Una hora entre rejas

El sol pega de lo lindo en el patio de talleres de la prisi¨®n de Carabanchel (Madrid). Sobre su cemento desnudo s¨®lo se ven algunas hormigoneras, un par de coches con el logo de Onda Cero y cinco personas muy concentradas en tomo a una mesa cuadrada de la que salen cables. Son Roberto Mart¨ªn y el equipo de Un mundo sin barreras, que se emite de lunes a viernes de tres a cuatro de la tarde. A los pies del. director-presentador, invidente, descansa su perro lazarillo.Nadie parece nervioso. Ni siquiera les turban los silbidos y gritos procedentes de una de las alas: desde las celdas, algunos reclusos tratan de comunicarse con las internas de la prisi¨®n de mujeres, situada justo enfrente, aunque a bastante distancia. "?Almudena!", grita una voz premiosa. Otra se deshace en silbidos, qui¨¦n sabe si cifrados, como los gomeros. Y el m¨¢s sofisticado de todos, sacando a trav¨¦s de las rejas todo el cuerpo que le cabe, efect¨²a con dos peri¨®dicos se?ales marineras.

Comienza el programa. Los ruidos de la prisi¨®n se cuelan por los micros. Un meg¨¢fono llama a cap¨ªtulo a un interno, y Roberto Mart¨ªn se muestra satisfecho: "Hemos huido del sal¨®n de actos", comunica a sus oyentes, "porque no hemos venido aqu¨ª a exhibirnos, sino a tratar de transmitir el lado humano de la c¨¢rcel. No queremos incidir en la llaga, sino traer un mensaje de esperanza". Que es el objetivo diario de Un mundo sin barreras, programa volcado en los temas sociales que empez¨® a emitirse el pasado 6 de septiembre.

A las 16.30 suena una sirena. Es la se?al del final del recuento: comienza el tiempo de talleres. Van llegando los monitores y los reclusos a los flancos del improvisado estudio. Se acercan a la mesa con paso cansino y un gesto humillado bajo los ojos. Algunos tratan de entender lo que es aquello. Otros, m¨¢s discretos, pasan al lado sin darse por enterados. El meg¨¢fono vuelve a irrumpir: al menos una docena de internos son llamados al gimnasio. Se a?aden nuevos ruidos al paisaje sonoro, los que provienen de los talleres: sierras, martillos, soldadores... Justo lo deseado.

Un oyente llama para hacer constar que conoci¨® perfectamente el edificio en el que nos encontramos en la fecha de su inauguraci¨®n, hace m¨¢s de cincuenta a?os, y, desde luego, no por su voluntad. El director del centro, Jos¨¦ Antonio Moreta, le invita, por si alguna vez se le pasa por la cabeza visitarlo.

Futbofines arteanos

No hay tiempo para nada. Roberto Mart¨ªn juguetea con el chiste de la tarde: el futbol¨ªn fabricado en Carabanchel que su subordinado Jos¨¦ Antonio Linarejos va a recibir en el d¨ªa del padre. Todo ha salido bien, y no queda m¨¢s que despedirse. "Esperemos que no sea ¨¦sta la ¨²ltima ocasi¨®n en que emitimos desde esta prisi¨®n".

Han entrado las noticias de las cuatro. Roberto Mart¨ªn est¨¢ contento. "Es la primera vez que emito desde fuera del estudio", comenta. Ha tenido todas las facilidades: "Lo ¨²nico que hicimos es mandar una cinta del programa, para que la direcci¨®n comprobara que no se trata de un reality show". Su ¨²nico miedo era la ausencia de llamadas. Pero ha habido unas cuantas y sabrosas, de gente que conoce lo que es la prisi¨®n por haberla sufrido en carne propia o en la de sus familiares.