El s¨ªndrome Valdano
A Elkarri le ha pasado con HB lo que a Valdano con el Madrid: que se ha excedido en el celo con que ha cumplido su misi¨®n. Elkarri: el movimiento "en favor de la distensi¨®n y el di¨¢logo" producido en la factor¨ªa KAS para contrarrestar la influencia de los pacifistas. En v¨ªsperas de la manifestaci¨®n convocada por ese grupo para el s¨¢bado pasado, HB se desvincul¨® de ella, acusando a los convocantes de situarse "por encima del bien y del mal" y de estar apoyando la estrategia del enemigo.Elkarri surgi¨® por transformaci¨®n de la antigua Coordinadora Lurraldea, cuyo protagonismo en el conflicto de la autov¨ªa de Leizar¨¢n ha costado a los guipuzcoanos unos 10.000 millones de pesetas. La intervenci¨®n de ETA en aquel asunto vino a ilustrar cu¨¢l era su actual naturaleza: la de una organizaci¨®n que utiliza diversos pretextos -la energ¨ªa nuclear, el trazado de una carretera o la autodeterminaci¨®n- para justificar su aspiraci¨®n a seguir existiendo (o sea, matando) indefinidamente. La negociaci¨®n pol¨ªtica es, a la vez, el compendio y horizonte ¨²ltimo de tales pretextos. De ah¨ª que, tras la cesi¨®n por parte de las fuerzas pol¨ªticas a las pretensiones de Lurraldea, cuyos puntos de vista apoy¨® ETA con tres asesinatos, los ide¨®logos del asunto considerasen que la soluci¨®n dada a ese contencioso parcial era el modelo para resolver el contencioso general.
Elkarri naci¨® como elemento de presi¨®n sobre la opini¨®n p¨²blica en favor de una repetici¨®n de la negociaci¨®n de Argel. Para ello se present¨® como "intermediario que ayuda a superar la incomunicaci¨®n entre las partes". Naturalmente, para ser reconocido como mediador era imprescindible acreditar un m¨ªnimo de imparcialidad. Elkarri hizo lo que pudo en ese terreno. Seg¨²n HB, hizo demasiado. No tanto porque dijera que tambi¨¦n ETA ten¨ªa que realizar gestos de distensi¨®n -una tregua-, como porque muchos seguidores de ese partido, incluyendo familiares de los presos de ETA, se tomaron en serio la posibilidad de poner fin, de una manera u otra, a la "lucha armada" (o sea, a ETA misma). Siendo as¨ª que la pervivencia de ¨¦sta es para sus estrategas lo ¨²nico incuestionable.
Las cr¨ªticas de HB a Elkarri eran tan rid¨ªculas que sectores de la propia familia se desmarcaron de ellas, anunciando su intenci¨®n de participar en la manifestaci¨®n. Ello oblig¨® a una nueva ciaboga de HB consistente en anunciar la presencia en la misma de cuatro de sus dirigentes, por si acaso era un ¨¦xito. Lo fue, pero si las fotograf¨ªas no mienten, ese giro aport¨® la coartada que necesitaban para desengancharse del carro algunas personas que se subieron a ¨¦l cuando ETA parec¨ªa infalible, pero que por nada del mundo est¨¢n dispuestos a acompa?arla en su derrota. Apoyar a Elkarri es una forma discreta de bajarse sin dar ocasi¨®n de ser tachado de traidor a la justa causa. Resultar¨ªa as¨ª que los estrategas habr¨ªan dado, sin propon¨¦rselo, con una v¨ªa de desag¨¹e de sus propias fuerzas.
Pero no es esa la ¨²nica paradoja. Negociaciones pol¨ªticas como las planteadas por ETA s¨®lo son imaginables cuando la legitimidad de las instituciones llega a ser tan cuestionable como la de los terroristas. Es absurdo considerar que esa pueda ser la situaci¨®n de Euskadi tras la celebraci¨®n de 16 elecciones que han puesto de manifiesto el caracter minoritario de quienes reconocen que sus votos lo son a ETA. De ah¨ª que, si se confirmase, la utilizaci¨®n de fondos reservados para pagar carteles identificando a ETA con HB en una campa?a electoral ser¨ªa muestra, ante todo, de falta de inteligencia. A HB no le preocupa esa identificaci¨®n, pero en cambio nada le satisface tanto como encontrar motivos para cuestionar la legitimidad de las elecciones y las instituciones de ellas emanadas.
Ambos efectos, tan contrarios a las intenciones de quienes los provocaron, se explican porque no es posible admitir la capacidad de influencia social de la inteligencia sin reconocer lo mismo de la estupidez.
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