢s acendradamente paleoespa?ol.
Yo soy ese usuario diario de peque?os comercios que una vez por semana se corre una aventura en el gran almac¨¦n; creo compartir la promiscuidad con millones de seres normales. Pero tambi¨¦n soy uno de los muchos perplejos ante nuestra conversi¨®n en un pa¨ªs donde la autoridad quiere imponer (en su m¨ªmesis de lo peor) los h¨¢bitos horarios del ocio de la Europa m¨¢s fosca y calvinista, mientras que sus propios entes p¨²blicos y sus hoy tan amados peque?os tenderos cierran todos los d¨ªas de dos a cinco para echarse la siesta y se cuelgan de un puente cada mes, a horas y en d¨ªas en los que, en esa misma Europa imitada, todo funciona.
Horas y d¨ªas en que los costumbristas cumplen sus peque?os ritos y los desarraigados no tenemos m¨¢s cosa que irnos de merodeo por ese no man's land que ahora llaman las grandes superficies
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.