Matar de aburrimiento
Los toreros pueden ser buenos o malos, sabios o inexpertos, valientes o temerosos, pero lo que no pueden ser jam¨¢s es aburridos. Les pasa como a los toros, salvando las distancias y mejorando lo presente: que pueden ser bravos o mansos, grandes o chicos, nobles o pregonaos, pero nunca inv¨¢lidos, acornes, tontiburros, burrilelos o la madre que los pari¨®. No, salvo que se quiera matar de aburrimiento al personal y, de paso, hundir la fiesta.Toreros aburridos hubo en la corrida fallera dos, Joselito y Manolo Carri¨®n, y toros leliburros con todo lo dem¨¢s, unos cuantos. De donde se deduce que no hizo falta all¨ª lidia, toreo se entrevi¨® apenas, los toruchos alucinaban vaquitas tetudas y el festejo result¨® un tost¨®n. Eso s¨ª: dur¨® cerca de dos horas y media.
Guateles /Ortega, Joselito, Carri¨®n
Toros de Los Guateles, impresentables los tres primeros; sin trap¨ªo 4? y 5? inv¨¢lidos l?, 2? y 5?; sospechosos de pitones (4? se lidi¨® bajo responsabilidad del ganadero), excepto 3? (toro encastado) y 6?; manejables.Ortega Cano: estocada corta trasera y descabello (silencio); estocada tendida ca¨ªda y rueda de peones (oreja). Joselito: tres pinchazos, estocada atravesada que asoma -aviso- y descabello (silencio); dos pinchazos, estocada -aviso con retraso- y dobla el toro (aplausos y tambi¨¦n algunos pitos cuando saluda). Manolo Carri¨®n: estocada ca¨ªda tirando la rd?leta, rueda desaforada de peones -aviso- y dobla el toro (ovaci¨®n y salida al tercio); pinchazo -aviso-, estocada corta trasera ladeada y dos descabellos (aplausos). Plaza de Valencia, 18 de marzo. Octava corrida de Fallas. Lleno.
Los festejos a la moda duran dos horas y media aunque no suceda en ellos nada del otro jueves. Antiguamente jam¨¢s faltaban en las corridas toros bravos o masos, lidia entera y verdadera, puyazos tres y de ah¨ª en adelante, quites, banderillas de lujo o banderillas de fuego, ol¨¦s, broncas, avisos, volteretas, toros al corral, ?la Biblia!, y a la horita y tres cuartos hab¨ªa conclu¨ªdo el espect¨¢culo. Modernamente, en cambio, todo cuanto queda dicho no se ve junto jam¨¢s; el tercio de varas es pura simulaci¨®n; el de banderillas, tr¨¢mite; las faenas de muleta ni existen, y las corridas acaban durando dos horas y media.
El secreto est¨¢ en que los toreros se toman su tiempo para no torear. Las faenas de Joselito, constru¨ªdas a base de las nada, no se terminaban nunca, y grupusculos de aficionados se jugaban a los chinos qui¨¦n deber¨ªa bajar a decirle que le llamaban por tel¨¦fono. Manolo Carri¨®n tampoco encontraba el momento propicio de poner fin a las suyas, que eran voluntariosas, tesoneras, valentonas, pero muy limitaditas de temple y hondura.
El propio Ortega Cano, que sac¨® muy buenos pases a la suya -la del cuarto toro, pues el primero se rompi¨® la patita y hubo de abreviar-, le cogi¨® gusto al derechazo, e interpret¨¢ndolo jacarandoso, le iban a dar las tantas. Ortega Cano tore¨® a ese toro por redondos con ajuste y ce?imiento, no domin¨® la encastada embestida en dos series de naturales, y para compensar la frustraci¨®n se pas¨® cinco minutos m¨¢s pegando derechazos.
Cinco minutos dan para muchos derechazos. Echemos la cuenta: si en un minuto se pueden dar 18 derechazos despaciosos, en cinco salen 90, que es cifra morbosa. La ciencia deber¨ªa estudiar qu¨¦ efecto le produce al espectador contemplar esos 90 derechazos sin anestesia, m¨¢s los otros 90 de los minutos precedentes, m¨¢s los 150 o 200 de los restantes toros, lo que arroja un balance por corrida de casi mil derechazos. Una derechazada de tal naturaleza ha de sentar como un tiro; peor que un atrac¨®n de garbanzos o una fart¨¤ de fesols y naps. Y francamente: si dan a elegir, uno prefiere morir alegr¨¢ndose el cuerpo que de puro aburrimiento.
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