Cambio de paso
Dos principios son eminentemente aplicables a la tragedia de Sarajevo: la toma de decisiones constantemente pospuestas hace que las soluciones se acaben pudriendo; y si alguien pretende emitir un ultim¨¢tum, lo mejor que puede hacer es cre¨¦rselo, es decir, estar dispuesto a cumplir la amenaza. En caso contrario, le toman a uno el pelo.Del primero es un ejemplo principal el desembarco de las fuerzas de la ONU en Somalia: hace 14 meses habr¨ªan conseguido sin propon¨¦rselo desarmar a todas las facciones que medio a?o m¨¢s tarde les tend¨ªan emboscadas. Ilustra el segundo el en¨¦simo ultim¨¢tum dirigido contra las bater¨ªas serbias desde las que se bombardea Sarajevo. Mejor hubiera sido una acci¨®n internacional hace 22 meses cuando empez¨® el asedio. En fin, m¨¢s vale tarde que nunca.
El ultim¨¢tum de la OTAN, fruto de mil vacilaciones que han puesto en rid¨ªculo a Europa, puede haber significado un cambio de ritmo en la din¨¢mica del proceso de paz en la ex Yugoslavia. Si los serbios retirasen las bater¨ªas de alrededor de Sarajevo y los cascos azules pudieran establecer cierto control sobre ellas, ser¨ªa posible que la violencia sobre la ciudad se acabara (una esperanza razonable s¨®lo si las garant¨ªas serbias fueren tomadas con una buena dosis de escepticismo). En tal supuesto y si la violencia no se enconase m¨¢s en cualquiera otra de las ciudades asediadas en cualquier otro de los teatros de guerra con los mismos otros contendientes, podr¨ªan darse las condiciones para una m¨ªnima relajaci¨®n de tensiones que haga posible la discusi¨®n de los planes de paz. Y ello; siempre y cuando se pasen por alto algunas de sus cl¨¢usulas m¨¢s disparatadas (como la de la pureza ¨¦tnica de cada pa¨ªs).
?Qu¨¦ es lo que finalmente impuls¨® a los aliados a vencer su reticencia a intervenir militarmente en la ex Yugos1via? Y, lo que es m¨¢s, ?a hacerlo en un momento en el que Rusia, la Rusia con Zhirinovski en la sombra, es reticente a toda hostilidad contra Serbia? La opini¨®n p¨²blica.
.?Qu¨¦ es lo que quiere la opini¨®n p¨²blica? Y, sobre todo, ?sabe bien lo que exige cuando demanda de sus Gobiernos, a los que acusa de ineficacia extrema, "que hagan algo, pero que interrumpan la sangr¨ªa?" ?Se piensa seriamente c¨®mo se detiene la matanza? Porque, si como es al menos posible, los serbios siguieran hostigando Sarajevo con armamento ligero o bombardeando otras poblaciones mientras afirman que respetan el alto el fuego, seguro que las opiniones p¨²blicas echar¨ªan nuevamente la culpa a la comunidad internacional y volver¨ªan a exigirle "que haga algo"
Frente al fracaso palmario de las negociaciones, ese algo no puede ser m¨¢s que una cosa: la intervenci¨®n en masa con 250.000 soldados desembarcando en la ex Yugoslavia. Como en la crisis del Golfo. Pero existen importantes diferencias entre Kuwait y Serbia: una cosa es un desierto y otra es una zona monta?osa habitada y llena de ciudades y villorrios; una, un enemigo invasor y otra, varios contendientes, cada uno con su carga de responsabilidad en el conflicto; por fin, una, una motivaci¨®n sencilla mente identificable (invasi¨®n iraqu¨ª totalmerite injustificada m¨¢s petr¨®leo) y otra, un conflicto secular sin soluciones aparentes (pueblos que conviven hist¨®ricamente en una re gion y que se martirizan de forma rotatoria).
En Kuwait, la acci¨®n internacional fue exigida por los Gobiernos; en la ex Yugoslavia, la piden los pueblos. Son dos formas de intentar que se imponga la ley que cre¨ªamos establecida con la consagraci¨®n del nuevo orden internacional. Ambas son v¨¢lidas, pero en el segundo caso, mejor ser¨¢ que la opini¨®n se haga a la idea de su coste humano y econ¨®mico, a los ata¨²des que vuelven y a una nueva recesi¨®n econ¨®mica. Es posible que la coyuntura internacional de final de siglo haya inaugurado una nueva etapa de solidaridad mundial en la que las intervenciones para deshacer entuertos y corregir cr¨ªmenes de lesa humanidad son apasionadamente deseadas por los pueblos. En tal circunstancia, la intervenci¨®n masiva en la ex Yugoslavia no s¨®lo estar¨ªa justificada sino que ser¨ªa imperativa. Pero mejor ser¨ªa que nos acostumbr¨¢ramos a la idea de su precio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.