La vehemencia de Barcel¨® y la armon¨ªa de Gargallo abren el a?o galerista de Madrid
Las esculturas y relieves de ambos artistas, separadas s¨®lo por un muro
En espacios contiguos, tan s¨®lo separados por un muro com¨²n, se presentan hoy, en Madrid las obras de dos artistas espa?oles de incuestionable impacto, Pablo Gargallo 1881-1934) y Miquel Barcel¨® (1957). Ambas muestras re¨²nen, a su vez, esculturas y relieves. Y ah¨ª acaba, en lo esencial, cuanto sit¨²a en esta ocasi¨®n en paralelo a dos creadores vinculados a contextos hist¨®ricos, talantes y po¨¦ticas muy dispares, a no ser que entendamos que encarnan tambi¨¦n, a su manera, modos complementarios de un cierto paradigma de mediterraneidad, uno a trav¨¦s de la armon¨ªa r¨ªtmica de las formas, m¨¢s pr¨®xima a lo apol¨ªneo; otro en lo dionis¨ªaco, intempestivo y vehemente.
En una muestra parcialmente antol¨®gica -soberbia por la importancia de las piezas que re¨²ne y exquisita en el modo como ha equilibrado su selecci¨®n-, la galer¨ªa Malborough nos acerca, en una visi¨®n voluntariamente compleja, al universo de Pablo Gargallo. Voz indispensable en la renovaci¨®n escult¨®rica del siglo XX, Gargallo ocupa un lugar singular en el territorio de las vanguardias hist¨®ricas, a la vez central por la importancia fundamental de su aportaci¨®n, mas tambi¨¦n exc¨¦ntrico, en la medida en que su po¨¦tica no se somete por entero a los modelos m¨¢s obvios de los lenguajes de la vanguardia que, como el cubismo, le puedan resultar m¨¢s pr¨®ximos.,Hace un par de a?os, tuvimos ya ocasi¨®n de revisar en Madrid, en una antol¨®gica presentada por la Fundaci¨®n Mapfre, la vertiente m¨¢s estrictamente vanguardista del hacer de Gargallo. En ella resulta obvio c¨®mo la reducci¨®n geom¨¦trica de las formas y la revelaci¨®n de su espacio interior alejan toda vocaci¨®n de construcci¨®n pura en favor de un inter¨¦s m¨¢s sensual en la modulaci¨®n r¨ªtmica de las l¨ªneas y la articulaci¨®n de los planos.
Emparentada claramente con sus propias ra¨ªces modernistas, la pervivencia de esa musicalidad ornamental en la escultura de Gargallo tiene a su vez un contrapunto esencial en esa otra cadencia constante que, a lo largo de toda su trayectoria, introducen las referencias a la memoria de la clasicidad.
Vanguardia y clasicismo
Y es sobre esa s¨ªntesis compleja, que engloba desde la exploraci¨®n libre de las rutas abiertas por la vanguardia hasta la visi¨®n, no menos renovadora, de los arquetipos de la tradici¨®n cl¨¢sica de la escultura, donde esta exposici¨®n acierta a revelarnos la m¨¢s densa riqueza que define, lejos de lecturas reduccionistas, la aportaci¨®n real y decisiva de Gargallo.La galer¨ªa Soledad Lorenzo, por su parte, nos depara dos sorpresas notables en la obra ¨²ltima de Miquel Barcel¨®. En primer lugar, la muestra re¨²ne una amplia serie de bronces, con los que el artista materializa al fin en la escultura una tentaci¨®n reiterada en los noventa, pero que no hab¨ªa dado hasta ahora sino algunos objetos epis¨®dicos. Barcel¨® ha trasvasado a la escultura sus motivos y obsesiones habituales, y, en lo esencial, esa idea de metamorfosis continua de la materia, magma animado por incesantes procesos de corrupci¨®n y germinaci¨®n, donde las formas -figuras humanas, animales y objetos del taller o del entorno cotidiano- parecen emerger accidentalmente para diluirse de nuevo en el curso del tiempo.
El artista mallorqu¨ªn ha efectuado con deslumbrante soltura ese salto de medio, pues sin duda la materia moldeada en el espacio resultaba un territorio natural a sus met¨¢foras de transformaci¨®n. Pero adem¨¢s ha acertado a mantener viva en la suntuosidad del bronce esa pulsi¨®n espont¨¢nea y libre que la materia suele obtener en sus pinturas.
En un libro dedicado al pintor en 1992 -y que hoy resulta, por tanto, premonitorio- Castor Seibel intu¨ªa ya en la pintura de Barcel¨® ese impulso que anhela desde el lienzo el espacio real. Como en una traducci¨®n estrictamente literal de sus palabras, la otra gran sorpresa de la muestra nace del desconcertante y peculiar uso del relieve que el ¨²ltimo Barcel¨® introduce en sus pinturas. Moldeando un lienzo encolado sobre tela met¨¢lica, obtiene un soporte de ondulante orograf¨ªa, que sirve de base a un di¨¢logo donde el juego de la representaci¨®n aprovecha a su favor las analog¨ªas propiciadas por los accidentes del terreno.
Un uso mestizo del relieve
De hecho, el t¨¦rmino "escult¨®rico", por el que Seibel define en su texto la aspiraci¨®n al volumen en la pintura de Barcel¨®, resulta aqu¨ª equ¨ªvoco o, cuando menos, insuficiente. Se ajusta tal vez a aquellos fragmentos en los que la forma de un cuerpo o de una escultura se funden con el relieve. Pero alude entonces a un aspecto parcial de la apuesta del pintor que es tambi¨¦n, en, cierto modo, el m¨¢s simplista. Cuando el juego alcanza de verdad su v¨¦rtigo m¨¢s pleno, es all¨ª donde Barcel¨® acierta a dar un uso mestizo al relieve, en el que ¨¦ste no es s¨®lo corporeidad ilusoria del objeto, sino inquietante ambivalencia del espacio o del continuo entre figura y lugar. En esa v¨ªa, junto a tres espl¨¦ndidos retratos del propio Castor, son sobre todo lienzos como L'atelier aux sculptures, L'atelier rose y, de un modo m¨¢s rotundo, Atelier avec livre rouge, los que alcanzan ese temblor indiscernible entre las dos y las tres dimensiones.
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