Ligueros
Tenemos una indiscriminada costumbre de comparaci¨®n con Europa que conduce a la cat¨¢strofe. La media europea suele ser un referente queagita sobre la cabeza de cualquier para medir su capacidad de gesti¨®n su conducta p¨²blica y privada. Niveles de educaci¨®n, niveles de empleo, niveles de corrupci¨®n, ¨ªndices de con cimiento. De modo que, si estamos por debajo, nos fustigamos; y si estamos por encima, nos quedamos perplejos y buscamos la explicaci¨®n. Un masoquismo de niveles. La costumbre es de fecha lejana, y se acentu¨® durante el franquismo. Los franquistas, para certificar que estaban en buen camino. Los antifranquista para demostrar que no. Ahora se su le esgrimir con la misma falta de tacto, con la exacta indiscriminaci¨®n.
En un lugar de Europa que h sido uno de los preferidos para tomar baremos, los partidos en el poder ve c¨®mo se les cae el sombrajo porqueun diputado se hizo novio de una chia que posaba desnuda y porque otroiputado puso en marcha una experiencia sexual solitaria que le cost¨® la vida. De un momento a otro comenzar¨¢n a surgir voces en Espa?a que reclamen niveles europeos para la moral sexual. Como pr¨®logo, ya ha voces que exigen que esos. asuntos sean p¨²blicos: como nada es pecado es tolerable la publicidad, quiera o no quiera el protagonista. La r¨¦plica obvia: como es pecado, hay que denunciar, escandalizarse y fulminar infractor. Hay en ciernes una guerra civil de ligueros.
De nuevo, es dif¨ªcil mantener un postura que se margine de ambas posiciones. O sea, que uno pueda llevar liguero en casa sin que lo publique bolet¨ªn de la comunidad de vecino pero tambi¨¦n sin tener que ir a manis contra el liguero para que nadie imagine lo que hacemos.
A m¨ª, las perversiones me gusta con una cierta privacidad. Yo quiero llevar liguero sin que me rega?en y sin que se entere mi t¨ªa Mar¨ªa Luisa.
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