La guerra se libra a pocos kil¨®metros
El exterior del centro de refugiados del Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad (MPDL) de Ljubuski, en la zona de Bosnia dominada por los croatas, todav¨ªa conserva casquillos de bala desperdigados por el suelo. Ese detalle, junto con la presencia de militares paseando tranquilamente por las calles y la existencia de refugiados croatas, es lo ¨²nico que recuerda la proximidad de la guerra (a 35 kil¨®metros, en Mostar, las tropas croatas y musulmanas se disputan el sector este a costa de sangre y odio tribal).La localidad, que abarca 37 n¨²cleos de poblaci¨®n y 27.000 habitantes en su t¨¦rmino municipal, se encuentra a escasos kil¨®metros de Medjugorje, sede del cuartel general de los cascos azules espa?oles. Medjugorje, donde los objetores de conciencia del programa del MPDL Ayuda a Bosnia-Herzegovina viven en un tranquilo hostal, turistas que visitan el santuario en el que, dicen, se apareci¨® la Virgen a seis ni?os en 1986 y militares del Consejo de Defensa Croata (HVO) a bordo de coches BMW o Mercedes que disparan al aire calentando motores para desplazarse al frente durante el fin de semana, componen una escena surrealista y anacr¨®nica. El esp¨ªritu de las cruzadas vive en Europa. a las puertas del siglo XXI.
Los refugiados viven hacinados en camas que llegan hasta la recepci¨®n del hotel Bigeste, donde se ha habilitado el centro, y la suciedad es la nota com¨²n por todas partes. "Hay mucho trabajo, ya que hay que higienizar todo esto y arreglar muchas cosas, como la cocina y las pistas deportivas", dice Esteban Gelpi, de 23 a?os, el cocinero gallego del grupo. Me ha impactado ver el hacinamiento humano, la suciedad y el olor, nada m¨¢s entrar. Va a ser m¨¢s dif¨ªcil de lo que yo pensaba",afirma Javier Mateo, un toledano de 25 a?os que ha dedicado media vida a la animaci¨®n social con ni?os.
"Me ha impresionado un ni?o, p¨¢lido y ojeroso. Parec¨ªa triste y enfermo. Ah¨ª es cuando me he dado cuenta de que estoy en un pa¨ªs en guerra y que hay mucho que currar", cuenta Fernando Navarro, un valenciano de 24 a?os que se dedica a la publicidad. "Me joden sobre todo las ganas que tiene la gente de matarse. Gente que pod¨ªa entender por ser de mi misma edad, que en vez de unirse todos en contra de la guerra la apoyan y entran en el juego", a?ade.
"Cuando est¨¢s en Espa?a piensas que la ayuda humanitaria es una manera de conjurar la mala conciencia occidental. All¨ª parece que tiene menos sentido, pero aqu¨ª te das cuenta de que hace que un mont¨®n de refugiados coma", se?ala F¨¦lix, Casanova, uno de los objetores destinado a Split para la organizaci¨®n de convoyes.
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