Mugre
La mugre siempre ha sido una virtud cat¨®lica. Madrid, la m¨¢s mugrienta de las ciudades mugrientas, no es una ciudad mugrienta por vicio, sino por virtud. Que las espa?olas sean las que m¨¢s se cambian de bragas de la Comunidad, seg¨²n las estad¨ªsticas, no es m¨¢s que un signo preocupante de la decadencia moral. Casi libertinaje.Visto en otra perspectiva, quiz¨¢ todav¨ªa m¨¢s grave, una se?al inequ¨ªvoca del giro her¨¦tico que est¨¢n tomando nuestras costumbres morales, dentro del proceso global de protestantizaci¨®n que significa nuestra entrada en Europa. O sea, libertinaje o herej¨ªa. En esa misma estad¨ªstica no se se?alaba nada respecto a la frecuencia con que se mudan los hombres de calzoncillo, lo que refuerza m¨¢s la idea de una complicidad entre higiene personal y moralidad. Y como siempre, es la mujer la depositaria de esos valores morales. Opuestamente, desde una perspectiva cat¨®lica tradicional, dec¨ªa Brouardel cu¨¢ndo examinaba un cad¨¢ver, Ias rodillas sucias son el signo caracter¨ªstico de una muchacha honesta". Pero, en todo caso, bien signifique ese aseo personal compulsivo de ducha diaria y muda obsesiva la nueva forma de moralidad protestante o la expresi¨®n libertina de un cuerpo emancipado y laico, lo que est¨¢ claro es que representa un signo de alejamiento de la verdadera ortodoxia cat¨®lica. No se puede estar uno mudando y aseando todo el d¨ªa impunemente sin que antes o despu¨¦s acabe por resbalar en el jab¨®n.
Tal vez, tambi¨¦n, porque en esa concepci¨®n ortodoxa cat¨®lica el cuerpo es "un saco de esti¨¦rcol", como pretend¨ªa San Od¨®n de Cluny, y la mierda, como dice el refr¨¢n, cuanto m¨¢s se revuelve m¨¢s huele. As¨ª que es mucho mejor dejarla quieta. Por otro lado, si el maestro del psicoan¨¢lisis sit¨²a la represi¨®n de la analidad y todas sus porquer¨ªas subsidiarias en los remotos tiempos en que el hombre adopt¨® la posici¨®n erecta, justo cuando, seg¨²n Piero Maldini, "la nariz ya no se encontraba a la altura de los genitales y del esfinter anal", parece, sin embargo, que esta represi¨®n se agrava y acent¨²a con el nacimiento del capitalismo vinculado por la famosa obra de Weber al apogeo del protestantismo. El c¨ªrculo se cierra. La mugre nos espanta porque nos recuerda ese residuo terrenal, el cuerpo, que tiene que morir. El catolicismo trataba de record¨¢rnoslo. Madrid y los perros, tambi¨¦n. El protestantismo ha elegido la amnesia. El capitalismo prefiere utilizarla para fines m¨¢s productivos: fecalizar a la clase subalterna y transformar toda esa mierda en ping¨¹es dividendos.
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