La carrera del cangrejo
La carrera popular del domingo bati¨® probablemente varios r¨¦cords: el del enriquecimiento r¨¢pido y sin riesgos podr¨¢ ser homologado enseguida, sobre todo teniendo en cuenta que cont¨® con decenas de miles de comparsas.La senda de las privatizaciones emprendida por el PP municipal ha conducido a dejar en manos de una agencia de publicidad algo que en t¨¦rminos pol¨ªticos deb¨ªa considerarse desde el principio materia sensible: el latente enfrentamiento con Barcelona, tras el cual se esconden siempre unos demonios del pasado que no parece conveniente alentar, a menos de imitar lamentablemente a los cangrejos.
Los micr¨®fonos de las emisoras que se interpusieron en el corretear de muchos participantes sacaron a la luz muy pronto qu¨¦ hab¨ªa llamado a esa cita a una parte de los improvisados atletas (el sector tal vez era peque?o, pero alcanz¨® gran presencia p¨²blica): batir el r¨¦cord de Barcelona, fastidiar a los catalanes. Muy pocos testimonios hablaban de reivindicar el atletismo o de arrebatar por un d¨ªa las calles al dominio de los neum¨¢ticos. Ni siquiera de que las competiciones tambi¨¦n pueden entablarse en la limpieza de las aceras o en la ordenaci¨®n del tr¨¢fico. O con polideportivos municipales m¨¢s baratos y en mejores condiciones -que eso s¨ª fomenta el deporte-, o con carriles-bici sin peligro.
El gobierno local desaprovech¨® el domingo una gran ocasi¨®n para lograr dos objetivos:
Por un lado, ten¨ªa la posibilidad de lanzar mensajes de acercamiento a la capital catalana, incluso desde la competici¨®n deportiva. Ya puestos a mantener la carrera por el r¨¦cord, se pod¨ªa alentar una sana rivalidad pactada que haga cambiar de manos cada seis meses tan prestigioso t¨ªtulo, de modo que los participantes se multipliquen en cada ocasi¨®n en las dos ciudades y dejen sin opci¨®n a Nueva York o Par¨ªs, seguramente muy preocupadas tras el resultado de anteayer. Y no estar¨ªa de m¨¢s en ese caso que el alcalde de la ciudad rival -Pasqual Maragall en Madrid, ?lvarez del Manzano en Barcelona- bendijese en persona cada carrera. Para ello, el mensaje institucional deb¨ªa ser otro desde el principio, empezando por reconocer las diferencias en el recorrido que plantean las dos ciudades (m¨¢s atractivo, largo y dif¨ªcil el de Barcelona, y adem¨¢s no se cobra). En el caso que nos ocupa, el mensaje publicitario subyacente para buscar mayor participaci¨®n se sobrepuso al sentido com¨²n que es de esperar de las instituciones.
Y en segundo lugar, el Ayuntamiento de Madrid ha dejado pasar la ocasi¨®n de lograr un buen negocio para ¨¦l y, por tanto, para sus vecinos. La empresa privada cobr¨¦ por cada inscripci¨®n 300 pesetas (a cambio de un munequitomascota). En total, se puede calcular que m¨¢s de 20 millones -los organizadores no se han sentido en la obligaci¨®n de precisarlo-. han ido a una cuenta corriente particular (al margen del dinero procedente de los patrocinadores). Y sin apenas riesgo: al empresario en cuesti¨®n no le van a pasar un recibo por los gastos de Polic¨ªa Municipal en horas extraordinarias o por la colocaci¨®n de vallas en el trayecto. Se pierde as¨ª para la sociedad madrile?a un beneficio que pod¨ªa haber engrosado las tristes arcas municipales o haber contribuido a paliar problemas como la droga, el sida o el c¨¢ncer.
Por si fuera poco, el recuento de participantes ofrece no pocas dudas, y no hay una certificaci¨®n municipal que garantice el resultado (al contrario que en Barcelona). Pocos hechos pueden distanciar tanto a la gente de las dos principales capitales espa?olas como creer que las competiciones deportivas entre ambas se resuelven con trampa. Y adem¨¢s con primas a terceros: 2.000 soldados -desplazados en camiones del Ej¨¦rcito y con prendas deportivas militares- participaron en la prueba a cambio de una recompensa. consistente en dos d¨ªas libres de disciplina. La fuerza militar que representan se convirti¨® en madrile?a. Y eso tambi¨¦n lleva una carga pol¨ªtica que hab¨ªa que sopesar.
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