Tres orejas y un sost¨¦n
Jesul¨ªn de Ubrique alcanz¨® un triunfo apote¨®sico, de esos que hacen ¨¦poca. El p¨²blico se le entreg¨® sin reservas y toda la tarde le estuvo aclamando; desde el tendido le dec¨ªan piropos, unas veces por generaci¨®n espont¨¢nea de alg¨²n exaltado espectador, otras a coro. Y, adem¨¢s, le colmaron de flores, le pidieron las orejas, y como se quedaron s¨®lo en tres de las cuatro posibles, alguien determin¨® compensar la que faltaba tir¨¢ndole un sost¨¦n.Jesul¨ªn recogi¨® todas las flores, no dej¨® ni una, y apenas pod¨ªa abarcar con sus brazos, largos de natural, los ramos hermos¨ªsimos que le hab¨ªan tirado por docenas, ni tampoco se le ve¨ªa, metido dentro de aquel jard¨ªn ub¨¦rrimo. Parec¨ªa la Ofrenda. El sost¨¦n, en cambio, no lo recogi¨®, bien fuese porque le pas¨® inadvertido, bien porque a la prenda le cantaba el alero y mejor era dejarla correr. Este ¨²ltimo motivo es el m¨¢s probable porque, devuelto el sost¨¦n al tenido, pudo apreciarse que no presentaba buen estado de revista.
Jandifia / Mu?oz, Litri, Jesul¨ªn
Toros de Jandilla, terciados, varios sospechosos de pitones, flojos, manejables.Emilio Mu?oz: pinchazo escandalosamente bajo y estocada ca¨ªda (petici¨®n y vuelta); pinchazo y bajonazo (petici¨®n, ovaci¨®n y salida al tercio). Litri: pinchazo, estocada y descabello (silencio); pinchazo, espadazo enhebrado junto al brazuelo, dos descabellos -aviso- y descabello (silencio). Jesul¨ªn de Ubrique: pinchazo, bajonazo descarado -aviso- y dobla el toro (oreja y clamorosa vuelta al ruedo); aviso antes de matar y bajonazo (dos orejas); sali¨® a hombros por la puerta grande. Plaza de Valencia, 17 de marzo. S¨¦ptima corrida de Fallas. Lleno.
El gran alboroto se debi¨® a que Jesul¨ªn hab¨ªa toreado de par¨®n, que es modalidad torera fruto de la inventiva del maestro D¨¢maso Gonz¨¢lez (hijo predilecto, y bajito, de Albacete), imitada despu¨¦s por Paco Ojeda (hijo de Sanl¨²car y buen mozo), recreada ahora por Jesul¨ªn (hijo de Ubrique y espigado tipo palo mesana). Los j¨®venes vienen pegando, son m¨¢s altos, mientras el toreo est¨¢ donde lo pusieron viejos maestros, o quiz¨¢ haya retrocedido. Depende de qui¨¦n lo interprete. Si lo interpretaba Emilio Mu?oz, era como si no hubiese pasado por la fiesta Juan Belmonte, ense?ando los muchos bienes que reporta torear con temple; si se trataba de Litri, el toreo volv¨ªa a las cavernas.
Emilio Mu?oz instrument¨® unos lances a la ver¨®nica, varios redondos y alg¨²n natural con ribetes de clasicismo, pero construy¨® con furia vikinga y desarroll¨® con crispada vehemencia el resto de sus faenas. Emilio Mu?oz estaba en la guerra, nadie sabe la raz¨®n. Litri tambi¨¦n se puso pendenciero con el toro, aunque deb¨ªa de tenerle un respeto, pues regateaba sus embestidas, lo mol¨ªa a mantazos, brincaba para hurtar el cuerpo de la cercan¨ªa del pit¨®n y toda la estrategia por junto debi¨® de ser la suma de las reglas que conformaron los or¨ªgenes de la tauromaquia all¨¢ en la prehistoria.
La comparaci¨®n de aquel tangay enloquecido con la quietud de Jesul¨ªn de Ubrique result¨® clamorosa, y el p¨²blico se lo agradeci¨® en el alma. Porque Jesul¨ªn se quedaba tan quieto que acababa convertido en estatua. Primero daba unas tandas de redondos y naturales a manera de disimulo, ya que, en realidad, ¨²nicamente conven¨ªa a su industria tentarle al toro las intenciones al objeto de encontrar el terreno donde acabar¨ªa admitiendo los parones.
Lo encontr¨® pronto. Y, parado, empalm¨® el pase en redondo con el de pecho, ci?¨® circulares, encaden¨® espaldinas, pendul¨® la pa?osa, agarr¨® el pit¨®n, dej¨® que le acariciara ora salva sea la parte, ora lo que en el t¨¢lamo m¨¢s conmueve, se tir¨® de rodillas, se puso en pie, volvi¨® a empezar...
El entusiasmo que provoc¨® se iba haciendo fragoroso, y cuando cobr¨® lo bajonazos, estall¨® el delirio. De todo le tiraron -gorros, chaquetas, botas, flores, el sost¨¦n-, durante las apote¨®sicas vueltas al ruedo. Del sost¨¦n, curiosamente nadie reclam¨® su propiedad y, devuelto, los espectadores se lo tiraban, tendido arriba y abajo. Lo cog¨ªan aprensivos con dos dedos y lo soltaban presto. Y hac¨ªan bien. A fin de cuentas, el color y el aroma del sost¨¦n no eran muy fiables.
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