Antes del diluvio
En una librer¨ªa de lance encontr¨¦ un librito cubano que me hizo pasar una tarde deliciosa. Mi correspondencia con Lezama Lima, de Jos¨¦ Rodr¨ªguez Feo (La Habana, Ediciones Uni¨®n, 1989). Ignoro c¨®mo se las arregl¨® el peque?o volumen para romper el "bloqueo" y contrabandearse desde la isla caribe?a hasta Washington, pero me alegro de que lo consiguiera, pues, aunque editado de manera ruinosa, se lee de principo a fin sin que la curiosidad del lector decaiga un instante.El libro recoge las cartas cruzadas entre los dos amigos en distintos momentos de un periodo que abarca ocho a?os -1945 a 1953- y es un testimonio valios¨ªsimo sobre la vida de Or¨ªgenes, la revista que, en sus trece a?os de publicaci¨®n, constituir¨ªa una de la grandes aventuras culturales en nuestra lengua, as¨ª como sobre la fascinante personalidad del propio Lezama Lima y el grupo de artistas y escritores a los que aquella publicaci¨®n sirvi¨® de aglutinante y tribuna.
Or¨ªgenes fue posible gracias al talento extravagante del autor de Paradiso y a la bolsa del joven rentista que era entonces Rodr¨ªguez Feo, una combinaci¨®n no muy distante de la que hac¨ªa posible, por esos mismos a?os, en el extremo opuesto del continente, Buenos Aires, otro milagro: la existencia de Sur, la revista que fecundaban el genio exc¨¦ntrico y cosmopolita de Borges y la generosidad y los dineros de Victoria Ocampo.
Como en la gran se?ora de la letras argentinas, el m¨¦rito literario principal de Rodr¨ªguez Feo consisti¨®, por encima de los ensayos y antolog¨ªas que compuso, en detectar el talento ajeno, en admirarlo, frecuentarlo y promoverlo sin reservas y en vivir cerca de quienes lo pose¨ªan, en estado de devoci¨®n hipn¨®tica, como secretamente esperanzado de que esa contig¨¹idad lo contagiara. Sus cartas a Lezama lo muestran en Nueva York, Harvard, Princeton, Granada, Madrid, Florencia, Londres, corriendo desalado detr¨¢s de las celebridades literarias de Estados Unidos y de Europa -Wallace Stevens, T. S. Eliot, Steplian Spender, George Santayana, Jorge Guill¨¦n, Pedro Salinas, Luis Cemuda, entre otros- y arranc¨¢ndoles colaboraciones para Or¨ªgenes. Calificar de mero esnobismo esa persecuci¨®n ser¨ªa injusto; lo era, pero, entra?aba, adem¨¢s, un empe?o m¨¢s serio, casi pat¨¦tico, para no quedarse al margen, en la periferia de las grandes creaciones art¨ªsticas y literarias que produc¨ªa el Occidente, y para tender un puente entre esa cultura y la peque?a revista que sufragaba casi enteramente a cuenta de la plantaci¨®n ca?era familiar.
Desde su casa en el coraz¨®n de La Habana, Lezama alienta o modera aquellos ¨ªmpetus de su joven disc¨ªpulo peripat¨¦tico, a la caza de estrellas literarias por el ancho mundo. Del formal "muy amigo m¨ªo" de la primera misiva, de 1946, el tratamiento se va luego informalizando y amariconando, siempre con chispazos de magn¨ªfico humor: "Inestimable Cherubini", "Pep¨®nide, amigo no olvidable", "Querido Pepiche", "Querido romanorum", "Querido-falso-solitario-a-quien-yo-siempre-acompa?o".
En tanto que Lezama espolea a Rodr¨ªguez Feo para que lea a los cl¨¢sicos del Siglo de Oro, visite a su admirado Juan Ram¨®n Jim¨¦nez y traduzca a Eliot, se burla afablemente de sus afanes acad¨¦micos y lo alerta contra el riesgo "men¨¦ndezpelayesco" de creer que cultura y erudici¨®n son sin¨®nimos: "Siempre me pregunto por qu¨¦ a tu ardilla, a tu lince cansado, le gusta colgarse de universidad en universidad (mucho mejor de pueblo en castillo, de mes¨®n a gruta de ermita?o), tratando a tanto escolarcillo haciendo su tesis, a tanto cocimiento de espejuelos... Qu¨¦ barbas, qu¨¦ calzoncillos, qu¨¦ monederos los de A. Castro o esos alemanes semitas que hablan del poema del Cid. Sabio es lo que tiene sabor; universitario es lo ins¨ªpido".
A diferencia de Rodr¨ªguez Feo, Lezama Lima no tiene el desasosiego temeroso de aqu¨¦l por quedarse atr¨¢s, al margen de la actualidad literaria del , centro', por salir a buscarla, por ponerse al d¨ªa con el acervo cultural del Occidente. El modesto funcionario de la prisi¨®n de La Habana, que nunca pisar¨ªa Europa ni los Estados Unidos, que fuera de dos brev¨ªsimas excursiones a M¨¦xico y a Jamaica jam¨¢s sali¨® de su pa¨ªs -cabe decir: de su ciudad, de su barrio- sab¨ªa muy bien que toda aquella cultura pasaba por su casa, tra¨ªda por ¨¦l, y que le pertenec¨ªa ni m¨¢s ni menos que a Garc¨ªa Lorca, Proust o Saint John-Perse, no s¨®lo por la lengua en que escrib¨ªa y aquellas otras en las que le¨ªa, por la est¨¦tica que profesaba y los valores que defend¨ªa y los que rechazaba, sino, sobre todo, porque la hab¨ªa elegido en un acto de amor y, en esos d¨ªas en que en muchas partes de Am¨¦rica Latina se la rechazaba, ¨¦l la defend¨ªa de la ¨²nica manera en que se puede defender una cultura: recre¨¢ndola y enriqueci¨¦ndola a diario en su poes¨ªa, en sus ensayos y en la revista que dirig¨ªa.
Eran, no hay que olvidarlo, los a?os de la literatura del horrible adjetivo -tel¨²rica- y quienes, como Lezama y Borges, y la gran mayor¨ªa de los colaboradores de Or¨ªgenes y de Sur, se negaban a confinarse en lo regional y a hacer 'literatura social' eran acusados de 'artepuristas' y de 'europe¨ªstas', etiquetas ambas infamantes. La tranquila seguridad con que el argentino y el cubano prosiguieron su camino, indiferentes a aquellas presiones del medio y de las modas, leales a su vocaci¨®n, a sus fuentes intelectuales y a sus demonios secretos, sin complejos de inferioridad frente a una tradici¨®n que asumieron con pasi¨®n pero sin beater¨ªa, con una libertad y una desenvoltura cr¨ªtica que los salv¨® de ser ep¨ªgonos, permitir¨ªa, a la larga, que, gracias a escritores como ellos, surgiera una genuina "expresi¨®n americana" que el resto del Occidente reconocer¨ªa, a la vez, como original y como una variante de lo propio.
Lezama Lima y Borges nunca se conocieron y, si se leyeron, dudo que se profesaran una gran admiraci¨®n rec¨ªproca. Porque, aunque en su actitud b¨¢sica frente a la cultura, fueron muy semejantes -por su universalismo, su oce¨¢nica curiosidad intelectual, la mezcla de cosmopolitismo y de ra¨ªces entra?ables en la vida criolla que sus obras reflejan las diferencias entre ambos fueron tambi¨¦n enormes. El mundo fant¨¢stico de Borges, de rigurosas simetr¨ªas intelectuales y en el que la raz¨®n delirante parece haber disecado todo otro atributo vital, est¨¢ muy lejos de la sensualidad quemante del cubano, de su jerogl¨ªfica prosa de reminiscencias proustianas y de su barroca poes¨ªa, lujosa, abrumadora y excesiva con frecuencia, as¨ª como la de Borges es casi siempre l¨ªmpida, austera y esencial. Hab¨ªa entre esas obras la distancia que separa a las figuras tot¨¦micas de ambos escritores, G¨®ngora y Quevedo, sobre los que los dos dejar¨ªan muy sutiles y estimulantes interpretaciones.
Las cartas de Lezama a Rodr¨ªguez Feo retratan de cuerpo entero al voluptuoso cultor de la met¨¢fora, al eximio fabrican
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te de im¨¢genes que juega con las palabras como un diestro fun¨¢mbulo -avent¨¢ndolas al aire de modo que formen fugaces, sorprendentes figuras, y extrayendo de ellas sensaciones, m¨²sicas, alusiones insospechadas- y pasa sin transici¨®n a ser un mendicante de "diezmos" para poder pagar a la imprenta el ¨²ltimo n¨²mero de la revista. En ella se mezclan lo intelectual y lo l¨ªrico con la chismograf¨ªa y el chiste, la cirug¨ªa del pensamiento de Unamuno o el ucase contra "el mierdero Baroja" y el comentario novedoso e ir¨®nico sobre el ¨²ltimo concierto o la pasada exposici¨®n que tuvo lugar en La Habana con, de pronto, dram¨¢ticas confesiones personales, como ¨¦sta, sobre la fat¨ªdica carrera hacia la obesidad: "Yo engordo, engordo, y s¨®lo me queda la soluci¨®n del estallido, de la piel que revienta".
Lo que brilla por su ausencia en estas cartas es la pol¨ªtica, a la que ambos corresponsales parecen mirar de lejos, con absoluto desprecio. Ella entrar¨ªa, sin embargo, en sus vidas, a?os despu¨¦s, con la fuerza de un maremoto. ?Tuvo la pol¨ªtica algo que ver con la ruptura entre ambos amigos que sellar¨ªa el final de Origenes7 No lo s¨¦. Cuando yo los conoc¨ª, nueve a?os despu¨¦s de la ¨²ltima de las cartas que figuran en este libro, segu¨ªan distanciados, aunque Rodr¨ªguez Feo hablaba siempre de Lezama con enorme respeto. Era el a?o 62 y ¨¦l era entonces un intelectual comprometido con la Revoluci¨®n, la que hab¨ªa expropiado el ingenio familiar, convirti¨¦ndolo en un intelectual tan insolvente como el propio Lezama. ?ste miraba todos aquellos entusiasmos revolucionarios con cierta socarrona distancia y con un discreto escepticismo, que, con el paso de los a?os, se convertir¨ªan en abierta disidencia. -
Rodr¨ªguez- Feo, en cambio, entiendo que fue leal a la Revoluci¨®n hasta su muerte, pese a que, por lo menos en una ¨¦poca, fue v¨ªctima de discriminaci¨®n y persecuci¨®n por su condici¨®n de homosexual. Reynaldo Arenas dice cosas dur¨ªsimas contra ¨¦l en su autobiograf¨ªa, acus¨¢ndolo incluso de haber sido confidente policial. Espero que eso no fuera cierto. Yo tengo un recuerdo simp¨¢tico de ¨¦l y me cuesta trabajo, ahora, relacionar al pr¨®spero diletante de las cartas de este libro, que viaja por el mundo tras los mejores conciertos, las grandes exposiciones, las conferencias de los intelectuales famosos, y la env¨ªa cheques de mecenas a La Habana, con el Rodr¨ªguez Feo que, la ¨²ltima vez que estuve en Cuba, en 1970, dedicaba la mayor parte de su tiempo, de d¨ªa y de noche, a hacer las colas del racionamiento.
Copyright Mario Vargas Llosa, 1994.
Copyright Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario EL PA?S, SA, 1994.
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