Huida de necesidad
NO PARECE que esta vez las autoridades militares vayan a prestar m¨¢s atenci¨®n a la fuga protagonizada por 18 soldados del cuartel General Asensio, de Palma de Mallorca, que a los supuestos malos tratos que la han provocado. De actuar de ese modo ser¨ªan reincidentes: el pasado a?o, dos soldados del mismo cuartel desertaron por hechos similares y, que se sepa, ¨¦stos no fueron investigados. Eso s¨ª, los soldados fueron castigados con el arresto correspondiente. Quiz¨¢s esa desidia ha tra¨ªdo los Iodos que un a?o despu¨¦s han provocado la forzada huida del cuartel de todo un grupo de soldados como ¨²nica forma de denunciar la situaci¨®n en que se encontraban.El mando militar, y en concreto el ministro de Defensa, han hecho p¨²blica su decisi¨®n de investigar los hechos denunciados y, si son ciertos, sancionar como corresponde a los culpables. Es la forma correcta de actuar. En principio, se ha dado a entender oficialmente que los hechos denunciados "pueden tener su origen en la dureza de unos ejercicios realizados en los ¨²ltimos d¨ªas por la COE" (Compa?¨ªa de Operaciones Especiales), unidad a la que pertenecen los denunciantes.
Es l¨®gico que a quienes integran una unidad militar de "operaciones especiales" se les someta a entrenamientos particularmente severos y a exigentes pr¨¢cticas de supervivencia y acci¨®n de comando. Pero no parece que propinar patadas o pu?etazos a los soldados sea la mejor forma de que ¨¦stos aprendan las t¨¢cticas militares. Deslindar claramente los m¨¦todos propios de un entrenamiento militar duro de las pr¨¢cticas vejatorias en las relaciones del mando con sus subordinados deber¨ªa ser uno de los objetivos de la investigaci¨®n anunciada. De ese modo, ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil en el futuro que alguien se ampare en lo primero para practicar impunemente lo segundo.
El recurso a la agresi¨®n f¨ªsica y a la vejaci¨®n psicol¨®gica en las relaciones del mando militar con los soldados constituye una indigna y abusiva pr¨¢ctica que ning¨²n ej¨¦rcito digno de tal nombre puede tolerar en ninguna circunstancia. Y si se desmostrara que los soldados fugados han sido sometidos a maltratos f¨ªsicos y ps¨ªquicos, no cabr¨ªa exig¨ªrseles responsabilidad alguna por el abandono moment¨¢neo del acuartelamiento. Ser¨ªa grotesco que se les condenara a meses o, a?os de c¨¢rcel porque su actuaci¨®n pudiera coincidir formalmente con un delito de sedici¨®n. Ning¨²n juez podr¨ªa dejar de considerar que se trata de un supuesto claro de actuaci¨®n impulsada por un estado de necesidad. En este sentido, las primeras reacciones de las autoridades militares parecen responder a una evaluaci¨®n realista de estas circunstancias.
Tambi¨¦n merece la atenci¨®n de las autoridades militares esta imposibilidad pr¨¢ctica de que situaciones irregulares puedan ser corregidas en el interior de los cuarteles. Esto explica el procedimiento inusual y llamativo empleado por los soldados fugados para hacer p¨²blica su denuncia en lugar de utilizar el desacreditado e inoperante de la v¨ªa jer¨¢rquica. Los abusos, sin duda cada vez m¨¢s minoritarios en las Fuerzas Armadas espa?olas, no s¨®lo deben ser perseguidos y sancionados a posteriori. M¨¢s eficaz ser¨ªa actuar preventivamente: extremar la vigilancia para que no encuentren la m¨¢s m¨ªnima tolerancia o comprensi¨®n en los cuarteles, como no la tienen fuera de ellos, y establecer mecanismos pr¨®ximos a la tropa para denunciarlos y reprimirlos en el acto.
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