Perez M¨¦ndez, zapatista
"Quiero que haya democracia, que ya no haya desigualdad. Yo busco una vida digna, la liberaci¨®n, as¨ª como dice Dios". El que habla es Jos¨¦ P¨¦rez M¨¦ndez, campesino de 24 a?os perteneciente al Ej¨¦rcito Zapatista de Liberaci¨®n Nacional, el misterioso y sorprendente grupo guerrillero que el 1 de enero tom¨® tres ciudades del Estado de Chiapas, en la frontera de M¨¦xico con Guatemala. P¨¦rez M¨¦ndez fue capturado no por el Ej¨¦rcito mexicano, sino por campesinos como ¨¦l, habitantes del peque?o poblado de Oxchuc. Sus sencillas palabras son una clave para entender. el sentido de la tragedia de Chiapas, que cambi¨® ya la vida de M¨¦xico."M¨¦xico es el pa¨ªs de la desigualdad", escribi¨® Humboldt a principios del siglo XIX. En muchas zonas del sur del pa¨ªs y algunas del centro, su dictamen sigue siendo v¨¢lido. Si viajara a fines del siglo XX lo completar¨ªa agregando: "M¨¦xico es el pa¨ªs de la antidemocracia", no de la opresi¨®n tir¨¢nica o del totalitarismo, sino de una sofisticada cultura que, a trav¨¦s de fraudes electorales, corrupci¨®n y vastos sistemas de patronazgo, pervierte desde su ra¨ªz a la democracia. La desigualdad ha recorrido los siglos. La antidemocracia pertenece al siglo XX De ambos agravios, el antiguo y el reciente, Jos¨¦ P¨¦rez M¨¦ndez es una v¨ªctima extrema y ancestral.
Chiapas es el Per¨² de M¨¦xico. Con su vecino Yucat¨¢n, ambos Estados abarcan casi toda la zona hist¨®rica de los antiguos mayas. A diferencia del resto del pa¨ªs, que fue el escenario de un exitoso proceso de mezcla ¨¦tnica y cultural llamado mestizaje, los mayas y los espa?oles en Chiapas y Yucat¨¢n levantaron entre s¨ª inmensos muros de recelo que condujeron a las dos ¨²nicas guerras propiamente ¨¦tnicas que registra la historia mexicana: la rebeli¨®n de los tzeltales en Chiapas en 1712 y la terrible Guerra de Castas, en Yucat¨¢n, entre 1847 y 1850. Ambas fueron guerras de exterminio, en que la poblaci¨®n ind¨ªgena se propuso in¨²tilmente acabar con los encomenderos, alcaldes mayores, hacendados, caciques, gobernadores y hasta sacerdotes que los humillaban y explotaban. Con variantes y paliativos, este arraigado despotismo contra el que luch¨® fray Bartolom¨¦ de las Casas ha llegado hasta nuestros d¨ªas. Jos¨¦ P¨¦rez M¨¦ndez pertenece a su remota grey. Hasta aqu¨ª, P¨¦rez M¨¦ndez es un insurgente de la estirpe mexicana, una s¨ªntesis de Emiliano Zapata y Francisco I. Madero, aquellos dos caudillos de la revoluci¨®n mexicana que buscaban la dignidad de la persona por dos v¨ªas de desagravio: la devoluci¨®n de la tierra usurpada por las plantaciones a las comunidades campesinas y la instauraci¨®n de un r¨¦gimen democr¨¢tico. Pero, de pronto, en sus palabras apunta algo que ya no coincide con la teor¨ªa de los agravios, un sustrato religioso que no tiene que ver con la democracia, sino con la teolog¨ªa de la liberaci¨®n: "Busco la liberaci¨®n, as¨ª como dice Dios".
En este sentido, sin sospecharlo, el campesino en armas se ha vuelto un ¨¦mulo de sus propios antepasados, los indios toztziles, que en 1712 se levantaron en armas siguiendo a un profeta autollamado don Sebasti¨¢n de la Gloria. Tras anunciar "la muerte del rey y de Dios" y el advenimiento de una virgen aparecida en la selva, De la Gloria y sus fervorosas tropas atacaron varios pueblos -entre ellos Ocosingo, uno de los escenarios de la guerra actual-, matando a toda la poblaci¨®n blanca y saqueando las haciendas e ingenios de los frailes dominicos. Muchos de los pueblos ind¨ªgenas de la zona rehusaron -como ahora- adoptar la nueva fe y seguir aquel experimento teocr¨¢tico. que. termin¨® en una ef¨ªmera y grotesca tiran¨ªa seudocristiana.
Los nuevos profetas armados a los que sigue Jos¨¦ P¨¦rez M¨¦ndez se llaman comandantes. Entre ellos existe una diferencia esencial: el primero es un personaje del pueblo, el segundo es un personaje urbano que dice representar al pueblo. En los poblados de Chiapas que han atacado, el pueblo campesino tiene otra opini¨®n: "No dejaremos que regrese el ej¨¦rcito zapatista", dijeron los indios tzeltales de Oxchuc. En los otros pueblos ocupad¨®s y saqueados por los guerrilleros -Ocosingo y Altamirano-, los rebeldes fueron obligados a replegarse en medio de muestras de repudio de la poblaci¨®n. "Cuando vi a estos hermanos", dijo P¨¦rez refiri¨¦ndose a los residentes de Oxchuc, "pens¨¦ que eran compa?eros, pero result¨® que no, y entre 15 de ellos nos apalearon". Sus comandantes le hab¨ªan dicho que el pueblo era uno solo: el que representaban los comandantes.
En su vida, P¨¦rez M¨¦ndez ha sufrido toda suerte de vejaciones, pero es dif¨ªcil que participe del culto intelectual a la violencia que profesan sus comandantes: la muerte redentora, los r¨ªos de sangre, la violencia cristiana. No es un culto de campesinos, sino de universitarios, de pose¨ªdos dostoievskianos. Acuden a la violencia de las armas para luchar contra lo que llaman "la violencia de la pobreza, la violencia del fraude, la violencia del desempleo y las enfermedades". Para los campesinos de Chiapas, la miseria, el fraude electoral, el desempleo o las enfermedades son lo que son -realidades terribles, insufribles si se quiere-, pero no son la muerte misma. Sobre la muerte misma, los campesinos quieren conservar la ¨²ltima palabra. Quiz¨¢ por eso, contra las predicciones y la llamada de la guerrilla, la mayor¨ªa ha repudiado con su ¨¦xodo o con sus banderas blancas la violencia de la muerte.
?Qui¨¦nes son los comandantes? Algunos provienen o al menos est¨¢n relacionados con las llamadas comunidades eclesi¨¢sticas de base, organizaciones de laicos ligados a la fracci¨®n de la Iglesia cat¨®lica que ha "elegido la acci¨®n preferencial por los pobres" y que desde 1974 han desarrollado en Chiapas c¨¦lulas de acci¨®n con miras insurreccionales. Su ideolog¨ªa es la teolog¨ªa de la liberaci¨®n. Sin embargo, estos catequistas pueden haber sido infiltrados y rebasados a su vez por guerrilleros profesionales, universitarios y urbanos, m¨¢s mao¨ªstas que cristianos, y cuyo perfil es el de la t¨ªpica guerrilla centroamericana o peruana. Debe de haber guerrilleros de esos pa¨ªses y grandes expertos europeos en sus filas. Se han preparado por a?os.
Como desaf¨ªo militar nacional, la guerrilla no prosperar¨¢. El, pa¨ªs es demasiado amplio, urbano y -hasta cierto punto- desarrollado para un escenario de violencia social generalizada. Con todo, cualquiera que sea el desenlace, la sublevaci¨®n de Chiapas cambiar¨¢ el destino de M¨¦xico. La lecci¨®n es clara: si los mexicanos queremos seguir avanzando hacia la
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modernidad, debemos inventar con, urgencia formas de apoyo social e intercambio econ¨®mico realmente eficaces con los mexicanos m¨¢s humildes. Pero para que esta lecci¨®n fructifique en la pr¨¢ctica, se requiere una condici¨®n previa: la democracia. Si en los municipios de Chiapas hubiese autoridades elegidas por el pueblo y no nombradas por el centro y los caciques locales, los campesinos podr¨ªan elegir entre las diversas v¨ªas la que m¨¢s les convenciera para alcanzar el mejoramiento econ¨®mico y la justicia social que les urge tanto. Esta reforma democr¨¢tica de abajo hacia arriba y de la periferia al centro no es una utop¨ªa: bastar¨ªa respetar el voto en todos los niveles. A trav¨¦s de los siglos, este pa¨ªs ha sido siempre el lugar de una tensi¨®n hist¨®rica entre la gravitaci¨®n del pasado y la llamada del futuro. La mayor parte de M¨¦xico ha optado ya decididamente por el futuro. Ning¨²n r¨¦gimen electo democr¨¢ticamente -ni siquiera C¨¢rdenas, en caso de llegar a triunfar- podr¨¢ revertir ya este proceso. En Chiapas, los ind¨ªgenas rebeldes y los pac¨ªficos hablan desde un pasado remoto, pero no desean permanecer en ¨¦l. Por el contrario, desean lo mismo que el resto de la naci¨®n. Chiapas es el ¨²ltimo furg¨®n que quiere avanzar m¨¢s r¨¢pido. Si M¨¦xico aprovecha este momento pl¨¢stico para desencadenar una reforma pol¨ªtica tan profunda como la reforma econ¨®mica, la fuerza moral de la sociedad desarmar¨¢ a los guerrilleros y los devolver¨¢ a donde pertenecen: un sal¨®n adjunto al de los dinosaurios del PRI en el museo de la historia.
?Cu¨¢l habr¨¢ sido la suerte de, Jos¨¦ P¨¦rez M¨¦ndez? No lo s¨¦. Espero que su vida haya sido respetada, espero que alguna vez discutamos libremente en los portales de Oxchuc, espero construir con ¨¦l una patria digna.
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