Mis razones para no hacer huelga
Su condici¨®n de funcionario con un sueldo en manos del Gobierno, la convicci¨®n de que no se debe impedir un cambio de la pol¨ªtica econ¨®mica, la solidaridad con los parados y el respeto a la democracia, son las razones del autor para no ir a la huelga.
1. Me han bajado el sueldo. Soy funcionario. Mi sueldo lleva dos a?os congelado. La. inflaci¨®n acumulada en 1992 y 1993 es m¨¢s del 10% En esa medida ha disminuido mi poder adquisitivo. Si triunfa la huelga mi situaci¨®n empeorar¨¢. La raz¨®n es sencilla. El Gobierno, para combatir la inflaci¨®n y dar ejemplo, congela el sueldo de los funcionarios, que es una de las variables sobre las que tiene mayor control. Si triunfa la huelga, es decir, si los que la organizan consiguen sus fines, los sueldos nominales seguir¨¢n subiendo, sobre todo los de los trabajadores sindicados de las grandes empresas privadas y p¨²blicas (porque mientras los sueldos de los funcionarios est¨¢n congelados, los de los trabajadores de empresas p¨²blicas, muchas de ellas fuertemente deficitarias, han subido por encima del 6% anual en esos a?os). Es posible que tambi¨¦n suban los sueldos nominales de los funcionarios, aunque en menor medida; pero esto es casi seguro que ocurra en 1995 en todo caso, porque los funcionarios p¨²blicos ya estamos bastante castigados. De modo que el triunfo de la huelga a m¨ª m¨¢s bien me perjudicar¨¢: en primer lugar, porque el sueldo de los funcionarios subir¨¢ en 1995 en todo caso, con huelga o sin ella; en segundo lugar porque, si triunfa la huelga, subir¨¢n m¨¢s los sueldos de otros colectivos sobre los que el Gobierno tiene menos control, la inflaci¨®n seguir¨¢ creciendo, y mi poder adquisitivo disminuir¨¢; y en tercer lugar, porque, a la larga, si la inflaci¨®n sigue disparada, el Gobierno seguir¨¢ utilizando los sueldos de los funcionarios como variable de control, y mi sueldo siempre perder¨¢ la carrera.2. Para que cambie la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno. Desde 1988, la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno viene dictada por los que organizan esta huelga. Por razones que luego examinaremos, el Gobierno socialista, que ten¨ªa un plan econ¨®mico abiertamente proclamado, renunci¨® a ¨¦l ante el ¨¦xito de la huelga del 14 de diciembre de ese a?o. Ese plan, por otra parte muy l¨®gico, consist¨ªa en llevar a cabo una pol¨ªtica de ajuste los a?os 1989 y 1990 y una pol¨ªtica de expansi¨®n los a?os 1991 y 1992; tras el ¨¦xito esperado de los fastos del Quinto Centenario y las Olimpiadas en 1992, con una econom¨ªa en expansi¨®n, se ganar¨ªan f¨¢cilmente las elecciones de 1993. Se trataba, en definitiva, del viejo ciclo pol¨ªtico-econ¨®mico: ajuste duro tras las elecciones, expansi¨®n ante las elecciones. Pero, como la econom¨ªa estaba ya recalentada a finales de los ochenta, y hab¨ªamos contra¨ªdo serios compromisos internacionales y comunitario s (el m¨¢s visible, la entrada en el Sistema Monetario Europeo) al ingresar en la comunidad y suscribir el acuerdo de Maastricht, la raz¨®n era doble para aplicar el ajuste duro planeado. Ahora bien, el triunfo de los huelguistas en 1988 dio al traste con estos bien meditados planes. El Gobierno se asust¨® y renunci¨® al ajuste duro: la inflaci¨®n se dispar¨¦ y no por eso disminuy¨® el paro. Al contrario, el progresivo deterioro de nuestra competitividad fue minando dos importantes factores de crecimiento del empleo: las exportaciones y el turismo. A la postre, las consecuencias de esta falta de rigor econ¨®mico se hicieron sentir en medio de los fastos de 1992: la pol¨ªtica de ajuste duro que no se hab¨ªa tomado a su tiempo empez¨® a practicarse en plena Expo. A manera anecd¨®tica dir¨¦ que en septiembre de 1992 fui desinvitado a participar en una mesa redonda durante la Expo de Sevilla, a la que se me hab¨ªa invitado con gran insistencia unos meses antes. No creo que la cosa fuera personal, ya que todo el programa (en el que hab¨ªa una veintena de participantes, mas de la mitad de extranjeros) fue suspendido por recortes presupuestarios. La cosa, repito, es puramente anecd¨®tica; pero da una idea de la precipitaci¨®n con la que se comport¨® el Gobierno en materia econ¨®mica durante esos a?os. Todo les sali¨® mal, incluso el triunfo en las elecciones, que les ha dejado con la necesidad de afrontar la crisis que ellos mismos han creado, por seguir el dictado de los huelguistas de 1988, pero con un Gobierno minoritario, d¨¦bil y desorientado. Y encima con la oposici¨®n intransigente de aquellos ante los que cedieron.
El Gobierno, desde los batacazos econ¨®micos de 1992 y 1993, est¨¢ intentando (de manera dubitativa y vergonzante) cambiar su pol¨ªtica econ¨®mica, visto el fracaso del modelo que se dej¨® imponer por los hombres del 14 de diciembre de 1988. La huelga tiene como objetivo impedir ese cambio. Los huelguistas quieren que siga la pol¨ªtica que nos ha metido en el presente atolladero. Yo, funcionario perjudicado y economista cr¨ªtico de la pol¨ªtica del Gobierno, no puedo respaldar esa huelga.
3. Para que no paguen siempre los mismos el coste de la crisis. Si la huelga trata de mantener la pol¨ªtica como hasta ahora, es evidente que se trata de que sigan pagando los mismos, es decir, los parados. Esto es natural: al fin y al cabo, la mayor parte de los parados ni cotizan ni pertenecen a ning¨²n sindicato. Son un ej¨¦rcito de reserva con poco poder pol¨ªtico. El triunfo de la huelga mantendr¨¢ altos los sueldos y salarios de los trabajadores empleados, que son los que van a hacer huelga, y muy dif¨ªcil la renovaci¨®n e in cluso la reestructuraci¨®n de plantillas. Las consecuencias son bien conocidas. Las empresas fuertes a corto plazo continuar¨¢n como han venido ha ciendo: ofreciendo generosas subidas y congelando la plantilla, porque no tienen alternativa con la legislaci¨®n laboral que ha venido rigiendo hasta ahora. Por ah¨ª no vendr¨¢ un aumento del empleo. Muchas empresas d¨¦biles cerrar¨¢n por ser incapaces de hacer frente a los costes y rigideces laborales. Por ah¨ª vendr¨¢ una reducci¨®n del empleo. A m¨¢s largo plazo, las perspectivas ser¨¢n peores, porque es claro ya que los inversores extranjeros, que hab¨ªan pecado de optimismo hasta 1992, est¨¢n escarmentados y siguen muy de cerca los avatares de nuestra pol¨ªtica laboral. De triunfar la huelga se ir¨¢n a Europa Oriental o a China, donde el mercado de trabajo es m¨¢s flexible y los sueldos m¨¢s acordes con la productividad. De modo que por ah¨ª el futuro del volumen de empleo tampoco es halag¨¹e?o si triunfa la huelga. Otro tanto puede decirse del capital espa?ol, que se ha aprendido bien el camino de Portugal y de Am¨¦rica, y que puede tambi¨¦n encontrar el de los excomunistas ("ex" de derecho en Europa Oriental, de hecho en China). De modo que si se cumplen los objetivos de los huelguistas, malas son las perspectivas del empleo, y seguir¨¢n pagando la crisis los de siempre.
4. Porque estamos en democracia. Llevamos casi veinte a?os en democracia (por muchos defectos que tenga el actual sistema, que los tiene). Los sindicatos ya no gozan del aura que ten¨ªan bajo el franquismo, ni para los que luchamos contra la dictadura, ni mucho menos para las nuevas generaciones. Son unos sindicatos poco representativos, con las tasas de afiliaci¨®n m¨¢s bajas de Europa, mal organizados, sin ideas e incapaces de una acci¨®n coherente y eficaz (v¨¦ase lo ocurrido con PSV cuando han tratado de modernizarse). La baja tasa de afiliaci¨®n es su tal¨®n de Aquiles, porque les hace dependientes econ¨®micamente del Gobierno y maximalistas ret¨®ricos por falta de capacidad de acci¨®n. Sus armas son la cerraz¨®n en banda y la huelga general. (Juan D¨ªez del Moral, el historiador de las agitaciones campesinas, se?alaba lo mismo en las asociaciones anarquistas: largos periodos de inacci¨®n por falta de estructura org¨¢nica, y ocasionales estallidos con ribetes heroicos; el esquema es t¨ªpico de sociedades atrasadas). Sin embargo, el Gobierno, procedente de un partido donde los nost¨¢lgicos tienen mucho peso, cede repetidamente ante las imposiciones de sus antiguos aliados, por una, mezcla de mala conciencia y temor reverencial. Pues si el Gobierno cede, yo no voy a ceder, porque soy tan dem¨®crata como ellos y porque tengo el mismo derecho a trabajar que ellos a holgar.
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