Gaztetxe, rep¨²blica juvenil
Viaje a la escuela de Villaverde que 'okupan' tribus opuestas pero amigas
La idea de la okupaci¨®n surgi¨® dentro de tres cabezas rapadas y una pelambrera amarilla. Cuatro amigos del barrio de Villaverde de muchos a?os que un d¨ªa se fijaron en un edificio imponente, en tiempos instituto de formaci¨®n profesional, habitado por jeringuillas, papel de plata y una cuarta de polvo. El 6 de mayo tomaron posesi¨®n y la voz corri¨® por el barrio. Y ahora en la Casa o el Gaztetxe (t¨¦rmino aplicado en vascuence a los edificios okupados; literalmente, casa de la juventud en euskera) suenan a la vez Negu Gorriak, bakalao y Judas Priest. All¨ª conviven ya heavis, punks, sat¨¢nicos, rapados de izquierda y patinadores amantes del bakalao.
En los pasillos cuajados de grafitos -"el Papa ha venido a verte, esc¨®ndete", por ejemploun par de rapados se puede cruzar con un chaval con cresta y espetarle:
- Guarro, costra, que ere un costra.
Y el otro:
- Calvos, hijoputas.
De la conversaci¨®n quedan tres sonrisas, que dan una idea de lo que se cuece all¨ª. Nada une a los 100 j¨®venes -apenas superan los 20 a?os- que por all¨ª circulan. Hay jardineros o guardias jurados en paro, estudiantes de graduado escolar un poco talluditos y rebeldes que se ganan talego y medio (1.500 pesetas) al d¨ªa por repartir propaganda; hijos de funcionarios, de chatarreros o de tenderos ahogados por la crisis. El buen rollo se nota:
- ?Sat¨¢nicoooos! Muchas gracias, sat¨¢nicos, sois la polla, cuando lleg¨¢steis a comisar¨ªa nos soltaron.
Desde la ventana grita un rapado a una chica que corta le?a con otro en el patio. Una delegaci¨®n de chavales de la casa acudi¨® esta semana a comisar¨ªa para defender a 10 compa?eros detenidos tras una pelea con una pareja a la que ellos acusaban de pasar droga (ve¨¢se El Pa¨ªs Madrid del martes). Entre ellos figuraban los sat¨¢nicos, aficicinados a dibujar estrellas al rev¨¦s y el sonido duro de grupos como Judas Priest.
Los socios fundadores de Gaztetxe son Calavera, Ruso y Zapata, calvos donde los haya, y su inseparable Smith, un punki rubio contristes ojos azules. Ellos han elegido sus apodos. Despu¨¦s del trago de comisar¨ªa son desconfiados. Los tres primeros impresionan con sus cazadoras verdes bomber, el pelo incipiente en la cabeza y las botas militares clav¨¢ndose en las aceras. A simple vista, son rapados nazis. Aplicando la lupa, se ven banderas sovi¨¦ticas adornando su cazadora. Son red skins (rapados rojos, de izquierda). Ya hace a?os han probado los pu?os de los fascistas y se han dado alguna vuelta por comisar¨ªa.
Smith, el rubio oxigenado, camina el invierno con sus amigos rapados sobre unas viejas zapatillas de tela, y es que no se permite llevar encima ni cueros, ni pieles ni nada de eso, porque est¨¢ por la liberaci¨®n animal. ?l es un punki vegetariano que ha te?ido su pelo de media docena de colores. Quiere ser diferente a los dem¨¢s, le dice a su madre. "Somos esclavos de la sociedad, / obedecemos sus normas para ser ciudadano ejemplar", canta Smith en un grupo hard-core-punk del que es solista y letrista, y que se llama, en honor a Mortadelo y Filem¨®n, Doctor Bacterio.
La pandilla se completa con dos hermanas, las hermanas Amor, chicas de pelo largo, vaqueros y horas de instituto. Una de ellas es la chavala de Zapata.
La prueba del algod¨®n
La panda de los calvos rojos -con Smith, el punki, incluido- tom¨® posesi¨®n del ala de la escuela que acog¨ªa las aulas. En una de ellas, muy grande, han pasado su primera Nochevieja y han ido instalando sus tesoros. Un Lenin en rojo, panfletos antifascistas, filas enteras de litronas, una estufa de le?a, colchones apilados y muchas pintadas, por ejemplo: "La prueba del algod¨®n no falla", junto a dos perfiles de rapados: uno es un red skin, para ellos el aut¨¦ntico, y el otro es el nazi o bonehead (gabeza vac¨ªa) -nadie en la Casa pertenece a esa tribu fascista-, al que dedican panfletos as¨ª: "Yo saber, leer es muy cansado, pensar ser a¨²n m¨¢s cansado que gritar 'negro de mierda' o 'sucio jud¨ªo'. (...) A m¨ª no importa nada si t¨² afeitar cr¨¢neo o llevar botas militares. (...) A m¨ª importar que t¨² respetar a ti mismo, tu cerebro y tu dignidad, as¨ª tal vez t¨² aprender tambi¨¦n a respetar a otras personas".-?Vosotros sois violentos?
-S¨®lo usamos la violencia en defensa propia.
-Somos comunistas-anarquistas.
-Pero nadie de esta casa est¨¢ afiliado a ning¨²n partido pol¨ªtico -comenta otro a la luz de las velas.
Los de enfrente
En la otra ala, donde antes hubo viviendas, est¨¢ Alaska, una muchacha de pelo negro te?ido, due?a de un inquieto cachorro. "Pens¨¦", dice ahora, "que la Casa deber¨ªa ser un local social". Sus amigos y ella, considerados heavies, tienen dos pisos en este a a n los otros est¨¢n los heavies de Villaverde, de Orcasitas, los punkis... Una y otra ala se comunican por un patio con tres ¨¢rboles que un okupa jardinero se encarg¨® de podar.Los que m¨¢s desentonan son los bakalaeros-rollers (patinadores y amantes del bakalao), chavales con vaquero de marca, que en dyc con cocacola, barren la alfombra que se trajeron de casa y decoran con ramilletes de verde y cartelones con anuncios de perfume. Son los vecinos del bajo izquierda.
"Esto es como mi casa, da buti, es un sitio ordenado, guai", se desmarca un chico de camisa y vaqueros, empu?ando el escob¨®n. Sus dos amigos est¨¢n en paro, pero ¨¦l trabaja a la vez de frutero y de camarero y recalca: "Yo soy una persona decente".
Con los meses, las habitaciones se han ido vistiendo de los vivos colores de grafiteros amigos, de ¨ªdolos musicales y muebles de la basura. El agua se acarrea desde la fuente y con la luz cada uno se apa?a como puede. A veces se quedan a dormir. El cuarto de Small, uno de los calvos, es de las m¨¢s ordenadas. A veces la gente se queda a dormir.
- ?Si al final nos van a cerrar esto y ser¨¢ por los yonquis, colega! -exclama Small.
- S¨ª -responde Fonta, uno de los sat¨¢nicos.
-Son unos cobardes.
Si hay algo que despierta pasiones en la Casa es el tema de la droga. El caballo se pasea por Villaverde como un elefante en una cacharrer¨ªa, y si no que se lo digan, a los dos chavales que conversan. Small, un skin de 20 a?os, dice que lleva tres sin fumar hero¨ªna. Muestra el furor de los conversos: "Vamos, es que veo el papel de plata y vornito". A Fonta, con 26, le viene bien pasar las tardes all¨ª y cortar le?a. Lleva cuatro meses limpio, y cuenta:
-Colega, me acuerdo un d¨ªa, cuando me pon¨ªa, que vine aqu¨ª y me estaba fumando un chino. Lleg¨® uno y me dijo, aqu¨ª no te pones, colega, y yo cog¨ª el papel y me fui, tranquilo, sin dar problemas.
Las pintadas machacan: "La ¨²nica hero¨ªna, Agustina de Arag¨®n". Por la hero¨ªna comenzaron las disensiones y sigui¨® una gresca que tuvo consecuencias: 10 de los muchachos acabaron en comisar¨ªa, entr¨® la polic¨ªa a registrar y a llevarse la pancarta del f¨²tbol alguno es del Rayo Vallecano-, el hacha de la le?a, barras de hierro y un bate de b¨¦isbol:
-A ver -dice Small-, las chicas est¨¢n durmiendo solas y necesitan defenderse, aqu¨ª han entrado y han prendido fuego.
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