Cerrado por disfunci¨®n
Es el cuarto oscuro m¨¢s grande de Espa?a, una sala que impone tanto o m¨¢s que El Pasaje del Terror. Porque aqu¨ª, como en la atracci¨®n de feria, manos y rostros surgen de las sombras con aviesas intenciones. Eso s¨ª, ambos mundos prometen diversi¨®n y emociones fuertes. En uno, un cartel proh¨ªbe tocar a los actores disfrazados de Dr¨¢cula o de Freddy Krueger; en el otro, sin embargo, la leyenda invita a que los clientes esperen el chupet¨®n y teman el ara?azo.En la pantalla del Carretas parece dif¨ªcil que Jeff Daniels repitiera su haza?a rom¨¢ntica de La rosa p¨²rpura del Cairo; no habr¨ªa espectadores para denunciar la desaparici¨®n de un personaje. Salvo que apareciera en los servicios con una sobredosis o con un chico de provincias que un d¨ªa so?¨®, como la Velasco, que pod¨ªa ser artista. Tampoco resulta veros¨ªmil que Arnold Schwarzenegger volviera a El ¨²ltimo gran h¨¦roe sin convertir el patio de butacas en una carnicer¨ªa. Son los m¨¦todos expeditivos de quien no entiende que una entrada al Carretas es el remedio perfecto a un viaje a los infiernos de la carne.
Putas con sue?o, chaperos con prisas, marujas bingueras y loquicuriosonas varias (Mendicutti refleja este mundo en su novela Los novios b¨²lgaros, pero no descubre si a los chicos del Este les gusta el cine), todos pasean sus pasiones frente a una luz que escupe historias que jam¨¢s lograr¨¢n reflejar lo que se cuece a este lado de la pantalla.
Para el Ayuntamiento de Madrid, el cierre del Carretas, si se cumple, supondr¨ªa el final feliz para un follet¨ªn rosa de intrincado argumento y personajes rebeldes. Se acabaron los disgustos, las redadas, los delitos y faltas. Y alg¨²n concejal d¨ªscolo se ir¨¢ de caza por Moncloa para olvidar la desgracia.
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