Los acuerdos de Chiapas
Escribo estas l¨ªneas despu¨¦s de haberse concluido en San Crist¨®bal la primera fase de las pl¨¢ticas entre el comisionado para la paz y la reconciliaci¨®n, Manuel Camacho; el obispo Samuel Ruiz, mediador, y los delegados de los insurrectos de Chiapas (EZLN). Hubo consenso sobre los temas esenciales y ahora s¨®lo falta la ratificaci¨®n final de los acuerdos por parte de las comunidades ind¨ªgenas. Las pl¨¢ticas se desarrollaron en dos etapas: una, consagrada a los temas regionales, que son el meollo de las reivindicaciones de los ind¨ªgenas, y otra, la segunda, relativa a cuestiones pol¨ªticas de orden nacional.El acuerdo sobre los temas regionales se logr¨® con relativa facilidad. Los fundamentos hist¨®ricos y morales de esas demandas eran claros y justificados. Ahora ser¨¢ indispensable que las partes, sobre todo el Gobierno, cumplan efectivamente con lo pactado. Es indispensable crear un organismo dotado de facultades y poderes para vigilar el cumplimiento de los acuerdos.
Al llegar a este punto, surge la pregunta que nadie o casi nadie ha hecho: ?son factibles las soluciones propuestas? Me refiero a aquellas que dependen de factores externos y ajenos a la voluntad del Gobierno y de las comunidades ind¨ªgenas.
Entre las causas determinantes de la situaci¨®n desdichada de los campesinos de Chiapas hay cuatro, por lo menos, que escapan a su arbitrio: el excesivo crecimiento de la poblaci¨®n; la escasa productividad de las tierras en_ la regi¨®n de Las Ca?adas, en donde est¨¢ localizado el conflicto; el descenso internacional de los precios del caf¨¦; en fin, las dificultades t¨¦cnicas que implica ya sea la transformaci¨®n de tierras de pasto (ganader¨ªa) en agr¨ªcolas, o bien la administraci¨®n de las fincas ganaderas por las comunidades. No digo que estos obst¨¢culos sean insuperables; digo que hay que contar con ellos. Los temas de car¨¢cter nacional eran los m¨¢s dif¨ªciles, pero, a pesar del radicalismo verbal de los insurrectos, fueron resueltos con realismo y prudencia.
En primer lugar, de manera impl¨ªcita, aunque no expresa, los insurgentes desistieron de su demanda original, absurda por lo dem¨¢s: la renuncia del presidente y la formaci¨®n de un gobierno provisional que convocase elecciones. Adem¨¢s, y esto fue esencial, aceptaron que los acuerdos sobre estos temas no fuesen resolutivos, sino declarativos. En efecto, se trata de asuntos que escapan a la jurisdicci¨®n y a la competencia tanto del EZLN como del comisionado. Por su naturaleza, esos problemas s¨®lo pueden ser resueltos por la naci¨®n entera, ya sea a trav¨¦s de los poderes legalmente constituidos o, si se prefiere otra v¨ªa, por medio de un plebiscito o un refer¨¦ndum.
Dos temas de orden nacional aguardan resoluci¨®n del Congreso. Ambos merecen un comentario: los proyectos de reformas a los art¨ªculos 27 y 4 de la Constituci¨®n. Desde ahora puede decirse que ser¨ªa funesto volver a la letra o al esp¨ªritu del antiguo art¨ªculo 27, como pretenden el EZLN y otros grupos. Durante medio siglo, al principio con las mejores intenciones y despu¨¦s como un m¨¦todo para manejar a los campesinos, ese art¨ªculo los convirti¨® en menores de edad y en instrumentos de los comisarios ejidales, es decir, del PRI y de los bancos gubernamentales. La emancipaci¨®n de los campesinos no puede pasar por las horcas caudinas de esa versi¨®n mexicana de los ineficaces koljoses sovi¨¦ticos que han sido la mayor¨ªa de nuestros ejidos. No se necesita ser un experto para prever que una vuelta al antiguo art¨ªculo 27 hundir¨ªa definitivamente a la agricultura mexicana, sin, por lo dem¨¢s, liberar a los campesinos.
En cuanto a la reforma del art¨ªculo 4, ser¨ªa grav¨ªsimo conceder a las comunidades ind¨ªgenas reg¨ªmenes de autonom¨ªa que significasen la vigencia de dos leyes: la nacional y la tradicional. En materia pol¨ªtica y cultural, el pluralismo es sano, pero tambi¨¦n lo es la integridad y unidad de la naci¨®n. En nuestra tradici¨®n est¨¢n los g¨¦rmenes de una soluci¨®n que preserve nuestra diversidad cultural sin lesionar la unidad de M¨¦xico.
El punto central se refiri¨® a la democracia. Aunque no se trata de una resoluci¨®n, sino de una declaraci¨®n, su influencia ser¨¢ ben¨¦fica, ancha y profunda. Hace dos semanas salud¨¦ con entusiasmo y esperanza al Compromiso para la paz, la democracia y la justicia, firmado por los presidentes y los candidatos de ocho partidos nacionales. Mi ¨²ltimo art¨ªculo terminaba as¨ª: "El compromiso es la v¨ªa de salvaci¨®n. La responsabilidad del Gobierno y de los partidos es cumplir ese pacto; la nuestra, la de los ciudadanos, obligar al Gobierno y a los partidos a cumplirlo". Desde entonces se han dado pasos en la buena direcci¨®n. Muchos esperamos que las negociaciones entre el secretario de Gobernaci¨®n y los dirigentes de los partidos nacionales fortifiquen el pacto, lo perfeccionen y lo hagan desembocar en un nuevo acuerdo. En suma, si todo sale bien, dos meses habr¨¢n bastado para que el conflicto de Chiapas, iniciado con tiros y muertos, se haya transformado en una conversaci¨®n pac¨ªfica. La prudencia, la m¨¢s alta virtud pol¨ªtica seg¨²n el cl¨¢sico, parece haber triunfado. ?Soy demasiado cr¨¦dulo si digo que el alba de la democracia mexicana despunta en el horizonte? Pronto lo sabremos.
Octavio Paz es poeta y ensayista mexicano, premio Nobel de Literatura.
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