Pol¨ªtica y moral
Una de las claves de los hechos recientes de Chiapas, afirma el autor, puede estar en la contradicci¨®n que encierra un M¨¦xico de la modernidad y de los triunfos macroecon¨®micos, por un lado, y de la exclusi¨®n y la extrema pobreza, por el otro
Cuando menos se piensa, el pasado estalla en el presente y lo desbarata. No puede olvidarse la historia. porque ¨¦sta siempre regresa, a veces como iron¨ªa, otras como tragedia, seg¨²n dec¨ªa Hegel. Naturalmente que a estas alturas nadie piensa que la violencia pueda resolver los problemas sociales y pol¨ªticos, pero a veces las atrocidades de la violencia nos encaran, haci¨¦ndole muecas o se?as dram¨¢ticas, al camino pl¨¢cido que hab¨ªamos emprendido: el de los ¨¦xitos, el de las certezas incontestables, el de las apariencias radiantes.Parece que vivimos un momento as¨ª en nuestra historia. No porque est¨¦n en peligro las instituciones nacionales, sino porque m¨¢s all¨¢ de la buena conciencia que apuntala el ejercicio del poder, las instituciones o, mejor dicho, su pr¨¢ctica concreta, se ponen en tremenda tela de juicio. ?Qu¨¦ hemos hecho de nuestro pasado revolucionario? ?Qu¨¦ hacemos con nuestro presente? ?Hacia d¨®nde nos dirigimos? ?De qu¨¦ clase de ret¨®rica nos hemos nutrido, que ha sido tan eficaz para autointoxicarnos o para suponer que se intoxicaba permanentemente al conjunto nacional? ?C¨®mo regresar¨¢ ese pasado y qu¨¦ facturas presentar¨¢ a nuestra actualidad, al porvenir?Hace unos d¨ªas, al lado de las ocho columnas de los peri¨®dicos anunciando los cruentos choques en Chiapas entre el Ej¨¦rcito y las guerrillas (los "transgresores"), aparec¨ªa una comunicaci¨®n que daba pena, o rabia: "Positivo comportamiento de la econom¨ªa en 93: Secofi". Y enseguida: ."Inflaci¨®n menor de un d¨ªgito, finanzas p¨²blicas sanas, mercado cambiario estable, freno a la p¨¦rdida del poder adquisitivo de los trabajadores".
Esa paradoja, esta discordancia, esta doble visi¨®n contradictoria y deshilvanada sobre la situaci¨®n de M¨¦xico encierra tal vez una de las claves, sint¨¦ticamente, de los hechos que viv¨ªmos. Por un lado, el pa¨ªs de la modernidad y de los triunfos macroecon¨®micos; por el otro, el pa¨ªs de la exclusi¨®n y de la extrema pobreza, el pa¨ªs del olvido y el desamparo. De un lado, el pa¨ªs del ingreso a la zona econ¨®mica y comercial m¨¢s grande del mundo, el pa¨ªs que lleva orgullosamente al Primer Mundo ya la OCDE, el pa¨ªs de la competitividad y las grandes concentraciones de capital que aprovechar¨¢n las nuevas oportunidades internacionales. All¨¢, el mundo de la desesperanza, de los desesperados. De un lado, como dijo un diario italiano, el pa¨ªs del monetarismo salvaje; all¨¢, el mundo sin una moneda siquiera.
Por supuesto que los violentos est¨¢n fuera de la ley, pero ?no ha estado tambi¨¦n fuera de la ley la injusticia y la violencia econ¨®mica que se ha ejercido durante tantos a?os sobre los desheredados, sobre 50 millones de compatriotas que viven en la pobreza y en la pobreza extrema? ?No ser¨¢ la estricta verdad lo que tanto se ha afirmado: que la econom¨ªa que elegimos est¨¢ s¨®lo dirigida a una parte del pa¨ªs, con el olvido de sus grandes mayor¨ªas? Me, viene a la memoria la afirmaci¨®n, no hace demasiado tiempo, de gente del establishment, del Gobierno y de la iniciativa privada: los ¨²nicos mexicanos que cuentan son aquellos que tienen recursos, los que tienen cuando menos una tarjeta de cr¨¦dito. Hay otros mexicanos que ahora nos recuerdan que ellos tambi¨¦n cuentan, que tambi¨¦n existen ?D¨®nde se encuentra verdaderamente el mundo de pacotilla, los rasgos del pl¨¢stico moral e intelectual?
Hay la impresi¨®n de que, aun en el claro repudio de la violencia que gran parte de la opini¨®n p¨²blica ha expresado sobre los actos del Ej¨¦rcito Zapatista de Liberaci¨®n Nacional (EZLN), muchos mexicanos entienden los motivos humanos de esa acci¨®n desesperada. Para muchos es clara la violencia y la injusticia que ha privado en Chiapas durante d¨¦cadas, por no decir durante siglos. Explotaci¨®n de caciques y corrupci¨®n de gobernantes. Existe all¨ª, sin poderoso motivo de malestar, un detonador de la violencia. ?El Gobierno de la Rep¨²blica ser¨¢ ahora capaz de entender profundamente el fen¨®meno? No, naturalmente, por el camino de acciones cosm¨¦ticas, sino comprendiendo en el fondo el significado de las palabras y los actos, de la situaci¨®n del pa¨ªs. Exigencia que parece perentoria: reorientar la econom¨ªa y las inversiones, pugnando denodadamente por resolver los problemas sociales y por crear empleos, asumiendo verdaderamente la funci¨®n de un Estado que no puede vivir crucificado entr¨¦ los privados de dentro y de fuera. Ampliar la democracia, construyendo ya un Estado con verdadera sustancia democr¨¢tica y participativa, con valores, metas y prop¨®sitos que correspondan al conjunto de la naci¨®n. ?Seremos capaces de hacerlo a¨²n??Ser¨¢ capaz de hacerlo todav¨ªa Salinas y quien triunfe en las pr¨®ximas presidenciales?
No es la mejor se?al que se procure ya reducir el problema una cuesti¨®n meramente local, o que se sugiera que es el exclusivo producto de subversivos profesionales no mexicanos. Tal vez haya parte de verdad en este diagn¨®stico, a falta todav¨ªa de informaci¨®n m¨¢s precisa. Pero ?la cuesti¨®n se explica como una mera manipulaci¨®n de campesinos e ind¨ªgenas mexicanos ignorantes? Es dif¨ªcil aceptar esta versi¨®n cuando se reconoce que existe un cuerpo armado de m¨¢s de mil personas. Es probable que tampoco el movimiento tenga ramificaciones organizadas en otras partes del pa¨ªs. Pero ¨¦ste es s¨®lo un aspecto del problema: el asunto verdaderamente importante es el que se refiere al s¨ªntoma nacional, al car¨¢cter revelador de los acontecimientos de Chiapas, que pudieran se?alar, como si fuera la punta de un iceberg, un mar de angustia y de preocupaciones amplias en el pa¨ªs entero-.
Eso es lo m¨¢s general: lo concreto es, extraordinariamente complejo. El Ej¨¦rcito que lanza bombas sobre vecindades urbanas. ?En qu¨¦ puede consistir el respeto a los derechos humanos en situaci¨®n tan confusa? ?Qu¨¦ verdad tiene la difusi¨®n en prensa y canales de televisi¨®n internacional de supuestas ejecuciones sumarias? ?La opini¨®n internacional, que se ha atendido tan escrupulosamente en los ¨²ltimos a?os, modificar¨¢ su visi¨®n sobre el pa¨ªs que parec¨ªa merecer la confianza de estable y organizado? ?Y cu¨¢l ser¨¢ la influencia sobre el proceso democr¨¢tico nacional? ?Y c¨®mo se reafirmar¨¢ el respeto por los grupos ind¨ªgenas, que fue incluido recientemente en la Constituci¨®n? ?Y por qu¨¦ no se controlaron a tiempo, existiendo la informaci¨®n oportuna, los preparativos de un grupo tan importante? ?Y c¨®mo. quedar¨¢ la relaci¨®n de fuerzas pol¨ªticas internas a partir de los acontecimientos de Chiapas?
?stas ser¨¢n cuestiones que se discutir¨¢n en M¨¦xico en los pr¨®ximos meses, tal vez en los pr¨®ximos a?os. Eso s¨ª, en un pa¨ªs que clama mayoritariamente por el avance de la democracia, porque la pol¨ªtica econ¨®mica cobre otros rumbos, en que antes de los grandes consorcios y monopolios cuente ese otro gran conjunto que, en el fondo, es el ¨²nico que interesa, que nos interesa moral y pol¨ªticamente: la mayor¨ªa del pueblo mexicano. De otra manera, el pasado, unos lo llaman el M¨¦xico bronco, el M¨¦xico del abandono y la exclusi¨®n, seguir¨¢ irrumpiendo y poniendo en entredicho al otro M¨¦xico, al M¨¦xico de la placidez y de la modernidad.
Las instituciones de la Rep¨²blica se enfrentan a un problema pol¨ªtico, pero tambi¨¦n a un problema moral: el derramamiento de sangre de unos mexicanos por otros mexicanos. Hace d¨¦cadas que no ocurr¨ªa, en esa dimensi¨®n, un he cho tr¨¢gico de esa naturaleza, un hecho tan grave se convierte f¨¢cilmente en agravio nacional y, eventualmente, en multiplicador de m¨¢s violencia. Si hay actos de violencia en los desesperados, las instituciones de la Rep¨²blica no pueden incurrir en otros actos de violencia que puedan ser equiparables. Hay ocasiones en que la moral debe estar por arriba de la raz¨®n de Estado, o mejor: la moral pol¨ªtica debe ser la suprema raz¨®n de Estado. Por eso deben evitarse m¨¢s muertes de los desesperados: el Gobierno ha de buscar acelerada, esforzada mente una soluci¨®n que sea me nos cruenta y m¨¢s pol¨ªtica, que sea negociada y moral. Que tenga como base la raz¨®n y el di¨¢logo. No puede dejar de re cordarse que la historia regresa invariablemente con su infalible severidad para juzgar los actos del poder, tambi¨¦n la ac tuaci¨®n de los transgresores, y la ¨¦tica y la eventual pondera ci¨®n de los actos de gobierno.
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