Alain Resnais vulnera los l¨ªmites de la paciencia con 'Smoking, no smoking'
Una ligera comedia alemana hizo m¨¢s llevaderas las cinco horas de abuso franc¨¦s
ENVIADO ESPECIALEntre las dos horas y media de Smoking y las otras tantas de No smoking, con que ayer el cineasta franc¨¦s Alain Resnais vulner¨® los l¨ªmites de la paciencia de un hombre frente a una pantalla, los programadores de la Berlinale tuvieron el buen criterio de proyectar, como interludio de respiro, una agradable y ligera comedia alemana con t¨ªtulo premonitorio: Todo recomienza. Y, en efecto, acto seguido volvi¨® a reanudarse la paliza francesa, que convirti¨® la gran sala del Kongresshalle en un viciado ¨¢mbito lleno de 3.000 jaquecas.
Alain Resnais, a lo largo de casi medio siglo de carrera y m¨¢s de 20 pel¨ªculas, se ha ganado, para unos merecidamente y para otros no tanto, un renombre mundial y un lugar indiscutido en la historia del cine franc¨¦s. Hay no obstante quienes le niegan el pan y la sal, pero lo cierto es que Hiroshima, mon amour y El a?o pasado en Marienbad han dado muchas vueltas al planeta, aunque est¨¢n lejos de ser sus mejores trabajos. Muriel y Providence se mantienen m¨¢s vivas y los dos mediometrajes documentales con que se gan¨® la fama en 1956, Toda la memoria del mundo y Noche y niebla, siguen siendo obras magistrales, perfectas.
Carta y cheque en blanco
Un hombre del renombre de Resnais es, en su pa¨ªs y en su oficio, una autoridad dulce e indirectamente desp¨®tica: lo que susurra es ley y lo que dice se hace. De otra manera no se entiende que le hayan dado carta blanca y cheque en blanco para hacer impunemente Smoking, no smoking, un engarce encadenado por las bravas de varias comedias cortas del ingl¨¦s Alan Ayckbourri, con aires mitad de sainete de boulevard parisiense y mitad de cine primitivo -interminables tomas en plano general- de la escuela finisecular de Georges Meli¨¨s. Y todo ello combinado con gotas de calculada sofisticaci¨®n en el montaje y de refinamiento en algunos movimientos de la c¨¢mara sutil¨ªsimos y precisos. Quien tuvo, retuvo.Nadie puede negarle a Resnais maestr¨ªa en su oficio. Pero a tenor de este Smoking y de otros trabajos suyos posteriores a 1976, a?o de su ¨²ltimo gran acierto en Providence, se observa que su proverbial inclinaci¨®n hacia la complejidad del entramado de la secuencia se convierte no en veh¨ªculo y armaz¨®n formal de una indagaci¨®n, una representaci¨®n, un poema o un relato, sino en un fin en s¨ª mismo, por lo que puede acus¨¢rsele con justicia de formalista ret¨®rico, de manierista, un defecto por exceso que en Smoking adquiere tintes casi deshonestos, pues son propios de una imp¨²dica vanidad, como ocurre con todo acto de regodeo abusivo en el vicio del estilo por el estilo, esa pasi¨®n por el "sello personal" y por el "aqu¨ª estoy yo" que caracteriza a los cineastas vac¨ªos o vaciados: no tienen ya nada que decir, nada que contar, nada con qu¨¦ mover o conmover.
La est¨¦ril y ofensiva colecci¨®n de d¨²os y de variantes y m¨¢s variantes de d¨²os tan s¨®lo dos int¨¦rpretes para encarnar ni m¨¢s ni menos que 12 personajes en permanente contrapunto- que se sucede como una sosa e interminable pedrea de im¨¢genes repetitivas en Smoking, lo demuestra. Si esta pel¨ªcula hubiera sido dirigida por un cineasta de a pie, a estas horas una horda de espectadores injuriados estar¨ªa corri¨¦ndole a gorrazos para tirarle de cabeza al r¨ªo Spree, por chulo.
Todo recomienza, la comedia alemana que rellen¨® el bocadillo de pan incomible formado por Smoking y No smoking, est¨¢ dirigida por un joven llamado Reinhard M¨¹nster y pretende ser tambi¨¦n un vodevil, con la diferencia de que efectivamente lo es y aut¨¦ntico, sin trascendentalismos, ni intelectualismos banales adosados encima de la condici¨®n fr¨ªvola del g¨¦nero.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.