?Bosnios o musulmanes?
En la Bosnia de los dos ¨²ltimos a?os no ha habido, como tantos parecen sostener, un enfrentamiento entre tres grupos ¨¦tnicos: musulmanes, serbios y croatas. Lo que se ha hecho notar, muy al contrario, ha sido la colisi¨®n entre dos proyectos cristalinamente diferentes. El uno ha defendido, con todas las imperfecciones que se quieran, la convivencia inter¨¦tnica e intercultural. El otro ha apostado, en cambio, por la exclusi¨®n de la diferencia, y no ha dudado en recurrir con profusi¨®n a la fuerza. Si el primero de esos proyectos lo ha hecho valer el grueso de la poblaci¨®n musulmana de Bosnia, y aquellos serbios y croatas que han tenido la gallard¨ªa de ponerse de su lado, el segundo se ha visto avalado por los mejores reto?os que el fascismo tiene ahora en el continente europeo: los Gobiernos de Serbia y de Croacia.De un tiempo esta parte son mayor¨ªa quienes han dado en confundir a bosnios y musulmanes. Es verdad que la deriva m¨¢s reciente de los hechos puede invocarse como disculpa: tras presiones sin cuento, muchos de quienes defend¨ªan una Bosnia abierta a todos se han visto obligados a acatar la creaci¨®n de una rep¨²blica musulmana, En su Cuaderno de Sarajevo, por tantos motivos admirables, Juan Goytisolo se deja llevar a menudo por la idea de que el escenario bosnio ofrece un ejemplo preclaro de c¨®mo los musulmanes se han convertido, una vez m¨¢s, en v¨ªctimas propiciatorias del odio y la desidia de los cristianos de Oriente y Occidente. Al hacerlo -y no digo que los argumentos esgrimidos carezcan de fundamento-, Goytisolo le sustrae a los musulmanes de Bosnia lo que a la postre es su grandeza: no son las v¨ªctimas por su leg¨ªtimo empe?o en seguir existiendo como musulmanes, sino por haber reivindicado en su mayor¨ªa, y en condiciones infames, una sociedad multi¨¦tnica como la que, con serbios y croatas, hab¨ªan forjado en Sarajevo. Al respecto, los datos son tercos. Quienes piensan que el refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n y la declaraci¨®n de independencia de Bosnia fueron dos imperdonables errores har¨ªan bien en repasar las hemerotecas. Entender¨¢n entonces que la Yugoslavia que la mayor¨ªa de los bosnios abrazaba en los a?os anteriores ya no era tal: la ruptura de todas sus reglas de juego mucho ten¨ªa que ver con el renacido sue?o xen¨®fobo-imperial del nacionalismo serbio m¨¢s radical. Los nombres de Kosovo, en donde pervive un formidable movimiento de desobediencia civil, y de dos ciudades de Croacia -Vukovar y Osijek- se sumaron entonces a ese macabro concepto de limpieza ¨¦tnica. No acaban ah¨ª, sin embargo, las cosas: a diferencia de sus hom¨®logos serbio y croata, el Gobierno bosnio -en ¨¦l tomaban asiento, no lo olvidemos, musulmanes, serbios y croatas- ratific¨® su compromiso con el reparto del poder, la descentralizaci¨®n y una efectiva desmilitarizaci¨®n de la rep¨²blica. A duras penas pueden colocarse en su debe, en otras palabras, provocaciones y conculcaciones de derechos. Su apuesta, dig¨¢moslo una vez m¨¢s, no fue por la exclusi¨®n, como todav¨ªa lo atestiguan los miles de serbios y de croatas que resisten en Sarajevo. Hay quien ha dicho al respecto que si los musulmanes -el grueso de la resistencia frente a la barbarie- han asumido un comportamiento civilizado, ha sido porque condici¨®n de exigua mayor¨ªa, "no les quedaba otro remedio". Los adalides del escepticismo moral m¨¢s extremo har¨ªan bien en aplicar el argumento en otros escenarios. Que se atrevan a decir que a la Rep¨²blica espa?ola o al r¨¦gimen de Allende no les quedaba otro horizonte que la defensa del orden constitucional frente a la agresi¨®n militar, o que -de haberse dado otras condiciones- palestinos, kurdos y saharauis hubieran sido los responsables, y no las v¨ªctimas, de otros tantos genocidios.
Pero lo que unas veces es un impresentable relativismo moral que no identifica sino tribus abocadas -l enfrentamiento, en otras es culpable ignorancia. Ah¨ª est¨¢n las repetidas declaraciones del ministro de Defensa, Garc¨ªa Vargas, y del propio presidente Gonz¨¢lez, quienes al cabo de mucho pensarlo han ca¨ªdo en la cuenta de que "todos son iguales porque todos incumplen los acuerdos firmados". Que se coloque en un mismo plano a un gobierno dram¨¢ticamente elegido que ha demostrado de forma consistente su apuesta por la paz y por la convivencia, y a quienes con la fuerza de las armas han exigido la partici¨®n ¨¦tnica -ah¨ª es nada- de un territorio parece, simplemente, vergonzoso. Al tiempo que se le pide al Gobierno bosnio que se coloque una soga en el cuello, se legitima la arrogancia exhibida en las negociaciones por dos criminales de guerra, Karadzic y Boban.
Claro que, puestos a encontrar la luz, nada mejor que ampararnos en las preguntas que Alonso Zald¨ªvar se hac¨ªa, d¨ªas atr¨¢s, en las p¨¢ginas de este peri¨®dico. Ilustran a las claras cu¨¢l es la pol¨ªtica de nuestro Gobierno. Cuando un asesor del presidente se permite preguntarse si estamos moralmente autorizados "a castigar a quienes prefieren vivir en entidades ¨¦tnicamente homog¨¦neas" deja en el camino lo principal. Lo que estamos obligados a preguntarnos es si podemos consentir que quienes -y entre ellos los musulmanes, serbios y croatas que defienden Sarajevo- han apostado por la convivencia sean impunemente masacrados, mientras los responsables de decenas de miles de muertes, violaciones y expulsiones se convierten en reconocidos jefes de Estado de las flamantes rep¨²blicas serbia y croata de Bosnia. Las reflexiones de Alonso Zald¨ªvar revelan el m¨¢s crudo de los relativismos morales. Y es que su queja, impl¨ªcita, de que nadie defiende principios en Bosnia tiene f¨¢cil r¨¦plica: es el propio Alonso Zald¨ªvar el que ha decidido tirar por la borda todos los principios.
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