Joseph Cotten, el tercer hombre era ¨¦l
Virginiano de buena cuna, Joseph Cotten tuvo a su favor, desde ni?o, el hecho de pertenecer a una familia de grandes contadores de cuentos de la guerra civil al calor de la chimenea, con un "t¨ªo Benny" que le hac¨ªa escenificar sus historias. De ah¨ª a Orson Welles s¨®lo hubo un paso.Colabor¨® con ¨¦l en la hist¨®rica emisi¨®n radiof¨®nica de La guerra de los mundos -que lanz¨® a los norteamericanos a la calle, presas del p¨¢nico, creyendo que se trataba de una aut¨¦ntica invasi¨®n- y en la fundaci¨®n del teatro Mercury, cuya primera versi¨®n fue un Julio C¨¦sar que, en 1937, pase¨® por los escenarios un C¨¦sar m¨¢s cercano a Mussolini y Hitler que al vencedor de Pompeyo.
De Welles escribe en su autobiograf¨ªa -mucho menos notable que su trabajo en el cine- que pod¨ªan achac¨¢rsele a Welles muchos defectos, "pero nunca te aburr¨ªa". "Cuando le conoc¨ª", precisa, "era un ser completamente libre, porque hab¨ªa abandonado la etapa de ni?o prodigio y todav¨ªa no hab¨ªa sido catalogado como genio".
Brillante pero no especialmente interesante en su libro; sin embargo, hay por lo menos dos ocasiones -soberbias ambas- en su carrera cinematogr¨¢fica en que podemos identificarle con el narrador que, por familia, estaba destinado a ser: en Ciudadano Kane (Orson Welles, 1941) le vemos, ya anciano y paral¨ªtico, rememorando al gigante sin escr¨²pulos de la prensa sensacionalista que fue su mejor amigo, y en El tercer hombre (Carol Reed, 1950) es, desde el principio, la voz que cuenta su ignorancia sobre lo que cree saber acerca de su amigo Harry Lime.
No es casual que ambos personajes -Kane y Lime- estuvieran interpretados por el aplastante Welles, cuya personalidad arrebatadora dejaba en segundo plano todo lo que aparec¨ªa junto a ¨¦l. Sin embargo, Joseph Cotten pose¨ªa cualidades de corredor de fondo, una persistente personalidad que mezclaba las aguas transparentes de sus ojos grises de bueno con una inquietante ambig¨¹edad moral que qued¨® insinuada en El tercer hombre -?traiciona a su amigo por estrictas razones ¨¦ticas o por celos del amor que le profesa Alida Valli?- y espl¨¦ndidamente expuesta en La sombra de una duda (Alfred Hitchcock, 1943), en donde bord¨® el papel del t¨ªo Charlie, el otro yo perverso de su sobrina Teresa Wright.
M¨¢s: su tranquilizante bonhom¨ªa en Duelo al sol (King Vidor, 1946), frente al salvaje y pasional Gregory Peck, o en Luz de gas (George Cukor, 1944), en oposici¨®n al mal¨¦volo Charles Boyer, queda bastante difusa frente a su actuaci¨®n como el marido neurotizado y finalmente asesino, en Ni¨¢gara (Henry Hathaway, 1953), de su infiel esposa Marilyn Monroe, y el torturado terrateniente de Atormentada (Alfred Hitchcock, 1949).
Hace casi veinte a?os tuve la oportunidad de entrevistar a Cotten, en el transcurso de una visita privada que realiz¨® a Barcelona en compa?¨ªa de su esposa, Patricia Medina, que hab¨ªa sido una vivaracha especialista en filmes de piratas. Y pude comprobar que el hombre que asesinaba a viudas ricas en La sombra de una duda era un perfecto caballero sure?o. Por entonces, sus seductores ojos grises ya estaban cubiertos por una tenue bruma, quiz¨¢s preludio de la apoplej¨ªa que le sobrevendr¨ªa a?os m¨¢s tarde y de la que se recuper¨® hace s¨®lo ocho anos. Hablaba con pasi¨®n de su nueva etapa como productor, y de su vida en su rancho de Culver City, cerca de los estudios. M¨¢s adelante, la salud y el retiro forzoso le llevaron a residir en Palm Springs: elegante jubilaci¨®n para quien, en la versi¨®n teatral de Sabrina, interpretara a Linus, el sobrio hombre de negocios que en el cine incorpor¨® Humphrey Bogart.
Repasando sus interpretaciones, puede llegarse a la conclusi¨®n de que el inquietante tercer hombre era ¨¦l; aquel cuya conducta se escapaba de clasificaciones estereotipadas. No en vano el repugnante ni?o de la pel¨ªcula de Reed -quienes han visto el filme no olvidar¨¢n la escalofriante secuencia- le acusaba de ser el asesino. No lo era a¨²n, pero acabar¨ªa matando a su mejor amigo.
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