Adi¨®s a Gaidar
"YEGOR GAIDAR se queda en el Gobierno, lo que significa que el curso de las reformas se mantiene". Esta frase del presidente ruso, Bor¨ªs Yeltsin, pronunciada hace apenas un mes, adquiri¨® ayer el sentido contrario al deseado en su d¨ªa por el presidente ruso y por la comunidad internacional. Porque ayer el propio Gaidar anunci¨® su rechazo al cargo de viceprimer ministro, declar¨¢ndose incapaz de imponer la pol¨ªtica de reformas en el nuevo Gabinete, cuya composici¨®n se anunciar¨¢, previsiblemente, ma?ana. Con Gaidar abandonar¨¢n el Gobierno otros dos defensores de las reformas radicales, con lo que Opci¨®n Rusia, el partido m¨¢s significativo del llamado bloque pro Yeltsin, pasar¨ªa a la oposici¨®n.Es ¨¦sta una mala noticia, aunque no tan inesperada a la vista de los resultados habidos en las elecciones de noviembre pasado. Tan s¨®lo unos d¨ªas despu¨¦s de que Yeltsin fuera celebrado por el presidente norteamericano, Bill Clinton, como gran aval de las reformas hacia un futuro mejor en Rusia y de que el propio presidente ruso asegurara que ¨¦stas proseguir¨ªan, la composici¨®n del nuevo Gabinete ruso se escora claramente hacia posiciones, si no claramente conservadoras, en todo caso notoriamente contemporizadoras e intervencionistas. Gaidar y sus fuerzas radical-reformistas hab¨ªan permitido a Yeltsin mantener un cierto equilibrio.
Las elecciones de noviembre hab¨ªan impuesto una realidad pol¨ªtica que las canciller¨ªas occidentales y los defensores de una r¨¢pida implantaci¨®n del libre mercado y la pol¨ªtica monetarista cre¨ªan poder negar. Fuerzas opuestas a las reformas, como el Partido Democr¨¢tico del ultranacionalista Zhirinovski, el Partido Comunista y el Partido Agrario, lograron considerables ¨¦xitos electorales. Que el bloque pro Yeltsin lograra, pese a todo, una mayor¨ªa en el Parlamento (Duma) se debi¨® tan s¨®lo a los esca?os obtenidos por el voto mayoritario (la mitad de los 450 esca?os). Pero entre ¨¦stos, una mayor¨ªa no son partidarios de reformas radicales, sino simplemente representantes de los poderes locales presentados por la l¨ªnea oficialista, esto es, por el poder de Mosc¨².
As¨ª las cosas, la base de poder de Gaidar estaba reducida al apoyo que recibiera de Yeltsin para imponer su pol¨ªtica en el Gabinete de Chemomirdin. Y el propio Yeltsin, con los resultados de los comicios en la mano, parece intuir que tendr¨¢ que supeditar mucho m¨¢s que hasta ahora su pol¨ªtica de reformas al clima pol¨ªtico general y a un Parlamento que posiblemente revele ser m¨¢s dif¨ªcil a¨²n de ganar para sus fines que el que disolvi¨® a sangre y fuego.
La ca¨ªda de Gaidar no es sino un indicio m¨¢s de que las reformas econ¨®micas y pol¨ªticas en Rusia ser¨¢n extremadamente largas y penosas, y que aquellos que creyeron poder dar un gran salto, aconsejados por institutos monetarios occidentales, han fracasado, no porque sus objetivos y m¨¦todos econ¨®micos no fueran correctos, sino porque ignoraron el factor pol¨ªtico. Tan absurdo ser¨ªa decir que el ¨²nico resultado de sus reformas es la ascensi¨®n de fascistas como Zhirinovski como asegurar que no tienen relaci¨®n entre s¨ª. Incluso en pa¨ªses con mucha mayor vertebraci¨®n y sociedades m¨¢s desarrolladas, en los que los efectos devastadores del r¨¦gimen comunista han sido mucho menores que en Rusia, pol¨ªticas como la de Gaidar han fracasado y llevado al poder a quienes pro pugnan otras contrarias. Para Occidente, y para el mundo en general, es prioridad m¨¢xima tener en Rusia estabilidad, interlocutores razonables y v¨¢lidos y un poder previsible. Que no se cumplan las ilusiones de reformas r¨¢pidas que albergaron muchos Gobiernos occidentales, y Gaidar con ellos, es una decepci¨®n menor.
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