La clase desarma al coraje
El Par¨ªs-Saint Germain de Ginola y Weah dej¨® hecho trizas al Madrid de la furia
Ginola, un delantero con los trucos de los grandes futbolistas, ha entrado definitivamente en el bestiario del Madrid. Su ingenio fue decisivo en la resoluci¨®n del partido. Mat¨® a los madridistas en su primera aparici¨®n, una jugada luminosa y perfecta, propia de los futbolistas que act¨²an en los partidos como cirujanos: una estrella. Su precisi¨®n fue casi escandalosa, El Madrid, que hab¨ªa apurado su suerte con un f¨²tbol sangu¨ªneo, se encontr¨® de nuevo ante la pared. Su esfuerzo fue admirable en algunas fases del partido, pero casi nunca pudo domesticar el juego. Acab¨® reventado, herido por el cansancio y por el recuerdo de las ocasiones que perdi¨® en el primer tiempo,cuando el equipo franc¨¦s ofrec¨ªa facetas vulnerables. El Madrid vivi¨® toda la noche en medio del sufrimiento. Se gan¨® con agon¨ªa las oportunidades, incapaz de interpretar el Juego de una forma serena, y de la misma menera padeci¨® el calvario final, apretado por el resultado, el cansancio y el punto de altivez que marcaron los franceses en el trecho final del encuentro. Tuvo el Madrid un aspecto esforzado y generoso, pero le falt¨® equilibrio, recursos y jugadores de gran rango. Al final, Ginola demostr¨® que la clase es innegociable en el f¨²tbol. La afici¨®n madridista lo reconoci¨® as¨ª y se levant¨® gene rosa para saludar al astro franc¨¦s cuando se retir¨® del partido. Ginola desactiv¨® la trabajosa ofensiva del Madrid con una jugada seca y veloz. Tom¨® la pelota en el v¨¦rtice derecho del ¨¢rea madridista, meti¨® dos marchas seguidas, dej¨® atr¨¢s el cruce de Sanchis, sobrepas¨® a Chendo y tir¨® el pase retrasado. Una acci¨®n de manual ejecutada a una velocidad supers¨®nica, con la malicia de los futbolistas que marcan la diferencia. Luego vino el pelotazo de Weah, un remate que estuvo a la altura de la jugada de Ginola. El asunto dur¨® tres segundos y fue recibido en Chamart¨ªn con el desaliento que provocan la estocadas irremediables. Nadie en el Madrid tuvo la autoridad del extremo franc¨¦s, esa claridad para tumbar el partido con frialdad y precisi¨®n. Hasta la estruendosa aparici¨®n de Ginola en escena, el Madrid hab¨ªa atacado con energ¨ªa. Cada jugada era un desparrame de adrenalina, sin demasiada contestaci¨®n por parte del Par¨ªs-Saint Germain, un equipo poco emocional, econ¨®mico y eficaz. Sus peores momentos llegaron cuando el juego se hizo ingobernable, con el Madrid encendido y la pelota colocada de cualquier manera en el ¨¢rea francesa. Los espasmos madridistas le permitieron sacar varias ocasiones. Algunas anunciaban el gol inmediato, como el cabezazo de Zamorano que golpe¨® el palo o el remate de Luis Enrique al cuerpo de Lama en el ¨¢rea peque?a. Pero el retrato del juego madridista no era satisfactorio. Faltaba la armon¨ªa, la claridad y una interpretaci¨®n general del f¨²tbol Y casi siempre hab¨ªa un lado predecible en el juego, definido por los vuelcos constantes de la pelota al ¨¢rea francesa. Al Madrid le falt¨® mezclar el juego, dividir su estilo en corto o en largo seg¨²n conviniera, utilizar otras v¨ªas que la traslaci¨®n de la pelota a las bandas para buscar el centro. Le sobr¨® tambi¨¦n la cuota de aceleraci¨®n que llevaba cada jugada. Esa tentaci¨®n por el desenfreno provoc¨® el desgaste prematuro de Michel, que domin¨® su terreno de una forma incontestable durante los primeros 20 minutos. Pero la b¨²squeda obsesiva de la misma jugada acab¨® por traicionar al Madrid. El Par¨ªsSaint Germain comenz¨® a aplicar las recetas correspondientes y los madridistas se encontraron sin soluciones. Cuando se apag¨® la luz de Michel, la noche se hizo muy negra. Desde la otra esquina, Lasa no ten¨ªa ni el tacto ni la habilidad para superar a la defensa francesa. Y en el centro del campo, Milla y Ramis se solapaban. Fue uno de esos partidos donde se ech¨® en falta la presencia de un jugador que operara entre l¨ªneas, el medio punta cl¨¢sico, una figura que no est¨¢ en el cat¨¢logo de Floro. Sin embargo, el f¨²tbol desgarrado del Madrid ten¨ªa la firmeza suficiente para equivocar al Par¨ªs-Saint Germain. El equipo franc¨¦s ten¨ªa apariencia y provocaba se?ales de alarma en sus escasos contragolpes. Se sent¨ªa inc¨®modo en el terreno emotivo que le procuraba el Madrid. Necesitaba alguna medida para meterse en el partido que buscaba. Los franceses llamaron entonces a Ginola. En medio de la calentura que reinaba en Chamart¨ªn, Ginola meti¨® el cuchillo. El Par¨ªs Saint Germain estaba donde quer¨ªa. El partido cay¨® entonces en el exceso. El Madrid busc¨® el empate de forma desmesurada, con la vida en cada jugada. Se multiplic¨® el coraje hasta llegar hasta el l¨ªmite m¨¢ximo de la ansiedad. Los locales buscaron su suerte con la mirada nublada, un error que pagaron muy caro jugadores como Zamorano y Luis Enrique, alejados de la ruta correcta del partido por la torrentera que ten¨ªan en la cabeza. Esa b¨²squeda colectiva de la cat¨¢rsis le permiti¨® al Madrid dos oportunidades innegables -el tiro de Ramis que sac¨® Sassus en la raya y el despeje de Ricardo G¨®mez de un remate de Luis Enrique-, pero el rumbo del partido se hab¨ªa invertido. Abatido por el cansancio y la desesperaci¨®n, el Madrid estuvo en manos del Par¨ªs-Saint Germain en la ¨²ltima media hora. El equipo franc¨¦s no malgast¨® un gramo de energ¨ªa en todo el partido. Cuando quiso imponer su categor¨ªa lo hizo de forma contundente. Para esas tareas, reclamaba la presencia de Valdo y Ginola. Los dos dibujaron media docena de contragolpes espectaculares. Ginola, con poder, velocidad y regate; Valdo, con sutileza y sentido del tiempo. El Madrid se puso en mano de Buyo ante la amenaza de las dos estrellas del equipo franc¨¦s. El portero respondi¨® con reflejos en todas las acciones donde fue requerido. En los corrillos se comenz¨® a tomar como bueno el resultado. Nadie reproch¨® a su equipo el resultado. El Madrid busc¨® el encuentro con todo ese equipaje emotivo que mucho le negaban. Pero el orgullo fue insuficiente ante un adversario que tiene recursos, oficio y la clase de un futbolista que dispone del poder para desequilibrar los partidos con su destreza. Es Ginola y ya ha entrado en el bestiario madridista.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.