La ¨²ltima esperanza
Argelia ha vivido una semana llena de sobresaltos provocados por la designaci¨®n de un nuevo presidente
El coraz¨®n se te qued¨® helado, mientras conten¨ªas la respiraci¨®n. Estabas sentada, una vez m¨¢s, frente a la pantalla del televisor. El ministro de Defensa, Liamin Zerual, iba a hablar a la naci¨®n. En esa espera interminable, que transcurri¨® entre la ¨²ltima imagen del telediario y el cartel anunciando el mensaje del general, lo pensaste todo y acabaste temiendo lo peor.Fue inevitable. Recordaste una situaci¨®n similar, la de en enero de hace dos a?os, cuando tambi¨¦n se te convoc¨® ante el televisor, para presenciar en directo la inesperada dimisi¨®n-cese del presidente Chadli Benyedid. A duras penas lograste evocar otra aparici¨®n tambi¨¦n inesperada, siempre ante el televisor, la del ministro de Defensa Huari Bumedi¨¢n, en junio de 1965, anunciando el cese del primer presidente de la Rep¨²blica Ahmed Ben Bella, mientras los tanques sal¨ªan a la calle.
Pero fue una falsa alarma. Liamin Zerual, de civil, parapetado detr¨¢s de una mesa, escoltado por la bandera de Argelia y un portal¨¢pices con un ¨²nico rotulador, pronunci¨® un largo e interminable discurso dirigido a la clase pol¨ªtica y a los partidos. Los convoc¨® a la Conferencia para el Di¨¢logo Nacional, que se deb¨ªa celebrar en poco m¨¢s de una semana y en la que se tratar¨ªa de encontrar una salida negociada a la crisis en la que se encuentra sumido el pa¨ªs. Por eso no entendiste casi nada.
Te entretuviste contemplando ese juego involuntario de luces que se produc¨ªa misteriosamente en la pantalla, cada vez que. las c¨¢maras saltaban de plano y Lamine Zerual cambiaba de color. Te perdiste por los vericuetos de aquel discurso ambiguo, entre la amenaza y la llamada al di¨¢logo, con el que se pon¨ªa fin a la pol¨ªtica de "represi¨®n a ultranza", que durante los dos ¨²ltimos a?os ha preconizado e impulsado el Alto Comit¨¦ de Estado, en un intento de frenar el avance del integrismo y que le ha saldado con m¨¢s de 3.000 muertos. Zerual acababa de abrir oficialmente la segunda fase de la transici¨®n y la nueva pol¨ªtica de di¨¢logo. Y t¨² entretenida con los cambios de color. Como si se tratara de un camale¨®n.
Liamin Zerual, 52 a?os de edad, oriundo de la regi¨®n de Batna, en El Aures, al este de Argelia, junto a la frontera tunecina, casado, padre de tres hijos, fue, hasta el d¨ªa de su discurso, ese desconocido general, que abandon¨® el Ej¨¦rcito en 1989 por disidencias con el entonces jefe del Estado. La raz¨®n ¨²ltima de su dimisi¨®n fue la reestructuraci¨®n de la c¨²pula militar y la represi¨®n de la revuelta popular del mes de octubre de 1988. Ahora, despu¨¦s de siete meses de silencios, tras haberse hecho cargo del Ministerio de la Defensa, iba a hablar, por fin, por el televisor.
Cuando todo acab¨®, volviste a la calle. Ergui da, abrazada a tu bolsa para el pan, para sumarte, como todos los d¨ªas, al ¨²ltimo puesto de una disciplinada formaci¨®n. Tu ¨²nica obsesi¨®n era poder acceder a la puerta del comercio. Poco te importaba conocer las causas de esa nueva penuria, motivada, seg¨²n dicen, por la mafia de los panaderos, que prefieren comerciar con la harina y dedicarla a la elaboraci¨®n de pasteles, antes que destinarla a la fabricaci¨®n del pan.. Mientras la cola avanzaba lentamente, hab¨ªan empezado a sonar ya en el interior del Palacio de Congresos, a 30 kil¨®metros de Argel, las primeras notas del himno nacional -Casa mance o Juramento- coreado por un grupo de guardias republicanos, vestidos con casacas rojas y guantes blancos. La Conferencia para el Di¨¢logo Nacional no hab¨ªa hecho m¨¢s que empezar. Funcionarios de todos los ministerios, representantes de desconocidas asociaciones, algunos l¨ªderes pol¨ªticos, mucha polic¨ªa y los miembros del Gobierno hab¨ªan logrado llenar el hemiciclo.
Se pon¨ªa de esta manera fin a una larga noche de espera y de maniobras en la que se hab¨ªa intentado asegurar la presencia de una representaci¨®n del Frente Isl¨¢mico de Salvaci¨®n y el retorno a la Conferencia de la mayor¨ªa de los partidos de la oposici¨®n democr¨¢tica, que hab¨ªan decidido boicotearla, antes que someterse a lo ya "pactado en el pasillo".
Pero t¨², en la cola del pan. Te hubiera servido de consuelo saber que en el otro extremo de la ciudad, en los arrabales de Bab El Oued, detr¨¢s del hospital Maillot, al pie de la colina donde se erige la bas¨ªlica de Nuestra Se?ora de ?frica, centenares de j¨®venes hacen a diario cola como t¨². Esperan acceder a la oficina de reclutamiento militar y eludir las sanciones anunciadas por la prensa y la televisi¨®n a los mozos que en edad militar no cumplimentan sus citas con el Ej¨¦rcito. Son los muchachos de los reemplazos de 1970 a 1974.
Est¨¢n condenados a formar parte de este grupo de 70.000 soldados de leva obligatoria que componen el Ej¨¦rcito argelino. Durante dos a?os, cobrar¨¢n un sueldo miserable de 200 a 300 dinares al mes, algo m¨¢s de 1.500 pesetas, y se ver¨¢n quiz¨¢ obligados a sumarse a la represi¨®n oficial contra los integristas.
Han optado por presentarse en las oficinas y regularizar su situaci¨®n, antes de que acabe el plazo, del 5 de febrero, para no caer as¨ª en las redadas policiales, que se anuncian ya en los barrios perif¨¦ricos de la ciudad.
Consumi¨¦ndote en el silencio de la espera, en la calle, abrazada siempre a la bolsa vac¨ªa del pan habr¨¢s escuchado quiz¨¢ los ecos de otra deserci¨®n; la de Abdelaziz Buteflika, el padre de la diplomacia argelina, que a sus 56 a?os de edad decid¨ªa marcharse precipitadamente. a Ginebra, abandonando n Argel el puesto que le hab¨ªan ofrecido como presidente de la Rep¨²blica. Indiferente ante el vacio pol¨ªtico provocado por esa salida, te olvidaste sin duda de la imagen pat¨¦tica y desolada de ese peque?o hombre, ue en aquella fr¨ªa ma?ana del pen¨²ltimo d¨ªa de diiembre de 1978, n el cementerio e El Alia, en Arel, pronunci¨® enre sollozos la oraci¨®n f¨²nebre por la muerte del presidente Bumedi¨¢n. "T¨² eres, hermano presidente, el que has consolidado nuestra unidad, y t¨² ser¨¢s nuestra fuente para continuar nuestro combate. Tenemos tanta necesidad de ti que no comprendemos tu partida. Argelia era la meca de la Revoluci¨®n, el refugio de los hombres libres, un ejemplo real de movilizaci¨®n". Te olvidaste de todo eso. de la misma manera que lo ha olvidado el propio Buteflika.
El d¨ªa acab¨® para ti cuando pudiste llegar, despu¨¦s de varias horas de espera, hasta el mostrador. El panadero, un hombre escu¨¢lido, te recibi¨® con una sonrisa en los labios, entornada por el sue?o. Al verte entrar, movi¨® la cabeza una y otra vez, de derecha hacia izquierda, mientras se encog¨ªa de hombros y te anunciaba con voz entrecortada que hoy no has tenido suerte "Ma kerich"- Hoy no habr¨ªa pan para ti. Abrazada una vez m¨¢s a esa bolsa sin pan, convertida en tu bandera, volviste a tu casa. Fue entonces cuando, sentada otra vez ante el televisor, te enteraste de que Argelia ten¨ªa ya un nuevo presidente. La bolsa vac¨ªa del pan qued¨® colgada del pu?o de cualquier puerta, esperando un ma?ana mejor.
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