Sentados sobre un polvor¨ªn radiactivo
La muerte, el cancer y otras dolencias aun castigan a empleados de la vieja f¨¢brica de uranio de And¨²jar
Luis Mu?oz tiene las manos, deformadas y ya no puede ni llevar la alianza de matrimonio. Durante 15 a?os trabaj¨® en la f¨¢brica de uranio de And¨²jar (FUA), en Ja¨¦n, y lo tuvo que dejar. "Me estaba matando", dice.Aunque presenta un aspecto saludable, Mu?oz obtuvo la jubilaci¨®n anticipada por graves problemas en los huesos y su hijo ya empieza a sentir dolores en las rodillas. A pesar de todo, es uno de los afortunados, porque su enfermedad limitar¨¢ su capacidad de movimiento pero no es en principio mortal. 64 de sus compa?eros han fallecido ya de c¨¢ncer y afecciones pulmonares. "Cada a?o, actualizamos la lista", afirma el coordinador de los afectados, Jos¨¦ Soto.
Mar¨ªa Antonia Moral, de 61 a?os, sobrelleva la terrible herencia dejada por el complejo industrial radioactivo. Viuda de Francisco Cubillas, un trabajador de la FUA, con una pensi¨®n cercana a las 40.000 pesetas, tiene que trabajar cuidando ancianos para cubrir todas sus necesidades. Las ¨²ltimas revisiones m¨¦dicas le han diagnosticado una progresiva degeneraci¨®n en los huesos. Su hijo tambi¨¦n tiene dolencias ¨®seas, su cu?ado, Fernando, muri¨® de c¨¢ncer, y el "t¨ªo Benito", como le llama, lo padece. Los dos ¨²ltimos trabajaron, durante m¨¢s de 10 a?os en la f¨¢brica de uranio.
La FUA naci¨® en 1956 para extraer uranio de la tierra procedentes de las minas y preparar concentrados. M¨¢s de 150 empleados manipularon sin las protecciones adecuadas, durante a?os, los elementos radiactivos. "La direcci¨®n de la planta trat¨® de demostrar que en la f¨¢brica no hab¨ªa peligro porque el director y casi todos los mandos viv¨ªan dentro", recuerda uno de los empleados. Uno de los subdirectores, Carmelo P¨¦rez, y un ingeniero qu¨ªmico, Jos¨¦ Luis Arregui, han muerto recientemente.
Desechos al Guadalquivir
"Las ropas de los trabajadores, impregandas de residuos, las llev¨¢bamos a casa para limpiarlas, poniendo en peligro a los familiares", asegura un ex empleado. Esta circunstancia lleg¨® a ser advertida por ¨¦l responsable de la secci¨®n de Protecci¨®n Emilio Iranzo.
La t¨¦cnica para desatascar los silos en los que se almacenaba la tierra con uranio no era otra que descolgar a un trabajador, sujeto a una cuerda, para golpear el tap¨®n con una barra de hierro. "Con bastante frecuencia y durante mucho tiempo recuerda tambi¨¦n un ex empleado, "se marchaban por las alcantarillas al r¨ªo Guadalquivir desechos con alto ¨ªndices de radiactividad". "Durante a?os tambi¨¦n comimos sobre los bidones de uranio", termina Luis Mu?oz, "hasta que instalaron un comedor".
El cierre de la f¨¢brica en 1981 se realiz¨®, seg¨²n la versi¨®n oficial, por falta de rentabilidad de la explotaci¨®n. Pero la presi¨®n social fue fuerte, al alertar sobre los problemas de la radioactividad y los efectos del gas rad¨®n que se libera al manipular el uranio o sus derivados.
La Empresa Nacional de Residuos (Enresa) se hizo cargo de las obras de clausura, consistentes en enterrar en una pir¨¢mide de un mill¨®n de metros c¨²bicos de arena los est¨¦riles residuales, las oficinas y hasta la valla de piedra que rode¨® la f¨¢brica. Mientras la empresa nacional asegura. que no hay peligro, los trabajadores estiman que aun hoy las ruinas enterradas mantienen una actividad radiactiva de 5.000 curios.
A pesar del alarmante n¨²mero de muertes por c¨¢ncer y afecciones ¨®seas, nadie quiere reconocer al centenar de trabajadores afectados como pacientes de enfermedades laborales. Un informe de los expertos de la Divisi¨®n de Medicina y Protecci¨®n afirma que algunas fracciones de compuestos solubles del uranio quedan retenidas en el ri?¨®n o en el hueso, dando lugar al consiguiente efecto t¨®xico y que los compuestos insolubles inhalados quedan retenidos en parte en los pulmones y originan la irradiaci¨®n de los mismos.
Historiales secretos
Sin embargo, los m¨¦dicos de la Seguridad Social se limitan a confirmar las enfermedades de los trabajadores. Ninguno se ha atrevido a declararlas consecuencia de la exposici¨®n a radiaciones.
El Centro de Investigaciones Energ¨¦ticas, Medioambientales y Tecnol¨®gicas (Ciemat), encargado del seguimiento cl¨ªnico de los empleados, guarda celosamente los historiales, a pesar de la constante reclamaci¨®n de los afectados.
Luis Mu?oz descubri¨® en un reciente reconocimiento m¨¦dico la ocultaci¨®n de unos n¨®dulos en los pulmones. El informe m¨¦dico de M. Mart¨ªn, firmado por el doctor Rebollar, establece que el paciente es "silic¨®tico" en el a?o 1975 y que est¨¢ expuesto a radioactividad. En las anotaciones del a?o posterior y hasta 1985 desaparece la prescripci¨®n inicial en los diagn¨®sticos del mismo m¨¦dico.
Andr¨¦s de la Fuente sufre una fuerte insuficiencia respiratoria y antes de cada frase que habla tiene que pararse para tomar aire. Es uno de los coordinadores del grupo de afectados y recibi¨® calificaciones de "apto para el trabajo" hasta 1981. Tras haber tenido acceso a su cartilla m¨¦dica ha descubierto que padec¨ªa silicosis desde 1975 y que estuvo contaminado por las radiaciones.
El ¨²ltimo de los trabajadores desaparecidos falleci¨® el 27 de julio de s¨ªndrome nefr¨®tico. Los que quedan vivos padecen multitud de dolencias. Par¨¢lisis, insuficiencia card¨ªaca, broncopat¨ªas, coxartrosis, fribosis pulm¨®nares y epilepsias conforman una parte de las enfermedades detectadas en unos trabajadores que clamado en el Congreso, el Parlamento andaluz y la c¨¢mara europea sin haber obtenido respuestas.
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