Engordar para morir
Pasi¨®n y muerte del cerdo. Un cerdo pensante, ge¨®metra, vagamente m¨ªstico y, sobre todo, existencialista, preso entre las rejas cruzadas del tiempo y el espacio. Incluso en la bella y bien iluminada escenograf¨ªa: una raya azul d¨ªa, o azul noche, que me recordaba "ese vago color azul que los prisioneros llamamos cielo" en la c¨¢rcel de Reading: el cerdo pensante era entonces Oscar Wilde. Este mon¨®logo, como casi todos, encierra un segundo personaje, invisible pero presente: el porquero. El tema es, por consiguiente, el de la relaci¨®n amo-esclavo, torturador-torturado, opresor-oprimido. Dios y hombre. Sin azar: el destino es necesariamente claro, queda expresado -en la traducci¨®n- con la frase "engordar para morir", y va a llegar la matanza, el San Ant¨®n.La met¨¢fora literaria es el cerdo, la cochiquera; la trascendente, el discurso del tiempo que nos lleva a la muerte (en escena, el embudo de la alimentaci¨®n autom¨¢tica y el montecillo del pienso forman en la imaginaci¨®n un enorme reloj de arena que, en el momento oportuno, dejar¨¢ caer su ¨²ltimo grano), la prisi¨®n, el cerco, las ilusiones perdidas, el acomodo resignado ante lo que ha de suceder.
El cerdo
Basado en la novela de Raymond Cousse Strat¨¦gie pour deux jambons. Versi¨®n y adaptaci¨®n de Antonio Andr¨¦s Lape?a. Int¨¦rprete: Juan Echanove. Teatro Alb¨¦niz, de la Comunidad de Madrid, 16 de febrero de 1994.
Acabar con el porquero
Quiz¨¢ la falta de rebeli¨®n, quiz¨¢ el acomodo que sentimos ante lo inevitable; o nuestra falta de capacidad para acabar con el porquero. La posibilidad de que el porquero sea Dios no est¨¢ excluida, como la de que sean "los otros", tan fastidiosos en la filosof¨ªa francesa de posguerra; ni la de que el cerdo sea Cristo, esperando el sacrificio, esa especie de crucifixi¨®n que se cumplir¨¢ cuando est¨¦ abierto en canal, mientras "ellos" celebran la fiesta de la matanza. Elija usted en el patio de butacas su propio cerdo, su naturaleza de cerdo. Su manera de aceptar el pesimismo dram¨¢tico que le ofrecemos todos los que escribimos.O, simplemente, oiga el discurso bien escrito por el novelista Raymond Cousse (Strat¨¦gie pour deux jambons: con este t¨ªtulo fue estrenada esta obra el a?o pasado, por otro actor con sus m¨¦ritos propios, Paco Obreg¨®n, en la gala Tri¨¢ngulo) en esta ¨¦poca donde el teatro va a buscar trozos, fragmentos de novela, en vista de la incapacidad de producirse a s¨ª mismo.
Y, sobre todo, veamos a Echanove, h¨¦roe de esta f¨¢bula -tambi¨¦n tiene, claro, su remedo moral de La Fontame: a cada uno su cultura o su civil?zaci¨®n-, en quien se produce continuamente la metamorfosis de ?da y vuelta del cerdo al hombre; la postura de vista baja, el jadeo, la dificultad de traslado, la grasa propia; pero con la palabra, el recuerdo, la evocaci¨®n, el miedo, la angustia, la n¨¢usea sartriana. Se ha sabido siempre que es un gran actor, hasta en pruebas tan dif¨ªciles como las series de televisi¨®n: en el cine, en el teatro. Puede que la importancia mayor de este texto est¨¦ en la creaci¨®n del divo, sostenido continuamente por el director Jos¨¦ Luis Castro, que es tambi¨¦n escen¨®grafo con Antonio Saseta; por la luz colocada por Quico Guti¨¦rrez y por su grandes m¨¦ritos capaces de transmitir la angustia, el desastre, la consciencia de lo que va a pasar. El teatro le ovacion¨® en grandes oleadas, que se merec¨ªa. Es su triunfo.
Babelia
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