El artista ausente
"No se lo digas a Soledad, pero esta vez no voy a ir a la inauguraci¨®n". La confesi¨®n, realizada en plenas navidades y con un pie en el avi¨®n que le transportaba a Mal¨ª, era casi una amenaza. Dicho y hecho. Esta noche, Miquel Barcel¨® dejar¨¢ plantada a su galerista, Soledad Lorenzo, y a todos los invitados que llevan esperando dos a?os la nueva exposici¨®n del mito m¨¢s joven de la pintura espa?ola.No es s¨®lo una descortes¨ªa. El artista mallorqu¨ªn ha rebasado los l¨ªmites razonables de la popularidad. Se ha convertido, al margen de sus calidades pict¨®ricas, en un fen¨®meno de masas. Lo m¨¢s parecido a un cantante de rock. El espect¨¢culo de sus inauguraciones no est¨¢ en sus cuadros, sino en ¨¦l mismo. El p¨²blico invierte m¨¢s tiempo sigui¨¦ndole con la mirada que plantado frente a una obra; la caza del aut¨®grafo se convierte en el deporte favorito de los espectadores. El cuadro pasa a un descarado segundo plano, entre tanta palmadita y tanto suspiro de admiraci¨®n. En definitiva: la moda Barcel¨® se come al hecho art¨ªstico.
No s¨¦ si Miquel Barcel¨® es el mejor pintor contempor¨¢neo espa?ol, pero estoy convencido de que es uno de los m¨¢s inteligentes. Por eso, esta noche, en lugar de apretujarse en la sala de la galer¨ªa Soledad Lorenzo, estar¨¢ en Segou, perdido en el coraz¨®n de ?frica, oyendo historias rituales, repasando sus ¨²ltimos dibujos ind¨ªgenas, corri¨¦ndose la gran juerga o preocup¨¢ndose porque entre las s¨¢banas de su cama no haya ninguna ara?a.
De esta forma, huyendo de su propia inauguraci¨®n, el artista ha dejado la pelota en el tejado de su p¨²blico. Cuando esta noche la sala se abra y dentro solamente est¨¦n sus nueve esculturas, sus cinco grandes cuadros y sus cinco retratos, no habr¨¢ m¨¢s remedio que empezar a hablar de arte. Como antes de que estas cosas se convirtieran en un lamentable escaparate social.
Babelia
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