La polic¨ªa de Bophuthatswana mat¨® a dos blancos porque "hab¨ªan disparado contra gente inocente"
"?Por qu¨¦?", pregunt¨® un periodista que presenci¨® el asesinato a sangre fr¨ªa. "Porque estaban disparando contra gente inocente" respondi¨® el polic¨ªa. La historia comenz¨® poco despu¨¦s de la medianoche del viernes, cuando Fanie Uys y Alwyn Wolfaardt, ambos comandos del Movimiento de Resistencia Afrikaner (AWB) de Eug¨¨ne Terreblanche, recibieron una llamada largamente esperada. Durante siete a?os, el L¨ªder, como los miembros del AWB llaman a Terreblanche, les hab¨ªa prometido la "guerra santa" contra "los infieles comunistas" del Congreso Nacional Africano. El momento lleg¨®.
Uys y Wolfaardt fueron enviados a Mmabatho, capital de Bophuthatswana, un homeland negro en el extremo noroeste de Sur¨¢frica, para unirse a las fuerzas de base del guerrero volk (nacional). Emprendieron juntos el camino en un viejo Mercedes Benz, con su amigo Sarel Fourie.El homeland soberano, seg¨²n la ley surafricana, hab¨ªa nacido del gran viejo sue?o del apartheid que supone que la poblaci¨®n negra ser¨ªa expulsada de la Sur¨¢frica blanca, la rica y f¨¦rtil, y sujeta en territorios tribales delimitados. El presidente Lucas Mangope, que ha dirigido el homeland desde entonces, era lo que la gente del AWB llama un "buen negro", que se integr¨® en el sistema del apartheid.
Mangope comparte el sue?o imposible de los afrikaner de la extrema derecha en el sentido de que el pasado se puede mantener vivo y supuestamente hizo causa com¨²n con el AWB. Cuando los negros protestaron y se pusieron en huelga en Mmabatho, los saqueos se generalizaron y la polic¨ªa dio se?as de amotinarse, Mangope huy¨® de la capital y los l¨ªderes del Volksfront decidieron hacer su honorable trabajo.
Nunca sabremos si Uys, un cazador de la ciudad de Naboomspruit en Transvaal, y su vecino Wolfaardt, un mec¨¢nico de tractores, calcularon las implicaciones pol¨ªticas de lo que estaban haciendo mientras conduc¨ªan, con las armas cargadas, hacia el caos de Mmabatho. Lo que sabemos es que se unieron a un contingente de unos 4.000 boers que, disparando hacia el aire y hacia una multitud que se arremolinaba en los alrededores de la arrasada zona comercial del centro de la ciudad, restauraron lo que al principio parec¨ªa un cierto orden.
A mediod¨ªa la polic¨ªa de Bophuthatswana y el Ej¨¦rcito, todos negros con excepci¨®n de un pu?ado de oficiales blancos procedentes de las fuerzas de seguridad surafricanas, decidieron, en palabras de un soldado, "limpiar el AWB". Los coches y los camiones en que llegaron no ten¨ªan nada que hacer frente a los verdes blindados armados. Soldados y polic¨ªas sacaron a los ultraderechistas de la ciudad como si fuesen ovejas temblorosas. Muchos decidieron que era hora de volver a casa. Entre ellos se encontraban Uys, Wolfaardt y Fourie. Ellos aceleraron en un ca¨®tico convoy a trav¨¦s de la depauperada zona residencial negra de Mafeking, disparando a discreci¨®n.
La polic¨ªa, opresora de la poblaci¨®n negra pero que se hab¨ªa convertido en su amiga, les tendi¨® una emboscada. Abrieron fuego a los veh¨ªculos del AWB y se desat¨® una furiosa batalla que dur¨® unos tres minutos. La mayor¨ªa de los hombres del AWB se fueron. Los hombres de Naboortispruit, no. Uys y Wolfaardt resultaron heridos y Fourie muri¨® casi instant¨¢neamente.
Uys, un hombre calvo y con bigote de unos treinta a?os, se arrastr¨® dolorosamente fuera del coche y se qued¨® boca arriba junto a una de las ruedas traseras. Wolfaardt, un hombre mayor con barba negra, gate¨® por encima del cuerpo de su amigo muerto, Fourie, y avanz¨® unos dos metros. Se tumb¨® mirando al suelo y sangrando.
Media docena de periodistas que estaban en los alrededores recuerdan la escena como sigue: un grupo de locales mezclado con polic¨ªas comenz¨® a increpar a los dos supervivientes. "?Qui¨¦n os pidi¨® que vini¨¦rais? ?Lo lament¨¢is ahora?". "Negros bastardos", murmur¨® Uys, antes de darse cuenta de la locura de sus palabras y suplicar: "Perd¨®n".
La polic¨ªa volte¨® a Wolfiaardt para verle la cara, dej¨¢ndole tendido en la arenosa cuneta. "Joder", gru?¨®. "?Alguien ha de traer una jodida ambulancia!". De inmediato, Wolfaardt cambi¨® tambi¨¦n el tono. "!Por favor Dios, ay¨²danos!" "Necesitamos ayuda m¨¦dica", dijo. Un breve y extra?o intercambio de preguntas se cruz¨® entre los periodistas y Uys. "?Cu¨¢l es su nombre?", pregunt¨® uno. "Fanie Uys", "?Como han llegado aqu¨ª?" "Fuimos enviados por el jefe", respondi¨® Wolfaardt.
Sin aviso y ante el horror de los periodistas congregados, un polic¨ªa se acerc¨® tranquilamente hacia los dos hombres, les apunt¨® con su rifle autom¨¢tico y les dispar¨® dos balas a cada uno a una distancia en la que era imposible fallar, y, como medida de seguridad, dispar¨® otras dos balas al cuerpo de Fourie.
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