El mes¨ªas extreme?o
El pol¨ªtico con lengua m¨¢s larga del PSOE -le llaman demagogo: ¨¦l dice que cuenta las verdades que le interesan a la gente- naci¨® en M¨¦rida hace 46 a?os, pero es el primer extreme?o de su familia. Los padres de Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra, presidente de la Junta de Extremadura desde hace 11 a?os -el m¨¢s votado de sus hom¨®logos de las autonom¨ªas-, llegaron a esta bella ciudad e incomparable marco como quien dice huyendo de la atroz realidad de la posguerra. Ponciano, el padre, sal¨ªa de un campo de concentraci¨®n y tuvo que sufrir extra?amiento. Rodr¨ªguez Ibarra repite siempre que la elecci¨®n se debi¨® a que a su madre, Mar¨ªa Luisa, le gustaban mucho las flores y le dijeron que en Extremadura hab¨ªa muchas. Debe de ser verdad, pero tambi¨¦n es conveniente: sazona al personaje con ese aroma popular, entre po¨¦tico y reivindicativo -poes¨ªa ruda, de gente de la calle-, que flota a su alrededor y que el pueblo olisquea cuando le ve pasar, devolvi¨¦ndole su afecto en forma de saludo. "?C¨®mo no voy a votar al randa, con lo guapo que es?", exclama una mujer. Randa, palabra poco usada en la capital del reino, quiere decir granuja, travieso.Que le quieren est¨¢ claro, aunque s¨®lo sea porque crecieron juntos: los extreme?os levantando cabeza y crey¨¦ndose su autonom¨ªa, ¨¦l crey¨¦ndose a Extremadura y convenci¨¦ndose de que como presidente auton¨®mico pod¨ªa salir y sacarla adelante. El primero de sus tres mandatos fue, seg¨²n confiesa, terrible. Primero, porque cuando iba a Madrid se lo tomaban a cachondeo, en un tiempo en que las ¨²nicas autonom¨ªas serias eran Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco. Rodr¨ªguez Ibarra ten¨ªa que sacar el carn¨¦ de identidad en la puerta, y someterse al detector de metales. "S¨®lo el guardia civil me reconoc¨ªa: era extreme?o tambi¨¦n". De entonces ac¨¢ ha ido desarrollando una vocaci¨®n de iluminado y, con los a?os, sus paisanos han dejado de ser los santos inocentes, en un mundo donde el caciquismo parec¨ªa dispuesto por ley divina, y en donde, "en plena d¨¦cada de los ochenta, te ibas al valle del Jerte y te encontrabas con que a¨²n se llamaba amo al propietario de la finca. Y el amo era todo: due?o de cuerpos y haciendas".
S¨®lo si se entiende esto se puede comprender que Rodr¨ªguez Ibarra desprecie el metalenguaje pol¨ªtico -"esa cosa de clanes"-, a sabiendas de que cuando habla no s¨®lo lo est¨¢ haciendo para conseguir algo para su comunidad; est¨¢ haciendo, al mismo tiempo, relaciones p¨²blicas -a lo bruto, desde luego- para que Extremadura salte a la palestra, y, en un ¨²ltimo nivel, les est¨¢ diciendo a sus paisanos: "Somos alguien, protestamos, exigimos, somos alguien".
"Porque lo m¨¢s dif¨ªcil", explica, "ha sido cambiar la mentalidad. Yo creo que el extreme?o ha visto que pintamos algo en el conjunto de la naci¨®n. Pero yo creo que el cambio brutal ha sido que la gente, aqu¨ª, nac¨ªa con la maleta hecha para irse. Y se ha pasado de un proyecto coyuntural de vida a uno estructural. Que triunfar no quiere decir hacerlo en Madrid, sino aqu¨ª". ?l mismo es un caso evidente de triunfador, aunque ahora est¨¦ en el lado de los guerristas. Pero eso le revalida a¨²n m¨¢s: posiblemente es, de momento, insustituible, aunque su vicepresidente, Ram¨®n Ropero, que es su mano derecha, es tambi¨¦n su delf¨ªn. Otros l¨ªderes del PSOE le aprueban con reparos. Aunque admiran su manera de conectar con la gente -sobre todo en los m¨ªtines-, su capacidad para hacerla vibrar, y hasta llorar, piensan que la modernizaci¨®n de Extremadura es un reto que todav¨ªa tiene pendiente. Pero ellos no son de aqu¨ª. Otros, que conocen bien la regi¨®n, le comprenden: "Es un demagogo con base", dicen.
Rodr¨ªguez Ibarra creci¨® en la calle de la Concordia, de M¨¦rida, la misma calle donde est¨¢ el palacete que ahora le sirve de sede, y que antes -en los tiempos del amo- pertenec¨ªa al propietario de un gran matadero situado al otro lado del Guadiana. La calle, a pesar de su nombre -y esto, como lo de las flores, es verdad y adem¨¢s es conveniente contarlo-, estaba dividida en dos: la parte alta, en donde viv¨ªa el comisario de polic¨ªa y gente con m¨¢s posibles, estaba asfaltada, la otra, de la gente humilde, no. "Claro que era mejor para que los cr¨ªos jug¨¢ramos a los bolindres". Desde aquella su infancia en que iba de externo a los salesianos -los otros, los internos, eran los hijos de los ricos, y hasta llevaban las batitas distintas- adquiri¨® conciencia pol¨ªtica de Extremadura, como tambi¨¦n la mam¨® en su casa, de su padre republicano y de su madre, "radicalmente de izquierdas".
Estudi¨® magisterio, "porque era lo unico que entonces hab¨ªa en Badajoz junto con comercio, y una vez acab¨¦ la carrera y saqu¨¦ las oposiciones y trabaj¨¦ un a?o, con ese dinerito me fui a Sevilla a estudiar lo que parec¨ªa m¨¢s cercano a magisterio, que era filosofia y letras". En Sevilla form¨® parte, con otros estudiantes, de un grup¨²sculo que dio en llamarse Grupo Maestros Marxistas Leninistas Revolucionarios, pero lo dej¨® cuando Alfonso Guerra les dio una conferencia y les deslumbr¨®. Se meti¨® en el PSOE y en 1973 fue expedientado con otros estudiantes, entre los que se encontraban Pina L¨®pez Gay y Carmen Hermos¨ªn. Tuvo que irse a Francia a acabar la carrera, y a su vuelta, en una venta, particip¨® en la fundaci¨®n del PSOE de Extremadura. Su amistad con Guerra, aunque dice que no es ¨ªntima, le ha puesto a su lado, e incluso ahora se encoge de hombros y dice: "Aqu¨ª estamos". Por otra parte, est¨¢ convencido de que Felipe Gonz¨¢lez, a quien conoci¨® en 1974 -fue el abogado que le defendi¨®, y perdi¨® el pleito-, tiene confianza en ¨¦l. "La prueba es que de vez en cuando viene aqu¨ª y pescamos junto?. A lo mejor es que Felipe sabe que un renovador no pegar¨ªa mucho en esta regi¨®n hermosa y dura, castigada. "Quien fuera. tendr¨ªa que estar siempre al borde del precipicio", admite.
Pero quien le trae un regalito para su hija Leonor -adoptiva, de tres' a?os: la adora-, siempre que llega a Extremadura, es Alfonso Guerra. "Esos detalles no los tiene nadie m¨¢s. No es que seamos muy amigos, pero tiene una sensibilidad especial. Yo me siento bien con ¨¦l, me parece una persona con grandes valores humanos. Yo creo que lo ha pasado mal, y que ahora est¨¢ en un periodo sartriano, de existencialismo, de que la vida es muy corta, de que no somos nada, que somos un suspiro".
Esta especie de mes¨ªas extreme?o no anda sobre las aguas, pero casi: pesca carpas y barbos y disfruta fijando la mirada en una boya y dejando que se le limpie la mente. Sus paisanos le cuentan que ayer pescaron una carpa de tantos, kilos, no tan grande como la que se escap¨® -"la m¨¢s grande siempre es la que se va", comenta- y ¨¦l recuerda que el pez m¨¢s grande que ha picado su anzuelo ha pesado 9,5 kilogramos.
Su voz que clama en el desierto es la que ha alzado para lo del 15% del IRPF -que medio se envain¨®- y contra la central nuclear de Valdecaballeros, que ah¨ª triunf¨® y los extreme?os se dieron cuenta de que alg¨²n peso ten¨ªan. Pero, sobre todo, se desmelena contra Jordi Pujol, a quien, por otra parte, le va muy bien hacer tambi¨¦n un poco de demagogia a cambio de este se?or que, sin embargo, es seguidor del Barcelona y desayuna todas las ma?anas en el bar Catalu?a. Eso s¨ª: una muy extreme?a tostada de pan con aceite.
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